Este histórico, monuental, portentoso y clásico film, comedia de los sesenta, It´s a mad, mad, mad, mad world, que ayer tuvimos la suerte de ver en una pantalla de las de antes, no en un
monitor capitisdisminuido de televisión, por muy grandes que los quieran hacer,
esta clásica y completa comedia de los sesenta arranca como un western, con una
gran e inconmensurable panórámica del paisaje desértico de California, por el
cual zigzaguea una fina cinta de asfalto en la que un coche desaforado
adelanta como poseído a cuantos automóviles encuentra a su paso.
Circula poseído por no se sabe qué, un coche negro,
haciendo adelantamientos a cuál más peligroso, y por encima de los ciento cincuenta
kilómetros. De repente, el automóvil enfebrecido se sale de la vía, remonta un
peralte y sale volando sobre el fondo azul del cielo para caer estrepitosamente
en la ladera de la carretera.
Hacia el borde de la misma, los coches que anteriormente habían sido suicidamente adelantados, se detiene y se asoman al borde. Bajan a continuación hacia el automóvil destrozado, en busca de un posible socorro los hombres, pues las mujeres quedan a la expectativa.
Allí, un personaje mayor, de negro, quien conducía el
desaforado coche, delira y agoniza.
En sus últimas palabras, les dice dónde está escondido
un dinero, 350000 dólares, a saber su origen, que sería lo de menos. Bajo la
gran doble uve, se ve fácilmente, allí está enterrado. Corran y desentiérrenlo,
y en un arranque de lirismo, les desea el mayor disfrute de su dinero a su salud.
Gira bruscamente el cuello y queda tieso, inmóvil. A
continuación, su pie, aún flexionado, se sacude, se estira y de resultas, da
una patada sorpresiva a un balde de metal caído junto a su cuerpo.
Kick the bucket, “patada
al balde”, la expresión inglesa similar a “estirar la pata”.
Da una patada, no estira la pata, patada al balde que
se encontraba casualmente allí.
En ese momento y del ruido, pega un brinco del susto Benjy,
el simplón compañero de Rooney. La cámara se demora un poco mostrando como el
cubo cae rebotando entre las piedras ladera abajo.
Como
la vida misma.
Y, sin embargo, hay toda una gracia y una comicidad en
la escena, con aquellos singulares personajes reunidos y arremolinados por un azar
junto a aquel individuo agonizante. El mismo que va a ser el culpable de que a
partir de ese momento una frenética y desesperada carrara por el ansiado botín
de dólares los consuma, y consuma a los espectadores en un trajín impagable e
hilarante de situaciones graciosas y guasona.
Un clásico
de la comedia de los años sesenta y del cine de aquellos años. Por azares de
las reposiciones, el grupo del aula de cine tuvieron a bien reponerla en
pantalla grande en su ciclo de comedias y ladrones.
https://www.youtube.com/watch?v=nf5_FvKXxvE&ab_channel=oSYaRtc
P.D. Como colofón, menor, a tan prodigiosa en enredos, situaciones y peripecias vividas por aquel grupo casual de personajes variopintos y disparatados, la última escena transcurre en el hospital, en una sala donde se encuentran todos, unos enyesados, otros con colgadoras, tensores y un largo etecétera de ortopedias y terapias, el pago a su loca y desmedida ambición. En este caso un resbalón es el efecto cómico con el que culmina el film.
Casualmente, momentos antes de la entrada de estas jefas, el simplón de Benjy ha vuelto a hacer de las suyas y tras engullirse un plátano, ha arrojado la cáscara por los aires, yendo a caer al centro de la sala.
Al centro de la sala, donde justamente, momentos después, la pisa la susodicha suegra, cuando ya estaba lanzanado las primeras filipicas, y dando un vuelco vertiginoso e inesperado en el aire, cae despatarrada al suelo.
Todos estallan en carcajadas, incluso el depresivo Spencer Tracy, que había profetizado no hacerlo nunca más.
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