lunes, 23 de junio de 2025

TEUCRO vs HÉCTOR, ALEJANDRO VS. DARÍO.

 TEUCRO vs HÉCTOR, ALEJANDRO VS. DARÍO.

Es verdad que el paralelismo entre estas dos escenas de duelo singular, la de Teucro frente a Héctor, la de Alejandro y Darío, no tiene un paralelismo idéntico. Ya dijimos que el parecido se trata en cuanto se refiere a una escena típica, característica de la épica. En este caso, es el combate singular entre dos guerreros, uno de ellos sobre un carro de combate. El otro lo ataca, ya sea con una jabalina, ya, como Teucro aquí, con flechas. 

A esto se añade también, dentro de esta escena típica, si el dardo o el arma arrojadiza encuentra su objetivo o no, si alcanza al conductor del carro en su caso, o nada de esto.

Esto es el parecido de la escena típica entre las dos escenas, una en Troya, la otra en Gaugamela. 

Ahora bien, las diferencias son claras. Teucro no es el máximo líder de los aqueos, como Alejandro lo es de los macedonios. Aunque no sea conveniente hablar así, en el rango de los héroes que luchan en Troya, Teucro está en un segundo lugar, por debajo de los principales guerreros, y, desde luego, su figura es mucho menos en comparación con Aquiles, el mejor de los aques.

La figura de Héctorsi se puede equiparar, en parte, a la de Darío, en este caso. Los dos lideran sus ejércitos, aunque la faceta guerrera entre uno y otro no es comparable, claramente.

Se puede decir, por otra parte, que en las fuentes antiguas las cuatro conservadas, hay una división clara de descripciones: Arriano y Plutarco presentas a un Gran Rey inoperante y acobardado ante el ataque, sorpresivo; Curcio y Diodoro, por el contrario, nos muestran a un Darío aguerrido, orgulloso de su honor y comprometido en la batalla y en su papel en ella.

Tal como nos lo describe Diodoro y Curcio, aunque es cierto que Darío parece más bien dirigir al ejército y no luchar, tal como lo describen ahora estos autores, el Gran Rey se encuentra luchando sobre el carro, en el fragor del ataque de los Hetairoi, cuando su conductor recibe el impacto de la jabalina lanzada por Alejandro.

Otro tanto le ocurre a Héctor, en pleno combate desde el carro, cuando su auriga recibe el impacto de la flecha de Teucro.

En el caso de la Ilíada, la caída del auriga suscita dolor y deseos de venganza en Héctor. En Diodoro, la herida mortal del auriga no merece mayor testimonio ni mención. La reacción de Darío, en este caso, no es la de bajar del carro e ir contra Alejandro, como Héctor hace en la Ilíada.

Sin embargo, el ardor guerrero y el orgullo bélico aún lo mantiene en combate, como dice Quinto Curcio, y no la huida acobardada como recogen otros autores.


Dicitur acinace stricto, Dareus dubitasse, an fugae dedecus honesta morte vitaret. Sed eminens curru nondum omnem suorum aciem proelio excedentem destituere erubescebat, dumque inter spem et desperationem haesitat, sensim Persae cedebant et laxaverant ordines.


(30) Refiérese que habiendo sacado aquel príncipe  (Darío) su cimitarra, estuvo en duda si evitaría la ignominia de la fuga con una honrosa muerte, y que reconociendo desde su carro que aún mantenían los suyos el combate, tuvo por indigna acción erubescebat la de abandonarlos; (31) aunque mientras fluctuaba entre la esperanza y la desesperación empezaron los persas a retroceder poco a poco y a desamparar sus filas.

 

Por otra parte, y dejando el relato literaturizado, es claro que la huída de Darío, si se puede calificar así, es una decisión estratégica organizada y decidida, en vistas a conservar su posición de realeza y liderar aún el imperio persa, a la espera de una mejor oportunidad futura. Cosa que, como sabemos, no ocurrió, pues a los meses de la batalla, un complot de sus mismos hombres acabó con su persona.


Así pues, volviendo al paralelismo entre el combate singular en Troya y Gaugamela, es verdad que el duelo principal en la Ilíada ocurre entre Aquiles y Héctor, al final de la obra, como culminación de la misma. Se trata de un combate a pie, entre los dos mejores guerreros, con lanzas, y apoyado el mirmidón por la diosa Atenea. 

Esta escena del canto VIII, entre Teucro y Héctor, no es equivalente a la de Héctor y Aquiles, pero en cambio, repite el esquema de la de Gaugamela: enfrentamiento entre los dos guerreros, uno de ellos sobre un carro de guerra; lanzamiento de una arma, sea la lanza o una flecha; participación desgraciada del conductor del carro, que recibe el impacto del arma, en lugar de a quien iba dirigida; en  Troya, es un dios quien ayuda al aqueo, en Gaugamela, no hay intervención directa del elemento divino, aunque Zeus apoya en todo momento al ejército macedonio.

  En fin, y recapitulando en una simple tabla, los parecidos entre una y otra combate quedaría algo así:


 







TROYA

GAUGAMELA 

(en Diodoro y Curcio)

PERSONAJES

Teucro el arquero, frente al héroe troyano Héctor; el auriga Arqueoptólemo

Alejandro  rey macedonio frenta al Gran Rey Darío III; un auriga anónimo.

COMBATE CON UN GUERRERO EN UN CARRO DE GUERRA

Teucro lanza flechas con su arco, a pie, en el campo de batalla; Héctor combate en un carro, junto a su auriga, 

Alejandro combate a caballo, mientras Darío lucha y dirige también a sus fuerzas desde el carro real

EL ARMA ARROJADIZA, FLECHA O LANZA

Teucro lanza una flecha contra Héctor, pero Apolo o Zeus desvía su rumbo, y yerra

Alejandro arroja una jabalina contra Darío, pero falla

EL ARMA YERRA, PERO HIERE AL AURIGA

la flecha, en cambio, alcanza al auriga, Arqueopólemo, valiente guerrero

La lanza alcanza al anónimo conductor del carro persa

AURIGA GUERRERO VS. ANÓNIMO

el auriga Arqueoptólemo es un bravo guerrero

se trata de un conductor desconocido

REACCIÓN DE HÉCTOR Y DARÍO

Héctor siente pesar por la caída de su valiente conductor, y baja del carro para vengarlo.

Con un fuerte pedrusco, alcanza al arquero, y lo deja dura de combate. Luego, sigue

Se corre el rumor de que Darío ha sido alcanzado. Según Curcio, Darío, aunque sufre el ataque imprevisto, decide arriesgar su vida y permanecer en el combate, 

FIN DE LA ESCENA

Héctor marcha a otro lugar de la batalla, y sigue en la plea

ante el rumor de su caída, una parte de los suyos empieza la desbandada, el destrozo es grande y, a su pesar, abandona la lucha


viernes, 20 de junio de 2025

NO ES PAÍS, NO ES TRANVÍA PARA VIEJOS (1)

 Estaba en el tranvía, eminente obra de ingeniería y eficacia, segun su propaganda, sentado en uno de los ùltimos asientos del tambièn último vagón. Lo había cogido en la primera estación, Trinidad, en LL, sobre las 9.30 de la mañana, y ahora mismo el monstruo mecánico había parado en la parada subsiguiente, la Estación de Guaguas, esa que destrozo la entrada a la villa y dejò el pabellòn universitario, recinto para la memoria històrica, convertido en una vulgar cancha de barrio ( y discùlpebme el tal comentario, se entiende lo que se quiere decir).

Dos viejitos, con un cierto tembleque en sus manos, arrugadillos, algo encorvados, canosos, claro, con sus bastones correspondientes pero, con todo, muy dignos, pulcros y animosos, esperaban, junto con algunos viajeros màs, a subirse,valintemente ellos, al tranvía.
Se dirigían, lo supe después, al complejo sanitario y mamotreico del HUC.
Se encontraban a punto de entrar en el ultimo vagon, allì donde yo estaba. Se abre la poterna mecanica y entran los viajeros más jóvenes, lo primeros que estaban. La pareja de viejillos, que venían rezagados, quedan los ultimos para entrar.
Entra el primero de ellos, atraviesa el umbral de la puerta automática, y tras él lo intenta hacer el otro.
La puerta mecànica, implacable y automatica, ciega como una guillotina, empieza a cerrarse inexorablente. El viejillo forcejea con ella, que ya avanza por mitad del vano, la golpea con sus huesudos y desnudos puños, pero las fuerzas no le alcanzan. La poterna continua su mecànico movimiento.
Todavía sigue luchando contra el duro cristal cuando la portada culmina su impune operación y se cierra hermética e ignorante.
El tranvía y sus sumisos vagones arrancan, inmisericordes y ruines, sin mirar atrás, allà sàlvese quien sea.
El viejillo, como don Quijote, que se encontraba todavìa porfiando con tamaño dragon coriáceo cuando el arranque inmediato, quedò expuesto y sin apoyo.
Pues en el.momento que el tranvía dejò el andèn, se hizo el vacío en aquel espacio.
La puerta de metal y cristal contra la que el anciano, sin equilibrio, de 91 años, segun supimos, aùn mantenía su imposible lucha, partiò irremediablemente junto con el vagòn.
El resultado fue brusco e inesperado.
Don Quijote, el viejillo, cayò a las vias, desmangarriado y de cualquier manera, vencido, a pesar de sus pocas fuerzas, por la presiòn que andaba ejerciendo contra la miserable poterna mecànica.

domingo, 15 de junio de 2025

NO ES PAÍS ..., NO ES TRANVÍA PARA VIEJOS (2)

 (2) Por lo que pudimos atisbar mientras el brutal y vertiginoso tranvía nos alejaba de allí, varias personas, recién llegadas al andén, bajaron enseguida a los rieles en socorro del anciano caído y desahuciado.

En el tranvía, sin embargo, había un silencio, contenido, pensaba yo. Alguien comentó algo, ¿es que no miran si todo está bien antes de arrancar?, pero nadie acogiò la pregunta con ningún comentario que lo afirmara.
De repente, el anciano que había logrado entrar empezó a decir algo, desolado y triste, que no entendí. Pohh. En eso un estudiante se dirigió a él y le dijo, si, si, yo lo llamo. El viejito compañero quería saber que le había pasado a su amigo, cómo reencontrarse con él, se le veía desamparado y apenas con un hilillo de voz. asustado.
Márquelo ud., yo se lo digo, me lo sé de memoria, la mano no la tengo bien, los dedos no me valen para marcar, le imploró.
Así lo hizo el joven, y le puso el móvil al oído, donde ya lo cogió el anciano.
Hubo unos largos segundos de espera, mientras los de cerca esperábamos a ver si conectaba con su compañero. Rober, lo llamaba, nos conocemos desde hace 50 años, dijo con admiración.
Al cabo de varios segundos, oímos que el anciano hablaba. Repitió varias veces el nombre, Rober Rober, pues el otro anciano no parecía oírle. Es que es duro de oído, me dijo después. Se intercambiaron unas frases, ¿estás bien, Rober? Si, vale, bien, bien. De acuerdo.
Y ya cortó la comunicación
Si, está bien, no le pasó nada, menos mal. Que lo espere en el Hospital Universitario, me dijo, que viene unas paradas después. ¿Cuánto le debo por la llamada, joven? Muchas gracias.
Nada, nada, dijo sorprendido ante el arcaico y amable ofrecimiento del anciano, que ni sabía nada de tarifas planas, llamadas gratis y tantos gigas de conexión.
¿Ud. sigue en el tranvía?, me preguntó el estudiante. Yo es que me bajo aquí, dijo cuando ya la aparatosa máquina se apalancan en el andén de la universitaria Guajara.
Si, si, yo sigo con el señor, también voy al hospital. Y le dijo al viejito, sí, yo lo acompaño, voy al mismo sitio que usted y nos bajamos juntos.
Bien, bien, muchas gracias, se lo agradezco. Yo es que, sabe, tampoco veo bien.
No se preocupe, yo le aviso cuando lleguemos.

HAZAÑAS DE TEUCRO vs. EL SOLDADO TEUCRO. (cap. Trece, cont.)

 HAZAÑAS DE TEUCRO vs. EL SOLDADO TEUCRO.

arquero del frontón del templo de Afaia, en Egina;

Teucro en Pontevedra.


Este Teucro de la novela no parece ser el épico hermanastro de Ayax, pues le acompaña por único calificativo sólo el término “soldado”, “el soldado Teucro”.

Parece que para un tal héroe, excepcional arquero, emparentado con uno de los más grandes guerreros de Troya, Áyax, y con legendarias peripecias, le baste con esta mínima caracterización para identificarlo con él.

Como ya dijimos, fue uno de los que se introdujo en el caballo para entrar de escondidas en Troya. En la Ilíada se citan un listado de guerreros troyanos que han caído bajo sus flechas, uno de ellos, el auriga de Héctor, Arqueptólemo. Otros varios, guerreros sin resonancias épicas principales, son Orsíloco o Licofonte, entre otros muchos. Incluso llega a herir al héroe licio, éste sí más conocido, Glauco, que luchaba junto a Troya.

recreación de un carro de guerra micénico,  como los de la Guerra de Troya

En la Ilíada, Teucro suele luchar en ocasiones junto a su medi hermano Áyax, y a cubierto con el escudo de aquél, lanza sus certeras flechas.
llega incluso a intentar abatir al gran Héctor, pero el troyano es protegido, una vez por Apolo, la otra por el providente Zeus.

En la primera intentona, canto VIII, 309 ss., cuando la flecha destinada a Héctor, acaba con la vida de su auriga, Arqueptólemo, 


Τεῦκρος δ' ἄλλον ὀϊστὸν ἀπὸ νευρῆφιν ἴαλλεν

Ἕκτορος ἀντικρύ, βαλέειν δέ ἑ ἵετο θυμός. 310

ἀλλ' ὅ γε καὶ τόθ' ἅμαρτε: παρέσφηλεν γὰρ Ἀπόλλων:


«Teucro armó nuevamente el arco, envió otra saeta a Héctor, con ánimo de herirlo, y también erró el tiro, por haberlo desviado Apolo; …


El enfurecido Héctor se baja del carro y va enfurecido contra el arquero, al que hiere gravemente.


αὐτὸς δ' ἐκ δίφροιο χαμαὶ θόρε παμφανόωντος 320

σμερδαλέα ἰάχων: ὃ δὲ χερμάδιον λάβε χειρί,

βῆ δ' ἰθὺς Τεύκρου, βαλέειν δέ ἑ θυμὸς ἀνώγει.

ἤτοι ὃ μὲν φαρέτρης ἐξείλετο πικρὸν ὀϊστόν,

θῆκε δ' ἐπὶ νευρῇ: τὸν δ' αὖ κορυθαίολος Ἕκτωρ

αὐερύοντα παρ' ὦμον, ὅθι κληὶ̈ς ἀποέργει 325

αὐχένα τε στῆθός τε, μάλιστα δὲ καίριόν ἐστι,


Y él entonces saltó desde el carro brillante hasta el suelo

y, gritando de un modo terrible, cogió una gran piedra

y hacia Teucro se fue con afán de acertarlo y herirlo,

y éste entonces tomó de la aljaba una flecha siniestra.

Ya la cuerda tensaba cuando Héctor del casco brillante

en el hombro le dio, donde el cuello del pecho se aparta, 325

y su nervio rompió; allí no suele curarse la herida 


Pintura de un carro encontrado en una tumba de la Magna Grecia, ya posterior.


En la segunda ocasión, ya recuperado, que intenta atacar a Héctor, es el omnipotente Zeus quien lo evita. Es en el Canto XV, 458 ss.


Τεῦκρος δ' ἄλλον ὀϊστὸν ἐφ' Ἕκτορι χαλκοκορυστῇ

αἴνυτο, καί κεν ἔπαυσε μάχης ἐπὶ νηυσὶν Ἀχαιῶν,

εἴ μιν ἀριστεύοντα βαλὼν ἐξείλετο θυμόν. 460

ἀλλ' οὐ λῆθε ∆ιὸς πυκινὸν νόον, ὅς ῥ' ἐφύλασσεν

Ἕκτορ', ἀτὰρ Τεῦκρον Τελαμώνιον εὖχος ἀπηύρα,

ὅς οἱ ἐϋστρεφέα νευρὴν ἐν ἀμύμονι τόξῳ

ῥῆξ' ἐπὶ τῷ ἐρύοντι: παρεπλάγχθη δέ οἱ ἄλλῃ

ἰὸς χαλκοβαρής, τόξον δέ οἱ ἔκπεσε χειρός. 465


Sacó Teucro otra flecha para Héctor del casco de bronce,

y se hubiera acabado la guerra ante las naos aqueas

si al herir al valiente le hubiera acabado los bríos. 460

Pero Zeus en su mente sutil, pues velada por Héctor,

lo advirtió, y privó a Teucro, hijo de Telamonio, de gloria,

pues rompióle la cuerda del arco magnífico cuando

lo tendía y la flecha broncínea torció su camino

errabunda, y el arco cayó de las manos del hombre


Así pues, este soldado Teucro, que deseaba volverse a su hogar dejando la expedición, no parece tener nada que ver con el líder y caudillo aqueo, hermanastro de Áyax Telamonio, del que nos habla Homero en la Ilíada.


Como nota curiosa, y esto, tiene que ver más con nuestras tradiciones de la piel de toro, el arquero Teucro acaba llegando a la península y se le tiene como fundador mítico de Cartagena y Pontevedra, donde sigue su tradición.


GUERREROS DE ÁULIDE: EL SOLDADO TEUCRO, EL GUERRERO IDOMENEO, CIERTO ASTIANAKSE, …, ¿LOS HÉROES AQUEOS? (cap. Trece, cont.)

 GUERREROS DE ÁULIDE: EL SOLDADO TEUCRO, EL GUERRERO IDOMENEO, CIERTO ASTIANAKSE, …, ¿LOS HÉROES AQUEOS?


A uno, pendiente de la tradición y las referencias clásicas  que fueran apareciendo en el texto de LHDG, se le abren los ojos ante la mención de estos tres nombres propios correspondientes a conocidos personajes de la epopeya troyana, de los aqueos, que aparecen en este momento del relato.

Se trata, tal como viene en el relato, de los personajes Teucro, Idomeneo y Astianakse, así, en este orden citados.

Tal como vienen citados en el texto, estos personajes son precedidos de esata observación general de la masa de soldados, después de finalizar el rito en el altar, que ya citamos antes:

Con los rostros amarillentos …  con un vacío que parecía no ir a repararse jamás”

Además, como ya había descrito y observado antes, en el capítulo Ocho, la soldadesca, lejos de estar pletórica de épicas hazañas, y debido a los largos días de espera e incertidumbre, anhelan lo contrario, desertar , renunciar al código de hor épico, aristocrático, por otra parte, y regresar sin mayores miramientos a sus hogares.

Pero la impresión de lo ocurrido en el altar ante su vista les ha quitado incluso este deseo natural.


El primero en ser citado es cierto Teucro:

Al soldado Teucro, que tenía decidido desertar a la primera oportunidad, ahora esa idea se le antojaba lejana.


ENTONCES, LOS CITADOS TEUCRO, IDOMENEO, ASTIANAKSE, ¿SON LOS HÉROES DE LA ÉPICA?

Lo primero, en atención a la tal citada referencia clásica, confirmar la personalidad de esos nombres tan reconocibles

De inmediato, nos viene a la mente el primero de ellos, Teucro, Teucro  Telamonio, excelente arquero y hermanastro de uno de los dos Àyax, el hijo de Telamón, Αἴας ὁ Τελαμώνιος, Áyax Telamonio. Entre otras hazañas, es uno de los que se introduce en el legendario caballo para asaltar la fortaleza de Troya.


Áyax y Aquiles jugando a los dados; arquero del frontón del templo de Afaia, en Egina


El otro es el celebrado rey de Creta, la de las mil ciudades, el rey o anax Idomeneo, Ἰδομενεύς

Pero ya con el tercero asoman las dudas más que manifiestas, pues  este nombre, Astianakse, Ἀστυάναξ, Astiánax, transcrito en el texto de forma diferente a la habitual, Astianakte, ¿no era acaso el infante y desventurado hijo troyano del también infeliz Hèctor?


Las dudas de que sean los héroes épicos de Homero a los que se está refiriendo el autor aumentan con los epítetos y acciones que se les vinculan en el texto.


TEUCRO vs HÉCTOR, ALEJANDRO VS. DARÍO.

  TEUCRO vs HÉCTOR, ALEJANDRO VS. DARÍO. Es verdad que el paralelismo entre estas dos escenas de duelo singular, la de Teucro frente a Hécto...