TEUCRO vs HÉCTOR, ALEJANDRO VS. DARÍO.
Es verdad que el paralelismo entre estas dos escenas de duelo singular, la de Teucro frente a Héctor, la de Alejandro y Darío, no tiene un paralelismo idéntico. Ya dijimos que el parecido se trata en cuanto se refiere a una escena típica, característica de la épica. En este caso, es el combate singular entre dos guerreros, uno de ellos sobre un carro de combate. El otro lo ataca, ya sea con una jabalina, ya, como Teucro aquí, con flechas.
A esto se añade también, dentro de esta escena típica, si el dardo o el arma arrojadiza encuentra su objetivo o no, si alcanza al conductor del carro en su caso, o nada de esto.
Esto es el parecido de la escena típica entre las dos escenas, una en Troya, la otra en Gaugamela.
Ahora bien, las diferencias son claras. Teucro no es el máximo líder de los aqueos, como Alejandro lo es de los macedonios. Aunque no sea conveniente hablar así, en el rango de los héroes que luchan en Troya, Teucro está en un segundo lugar, por debajo de los principales guerreros, y, desde luego, su figura es mucho menos en comparación con Aquiles, el mejor de los aques.
La figura de Héctorsi se puede equiparar, en parte, a la de Darío, en este caso. Los dos lideran sus ejércitos, aunque la faceta guerrera entre uno y otro no es comparable, claramente.
Se puede decir, por otra parte, que en las fuentes antiguas las cuatro conservadas, hay una división clara de descripciones: Arriano y Plutarco presentas a un Gran Rey inoperante y acobardado ante el ataque, sorpresivo; Curcio y Diodoro, por el contrario, nos muestran a un Darío aguerrido, orgulloso de su honor y comprometido en la batalla y en su papel en ella.
Tal como nos lo describe Diodoro y Curcio, aunque es cierto que Darío parece más bien dirigir al ejército y no luchar, tal como lo describen ahora estos autores, el Gran Rey se encuentra luchando sobre el carro, en el fragor del ataque de los Hetairoi, cuando su conductor recibe el impacto de la jabalina lanzada por Alejandro.
Otro tanto le ocurre a Héctor, en pleno combate desde el carro, cuando su auriga recibe el impacto de la flecha de Teucro.
En el caso de la Ilíada, la caída del auriga suscita dolor y deseos de venganza en Héctor. En Diodoro, la herida mortal del auriga no merece mayor testimonio ni mención. La reacción de Darío, en este caso, no es la de bajar del carro e ir contra Alejandro, como Héctor hace en la Ilíada.
Sin embargo, el ardor guerrero y el orgullo bélico aún lo mantiene en combate, como dice Quinto Curcio, y no la huida acobardada como recogen otros autores.
Dicitur acinace stricto, Dareus dubitasse, an fugae dedecus honesta morte vitaret. Sed eminens curru nondum omnem suorum aciem proelio excedentem destituere erubescebat, dumque inter spem et desperationem haesitat, sensim Persae cedebant et laxaverant ordines.
(30) Refiérese que habiendo sacado aquel príncipe (Darío) su cimitarra, estuvo en duda si evitaría la ignominia de la fuga con una honrosa muerte, y que reconociendo desde su carro que aún mantenían los suyos el combate, tuvo por indigna acción erubescebat la de abandonarlos; (31) aunque mientras fluctuaba entre la esperanza y la desesperación empezaron los persas a retroceder poco a poco y a desamparar sus filas.
Por otra parte, y dejando el relato literaturizado, es claro que la huída de Darío, si se puede calificar así, es una decisión estratégica organizada y decidida, en vistas a conservar su posición de realeza y liderar aún el imperio persa, a la espera de una mejor oportunidad futura. Cosa que, como sabemos, no ocurrió, pues a los meses de la batalla, un complot de sus mismos hombres acabó con su persona.
Así pues, volviendo al paralelismo entre el combate singular en Troya y Gaugamela, es verdad que el duelo principal en la Ilíada ocurre entre Aquiles y Héctor, al final de la obra, como culminación de la misma. Se trata de un combate a pie, entre los dos mejores guerreros, con lanzas, y apoyado el mirmidón por la diosa Atenea.
Esta escena del canto VIII, entre Teucro y Héctor, no es equivalente a la de Héctor y Aquiles, pero en cambio, repite el esquema de la de Gaugamela: enfrentamiento entre los dos guerreros, uno de ellos sobre un carro de guerra; lanzamiento de una arma, sea la lanza o una flecha; participación desgraciada del conductor del carro, que recibe el impacto del arma, en lugar de a quien iba dirigida; en Troya, es un dios quien ayuda al aqueo, en Gaugamela, no hay intervención directa del elemento divino, aunque Zeus apoya en todo momento al ejército macedonio.
En fin, y recapitulando en una simple tabla, los parecidos entre una y otra combate quedaría algo así:
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