Desde las primeras palabras de la introducción de este libro, La verdad de las mentiras, curioso y lograda paradoja, el autor Vargas Llosa se arranca con uno de los temas de la literatura y las artes de todad la vida, la ficción y su valor. La pregunta primera que se hace, ya en el ámbito general y humano, es la distinción entre ficción y realidad. Porque, en verdad, esto atañe directamente al núcleo de la literatura.
Una de ellas, claro, y que es un tema repetido, es el de la literatura como farmakon.
En el mundo clásico es conocida la exposición, el discurso de defensa Pro Archias, que hace Marco Tulio Cicerón a favor de la ciudadanía del poeta, de origen heleno, Archias. En un momento, la defensa legal del personaje se convierte en una defensa de las humanidades y artes liberales, como las llama.
Aunque no largos, son conocidos y repetidos estos fragmentos que el autor dedica a la defensa de las humanidades, y a su valor placentero como salvífico.
Volciviendo al libro de Vargas Llosa y a su introducción, en los párrafos iniciales el autor hace una defensa de la literatiura en el sentido siguiente:
En efecto, las novelas mienten —no pueden hacer otra cosa— pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar —tramposamente— ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo.
Es decir, y tal como nos dice, uno de los motivos que están en el origen de las ficciones es esa inconformidad, esa carencia que el ser humano tienen sobre su vida. Y la literatura vienen a calmar y curar, en parte, ese deseo inconformista. Es, en este sentido, un claro fármakon para la vida.
Más adelante el autor sigue desarrollando esta relación entre ficción y realidad, relación esta de la que irán saliendo otros valores que tienen que ver con el fármakon, en uno u otro sentido, que proporcionan las artes y humanidades en general.
El caso más repetido de este hecho lo encontramos durante los meses de reclusión de la pandemia. A lo largo de ellos y aún tiempo después, muchas personas de toda clase y pelaje reivindicaban el valor de las artes, la literatura, el cine, etc., el valor real que habían tenido en estostiempos para sobrellevar sus vidas.