viernes, 20 de junio de 2025

NO ES PAÍS, NO ES TRANVÍA PARA VIEJOS (1)

 Estaba en el tranvía, eminente obra de ingeniería y eficacia, segun su propaganda, sentado en uno de los ùltimos asientos del tambièn último vagón. Lo había cogido en la primera estación, Trinidad, en LL, sobre las 9.30 de la mañana, y ahora mismo el monstruo mecánico había parado en la parada subsiguiente, la Estación de Guaguas, esa que destrozo la entrada a la villa y dejò el pabellòn universitario, recinto para la memoria històrica, convertido en una vulgar cancha de barrio ( y discùlpebme el tal comentario, se entiende lo que se quiere decir).

Dos viejitos, con un cierto tembleque en sus manos, arrugadillos, algo encorvados, canosos, claro, con sus bastones correspondientes pero, con todo, muy dignos, pulcros y animosos, esperaban, junto con algunos viajeros màs, a subirse,valintemente ellos, al tranvía.
Se dirigían, lo supe después, al complejo sanitario y mamotreico del HUC.
Se encontraban a punto de entrar en el ultimo vagon, allì donde yo estaba. Se abre la poterna mecanica y entran los viajeros más jóvenes, lo primeros que estaban. La pareja de viejillos, que venían rezagados, quedan los ultimos para entrar.
Entra el primero de ellos, atraviesa el umbral de la puerta automática, y tras él lo intenta hacer el otro.
La puerta mecànica, implacable y automatica, ciega como una guillotina, empieza a cerrarse inexorablente. El viejillo forcejea con ella, que ya avanza por mitad del vano, la golpea con sus huesudos y desnudos puños, pero las fuerzas no le alcanzan. La poterna continua su mecànico movimiento.
Todavía sigue luchando contra el duro cristal cuando la portada culmina su impune operación y se cierra hermética e ignorante.
El tranvía y sus sumisos vagones arrancan, inmisericordes y ruines, sin mirar atrás, allà sàlvese quien sea.
El viejillo, como don Quijote, que se encontraba todavìa porfiando con tamaño dragon coriáceo cuando el arranque inmediato, quedò expuesto y sin apoyo.
Pues en el.momento que el tranvía dejò el andèn, se hizo el vacío en aquel espacio.
La puerta de metal y cristal contra la que el anciano, sin equilibrio, de 91 años, segun supimos, aùn mantenía su imposible lucha, partiò irremediablemente junto con el vagòn.
El resultado fue brusco e inesperado.
Don Quijote, el viejillo, cayò a las vias, desmangarriado y de cualquier manera, vencido, a pesar de sus pocas fuerzas, por la presiòn que andaba ejerciendo contra la miserable poterna mecànica.

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