jueves, 16 de noviembre de 2023

MARY RENAULT NOS RESUME, MUY EN BREVE, GAUGAMELA

 La prestigiosa escritora Mary Reanult (1905-1983) es conocida sobre todo por sus novelas históricas, ambientadas en la antigua de Grecia, especialmente. Los conocimientos que se suponen detrás de cada una de sus recreaciones demuestran o bien documentada y preparada para llevar a cabo obras de la época greco-romana.


Entre sus obras de narrativa histórica, destaca la trilogía dedicada a la figura del gran Alejandro, escrita en la década de los setenta. Los títulos de cada volumen son Fuego del paraísoEl muchacho persa y Juegos funerarios.

Junto a estos tres volúmenes, publicó otro titulado Alejandro Magno, de carácter documental, donde expone la base histórica y demuestra la labor investigadora y crítica previa a su narración.

La conquista y expansión por Asia, y el relato de las batallas se encuentran en el segundo título, El muchacho persa. La novela es narrada en primera persona por este personaje persa, ya mayor, Bagoas. Se convirtió en el compañero de Alejandro durante esos años, y ya mayor, rememora las vicisitudes del rey desde su perspectiva.

Tiene un tono más humano y personal, al ser narrado en primera persona por este personaje.         

 

Dejando el grueso de la novela a un lado, para referirnos a lo que ocurrió en la decisiva batalla y el papel guerrero de Alejandro, el muchacho Bagoas nos relata la batalla de Gaugamela de forma indirecta. No lo hace como testigo presencial, sino lo que conoce de oídas. Unos soldados, pasados unos días del enfrentamiento, y otros de la jerarquía militar, le cuentan los episodios principales de aquel enfrentamiento.

En verdad que Renault se muestra bastante sobria, parece no querer despegarse mucho de Arriano, aunque la fuente de la que saca más partido, literariamente hablando, parece ser la de Curcio. Precisamente por eso que le ha criticado al mismo, en aquel volumen documental citado antes, por los afanes literarios y retóricos del autor latino.

La batalla no se cuenta, como decimos, en directo, de forma lineal a la historia. La autora recurre al recurso de la tragedia, la rhesis de un mensajero, para contarnos lo que pasó.

Pero antes de relatarnos el m bélico, la autora nos evita la incertidumbre y nos cuenta con antelación el desenlace final del encontronazo, en el capítulo anterior.

La escena es así. Bagoas está a distancia de donde se desarrolla la batalla, en el campamento persa, junto a las mujeres y los carros de los pertrechos, al margen de la batalla, y en espera del desenlace.

Pasado un tiempo empiezan a llegar noticias y rumores. Darío se acerca. Alguien pregunta si venció, otro le responde que vuelve derrotado, otra vez derrotado, recordando Issos.

Entre estos rumoreos y suposiciones, llega y aparece por fin el rey Darío. Fatigado y desolado, recoge todos los pertrechos que puede, reagrupa a su ejército, todavía muy numeroso, y emprende la retirada hacia Ecbatana. Con ellos va este narrador persa.  

—Todo está perdido… El rey regresa.

Yo me abrí camino entre la gente y le pregunté gritando:

—¿Cuándo? Uno que ya había tomado un sorbo de agua repuso:

—Ahora

Esta llegada del rey persa derrotado, un inciso, nos recuerda a la llegada de Jerjes después de Salamina en Los Persas de Esquilo. Es solamente esta estampa, porque no hay más desarrollo en la novela, al contrario que en la tragedia. 

En el siguiente capítulo es cuando nos relata la batalla, reconstruida a partir de lo que le oye a los soldados y líderes del ejercito persa, con posterioridad a los hechos.

Renault renuncia, es una pena, a contárnosla en detalle, como así hace Manfredi o el propio Stone en su film. Como dice el narrador persa, nos va a hacer un resumen, pues aunque se sabe de memoria lo que ocurrió entonces, no tiene fuerzas para relatarla completa el desdichado suceso. 

A través de ellos me fue posible reconstruir la batalla bastante bien. Más tarde pude escuchar la descripción de la misma por parte de hombres expertos: táctica por táctica, orden por orden, golpe por golpe. Me la sé de memoria pero no tengo valor para referirla de nuevo. Resumiendo, nuestros hombres iniciaron la batalla agotados por haber permanecido en vela toda la noche dado que el rey esperaba un ataque por sorpresa…                       

A continuación, y de forma muy breve y suscita, nos relata el momento decisivo de la batalla, el ataque de los hetairoi sobre el hueco en el centro persa.

No nos cuenta la autora nada más, y, en comparación con otros autores, como Manfredi, el relato de Renault sabe a muy poco.

Renuncia incluso, no dice nada, del ataque de los carros falcados, tan espectaculares y de patéticos efectos, y con tantas posibilidades narrativas. Renuncia a este episodio, por tanto, con la gran carga de patetismo que lleva, cuando Pseudo Calístenes lo escoge precisamente por esto, los films le sacan partido, Manfredi también, etc. 

La autora, por lo tanto, escoge el momento decoisvo de la batalla para hablarnos de toda ella.

Puesto que Darío encabezaba el centro y Alejandro la derecha, se esperaba que éste se dirigiera hacia el centro al atacarPero, en su lugar, dio un rodeo para flanquear nuestra izquierda. El rey envió tropas para impedirlo, pero Alejandro fue atrayendo progresivamente a nuestros hombres hacia la izquierda provocando así el adelgazamiento de nuestro centro. Después formó el escuadrón real, se puso a la cabeza del mismo, inició un ensordecedor grito de guerra y se lanzó como un trueno en dirección al rey

En estas líneas coincide en el momento y la estrategia decisiva de la batalla, con los otros autores y las fuentes conservadas, Arriano y Plutarco. Arriano sobre todo destaca, de forma casi parca en otros detalles, el hecho estratégico del ataque al centro.

Parece una écfrasis del mosaico incluso, tan sintético que es la descripción de a batalla.

En verdad, no parece querer extenderse en ella, no le merece, tal vez, mayor interés, a pesar de que fue, como se dice, la batalla decisiva entonces y cuyos efectos se mantuvieron durante varios siglos. 

Siguiendo con lo que nos cuenta el texto, introduce un dato bélico del que no hablan estas dos fuentes anteriores.

Darío había huido muy temprano pero no fue el primero. Su auriga había sido alcanzado por un venablo y, al caer, fue confundido con el rey. De ahí arrancó la primera huida. 

Como decíamos antes, Renault parece haber escogido a Curcio como su fuente predilecta para narrar la batalla, a pesar o por ello mismo, de lo literario que le resulta. Pues, aventurándonos en esto, eso parece ser este dato del venablo. La versión que nos muestra, la de la anónima lanzada que alcanza al auriga, y la falsa muerte del Gran Rey, sigue por tanto al texto del autor latino

Al igual que Curcio, y a diferencia de los dos citados, por tanto, señala que un venablo, una lanza, pero no arrojada por Alejandro, como luego nos lo cuenta Diodoro, un xystón, pasa junto a Darío y arrambla con el auriga del Gran Rey.

Se siembra la confusión, hay rumores de que el propio rey ha caído, y él mismo Darío no duda en ese momento y, a diferencia del escrito de autor latino cuando lo rehabilita, el propio rey emprende de inmediato la huida

Curcio en estos momentos introduce en su relato unos instantes de indecisión honrosa y meritoria en el rey Darío. Parece querer rehabilitarlo frente a la imagen tradicionalmente cobarde que se había transmitido.

Renault deja de lado este momento de dignidad que hay en Curcio, pero como contrapartida y en paralelo a éste, Renault nos introduce los pensamientos y deseos heroicos del joven persa. Éste admira a su rey. Y hubiera esperado de él una reacción más valerosa y corajuda, que incluso hubiese podido mantener en suspenso el desenlace de la batalla. 

Tal vez hubiera podido afrontar un combate individual como aquel ya tan lejano de Kadusia. ¡Si hubiera tomado las riendas del carro y hubiera lanzado un grito de guerra adentrándose entre los enemigos! Hubiera sido rápido y su nombre hubiera perdurado con honor. Cuán a menudo debió desearlo así antes del final.           

Eso que tanto deseaba el persa, por tanto, no llega a suceder. El destino estaba escrito, parece ser. 

Pero, presa del pánico como una hoja en la tormenta, al ver a Alejandro acercarse a él montado en su caballo negro, hizo dar la vuelta al carro y provocó la derrota. Y la llanura de Gaugamela se convirtió en un matadero. 

La autora nos devuelve, pues, a la imagen ya tópica y forjada por la tradición, presente ya en el mosaico de Pompeya, desde la antigüedad, la de un Darío acobardado y en huida, frente a un envalentonado y corajudo Alejandro.

La imagen, la estampa que fija la huida del Gran Rey, tal como citan las fuentes, tanto los textos como el mosaico o los films, es la ya conocida: Darío tira de las riendas y hace girar en fuga el carro real.

POR TANTO, Y RESUMIENDO, Mary Renault nos da una descripción de Gaugamela muy breve y suscita, algo quizás inesperado. Evita cualquier detalle, por narrativo que fuera, por ejemplo, el de los carros falcados, para describirnos el enfrentamiento. Se centra solamente, en una instantánea, en el momento decisivo, el golpe de estrategia de Alejandro, la lanzada y la huida del rey.

Cierto es que este momento resume, se pudiera decir, toda la batalla. Es el ataque sorpresivo de la Caballería, Alejandro al frente, contra el carro real persa de Darío.

En esto coincide con las sobrias y sintéticas descripciones de Arriano, pero también es verdad que le falta algo novelesco y dramático al relato, al fin y al cabo, es una novela.

Parece recurrir entonces y para ello al dato del literario Curcio, el de la lanzada contra Darío, que alcanza al auriga, y la falsa muerte de Darío. Y con estos dos datos literario-novelescos da algo de emoción a la descripción.

Pero, ya decimos, no dedica más tiempo al acontecimiento. Con la huida de Darío, concluye en breve el relato de la monumental batalla. En verdad que se podría haber esperado mayor detalle, algo de emotividad, recrearse en algún aspecto, los carros falcados, sin ir más lejos. Pero no encontramos nada de esto.

Pero el joven persa, a pesar de que dice conocer todos los detalles, no nos cuenta nada más. Dice que es un resumen, pero es que no alcanza ni a eso. Es sólo una fotografía, una instantánea. Es como la descripción del mosaico de Issos. Parece que le duela recordar tantos sucesos funestos, y la perspectiva del narrador se impone sobre cualquier otra consideración.

Si contrastamos esta versión con la novela de Manfredi o el film de Stone, sobre todo, podemos pensar en cómo han cambiado los gustos y recreaciones de estos episodios bélicos y batallas, sobre todo, en cada época, por parte de los escritores y el público lector.

Aunque, como decimos, parece no tener mucho interés en recrear la batalla la autora, no tampoco el interés por estos episodios bélicos, no como ahora. Por ejemplo, en las novelas de Posteguillo, uno de los atractivos son precisamente la descripción detallada y anecdótica de estas escenas guerreras. Han cobrado, pues, un renovado e inusitado interés para el público en la actualidad, a diferencia del de hace unas décadas.

 

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