Al parecer, ya se han hecho en otra ocasión alguna película sobre
su vida.
El enfoque de esta nueva versión, sin embargo, y para uno que no
sabía apenas nada, es atractivo y revelador.
Algunos hechos que desconocíamos cobran un protagonismo absoluto
en el film y en la vida del cantante.
Su atrevimiento y revolución, la de tomar la música de los negros,
el rhytmn and blues, y asumirlo como la nueva música, sin
prejuicios en la clasista sociedad de entonces, da una verdadera dimensión de
la revolución que significó la estrella.
Además, como una sombra que siempre revolotea sobre el genio,
físicamente incluso con perfiles serpentinos y maléficos, se alza la figura de
su parece que cruel manager, el tal Coronel Tom Parker. El film parece acentuar
en sus rasgos físicos la catadura moral del tal personaje.
Con esto elementos, más otros más, la película adquiere tintes
casi de tragedia clásica.
De hecho, a poco que reparemos en ellos, veremos algunos elementos
que la emparejan, mutatis mutandis, con la tragedia. Y, más en
concreto, con una obra como Las Bacantes, última de las
obras escritas y conservadas del tragediógrafo Eurípides.
Comentaremos algunas de estas cosas que emparejan a Elvis con
la tragedia y las Bacantes de Eurípides, de forma
puntual y somera, con más de elucubraciones que otra cosa.
El tráiler
de la película se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=HOAj7xO1zDI
LA INICIACIÓN
MUSICAL DE ELVIS: LOS MISTERIOS DIONISÍACOS.
En las primeras escenas de la película, es decir, cuando se
empieza a contar los antecedentes de la biografía de Elvis, se retrotrae el
film a la adolescencia de Elvis. Por motivos económicos, se traslada n a
vivir a un barrio pobre, es decir, pobre y de negros. Allí se le ve correteando
y curioseando con otros chiquillos negritos. En un momento, se le ve mirando
por el agujero de una cabaña, donde un misterioso guitarrista se desagarra cantando
una música que le parece salida del fondo de su ser. El chiquillo Elvis queda
impresionado.
Pero eso no sería todo. Inmediatamente, aburridos, los chiquillos
y Elvis salen corriendo por el descampado hacia una carpa sucia que se levanta
en él.
Dentro están celebrando una misa con cantos y góspel, la tradicional entre la comunidad negra. Elvis, como el joven poeta Hesíodo, queda prendado de todo ello, entra como en éxtasis una luz que se filtra entre las lonas y parece bañarlo completamente, y se siente trotalmente transido por aquel espectáculo, aquella música que va más allá de lo meramente sensorial y musical.
Es la escena del contacto con las musas que recibe Hesiodo en lo alto de las cumbres del monte Helicón.
El joven Elvis entre en contacto de golpe
en contacto con la furia del dios, de la fuerza de la música. En el film se
muestra cómo se queda transido totalmente e imbuido de la fuerza y el misterio
divino. Lo presenta a modo de iniciación esotérica, chamánica, primitiva y
comunal.
Tal como la representan, parece una
ceremonia mistérica de la Grecia Clásica, solamente los
iniciados. Misteriosos, enigmáticos, de unos ritos antiguos de los que no se
sabe mucho. Implicaban, eso sí, una adhesión completa al ritual, tal como
aparece el niño Elvis en el film.
Es decir, más que el primer y fascinante
contacto con las musas heliconias del poeta Hesíodo,
el contacto primero con la música, la música espiritual negra, convertida en
una fuerza más que divina y que se apodera del alma y el ser del niño Elvis,
semeja más ...
EL HOMBRE, JUGUETE DE LAS DIVINIDADES.
En el mundo homérico, no hay religión a la manera cristiana, los dioses andan a sus preocupaciones, sin preocuparles en general el mundo de los mortales.
Elvis, a la postre, es víctima de
todo aquel mundo en el que se ha convertido su trayectoria musical y comercial.
Quien mejor representa ese mundo ajeno a
él, que lo manipula como los dioses homéricos, aquí además malévola y
cruelmente, son las conversaciones entre el coronel y los magnantes del Hotel
Internacional de Las Vegas. Allí tendrá que actuar durante cinco años
ininterrumpidas, frustrada sus proyección internacional de giras a otros
países.
Por una razón o por otras, las deudas del
personaje, recluyen a Elvis para que toque invariablemente todos los años en el
gran hotel de las Vegas.
De hecho, el cantante, sometido a un
estrés insoportable, se hunde físicamente. Se llega a desmayar rumbo a una
actuación. El coronel es implacable, que este hombre se suba al
escenario, sea como sea. Haga lo que tenga que hacer, doctor.
Y a continuación, la imagen enfoca una
jeringuilla letal de la que brotan unas gotas que suponemos reactivarán, y
dañarán, al héroe aniquilado en el suelo del pasillo.
Como los personajes homéricos,
el cantante se convierte casi en un pelele, un muñeco a merced de los dioses.
Estos dioses, mezquinos, son el Dinero, el Poder, la Codicia de su
representante, …
Pero esto que plasma el film, no sabemos
con qué porcentajes de veracidad, ha sido lo que ha venido ocurriendo desde
entonces en la sociedad del espectáculo. La misma industria crea y fomenta a
unos personajes, los eleva a condición de héroes o mitos, para acabar luego
devorándolos y haciéndolos desaparecer de la forma más monstruosa a cómo han
surgido.
LAS MÉNADES EN EEUU.
Especialmente, como en Las
Bacantes y en las esculturas y representaciones de la época,
las jóvenes féminas son las que expresan y viven con mayor
entusiasmo y pasión este nuevo sentimiento que les transita el dios.
Esculturas de las ménades o
bacantes, de aspecto alocado y en éxtasis y frenesí, se hayan representadas
en todo el mundo griego.
Del mismo modo, en la película se cuidan
muy mucho de exhibir especialmente a las chicas jóvenes, adolescentes, en
situación de éxtasis.
Así se ve en el primer concierto que da
Elvis. De una expresión aburrida y consolada que expresan los pases musicales
del country de la mano de Hank Snow, se pasa a una especie de emoción contenida
al tiempo que Elvis comienza su concierto y sus contoneos.
La emoción por fin estalla. Prácticamente
sin que ellas, las chicas, puedan evitarlo, desde dentro exhalan los primeros
gritos, gritos verdaderos, de pasión incontenible, ante la mirada atónita de
sus compañeros masculinos.
De los gritos y balbuceos, otras se pasan
al llanto irreprimible, no pueden soportar tanta pasión.
Esto lo muestra bien la película, y podría
tener su equivalencia es unas esculturas clásicas y helenísticas.
El fenómeno de las fans como
consecuencia y herederas de estas ménades del frenesí báquico, no ha dejado de
ser una constante que ha acompañado a la música popular de todo el siglo XX y
el XXI que llevamos.
AMBIGUO DIONiSOS, AMBIGUO ELVIS.
En verdad que leyendo por encima la
introducción de la edición de las tragedias de Eurípides en Gredos, no puedo
uno por menos que asombrarse por el parecido que dibuja el personaje de Elvis
en la película y su referente divino, el Dionisos heleno.
Sin ir más lejos, en esta introducción se entresaca una frase de W.
Otto, gran estudioso de la figura divina. Viene a rematar que la figura de
Dionisos es ambigüa en todos los aspectos. Refleja además los
conflictos insertos en la sociedad griega. Y en el summum, sitúa la ambigüedad
existencial, digamos: al mismo tiempo que divinidad del entusiasmo y la
exaltación del ser, irremediablemente unido a ésta conlleva
dramáticamente la de la autodestrucción y la locura del
individuo.
En una de las escenas de la película, casi
llegando al final, Elvis quiere separarse definitivamente del Coronel. El
manager, astuto, codicioso y falaz hasta lo más insospechadamente despreciable,
viene a ser su avatar destructivo. Por eso le dice, tú y yo somos el
mismo.
Está identificando los dos principios, uno, el
del arte, la creación artística, el propio de Elvis, y dos, el de la
destrucción y la locura, las drogas, representado por la otra cara de la
estrella, el Coronel.
Aunque esto no deja de ser más que una
elucubración. La verdad es que, si las cosas ocurrieron tal como las muestra el
film, el manager exprimió sin compasión la capacidad de su “chico”.
En el momento que surge Elvis y la nueva música en el mundo blanco americano, fusión del country tradicional con el rhythm and blues del mundo negro, explota el conflicto de oposiciones latentes en la sociedad establemente burguesa.
Este se manifiesta, en la película,
siempre en la película, en el ambiente femenino mayoritariamente.
Su tradicional posición secundaria en la sociedad tradicional da un giro ante
las expectativas tan radicales que ofrece el nuevo estilo de vida musical, y de
costumbres que conlleva la nueva música.
Igual ocurre en Bacantes.
Como igual ocurre en la religión dionisíaca. Las sospechas de
la sociedad de que aquellos ritos nuevos, protagonizados también por mujeres,
terminaban convirtiéndose en orgías y lujuria sexual.
Ídem de lo que se ve en la película.
Cuando a Elvis se lo lleva la policía del escenario en un concierto de su
primera etapa, las acusaciones de las autoridades locales, en el sur
estadounidense, son las mismas. El extraordinario cantor incita a la lujuria
y la perversión.
Es decir, tal y como la sociedad helena se
escandalizaba de aquello que pudieran estar haciendo las féminas, cuando
acudían atraídas incontenibles a las fiestas dionisíacas, alejadas de la polis,
en los montes griegos.
Lo mismo que la nueva religión en tiempos
helenos, la nueva música atenta sobre todo contra la moral, y esto conlleva una
reacción sobreprotectora de la institución familiar sobre sus
jóvenes hijas.
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