ESCAPADA FRUSTRADA DE GABRIEL E INÉS. EL DESTINO ENCADENA LOS PIES DE INÉS.
Llegado un momento del tiempo, y después de tanto luchar por ello, hete aquí que los dos jóvenes encuentran el momento propicio para la fuga, al igual .
En efecto, aprovechando un despiste de la tía Restituta, abandonan la casona y el comercio de los Requejo, alborozados de encontrarse por fin libres y unidos.
Así andarán y caminarán por el espacio de unas horas por las calles madrileñas, alborozados de su recién estrenada libertad. Abrazados en medio de la gran muchedumbre que se ha echado a la calle en esos momentos, su gozo los aísla del resto del mundo.
-Estamos solos, Inés -le dije-. Ahora podremos hablarnos y vernos.
En efecto, estábamos solos. Yo no veía ni Rey ni pueblo, ni guardia Imperial, ni balcones, ni quitasoles, ni abanicos, ni capas, ni gorras, ni flores, ni nada: yo no veía más que a Inés, e Inés no veía más que a mí. Aprisionados entre un pueblo inmenso, nos creíamos en un desierto. Olvidamos que existía un Rey recién coronado, y una nación alegre, y una ciudad feliz, y una multitud ebria, y no pensamos más que en nosotros mismos. No oíamos nada: el clamor de la gente, los vivas, los mueras, las felicitaciones,aquella borrachera de entusiasmo no producía en nuestros oídos más impresión que el vuelo de un insignificante insecto.
-Gracias a Dios que nos han dejado solos -dijo Inés estrechándose más contra mí.
Pero, justo en ese sublime instante en que los dos se encuentran abrazados definitivamente, surge lo imprevisto. Inés se siente agarrada y aferrada por su parte más terrenal, su pie, uno de ellos, por la zarpa de su funesta pariente, doña Restituta.
“… Al pronunciar estas palabras, Inés sintió que la cogían un pie.
Miró ella, miré yo, y vimos que clavaba en el pie sus flacos dedos una mano correspondiente a un brazo negro, que extendiéndose entre las piernas de los circunstantes, estaba unido al cuerpo de Restituta, quien estiraba el otro brazo hasta tocar la mano que pertenecía a una de las extremidades de don Mauro Requejo, el cual D. Mauro Requejo, colocado como a dos varas de nosotros, pugnaba por abrirse paso entre piernas de hombre y faldas de mujer, recibiendo aquí una pisada, allá una coz…
Forcejeaban hasta alcanzarnos, cuando doña Restituta cayó al suelo; diole D. Mauro la mano, y ella alargó la otra para asir el pie de Inés, temiendo que en un nuevo vaivén o sacudimiento se le escapara. Nuestro proyecto de fuga quedó frustrado, …
El infortunio ha vuelto a caer sobre ellos. Doña Restituta y don Mauro, sabedores que su sobrina Inés es una rica y desconocida heredera, se han lanzado desesperados a la calle en su búsqueda. Cuando por fin, de un modo humorístico y hasta grotesco tal como lo relata Galdós, la avistan en medio de la muchedumbre que se apelotonaban en las calles en aquellos momentos, se abalanzan sobre ella de cualquier forma, a rastras si hace falta y siendo pisoteados.
Si quisiera uno forzar las cosas, esta tragicómica imagen del pie de Inés, agarrado por la rapaz Restituta en el momento más emocionante de su reencuentro tiene su cierto simbolismo. El pie simboliza muchas cosas, aquí parece oponerse a la parte superior de los jóvenes, los abrazos y el amor. En cambio, Restituta aferra el pie como la parte última y, al mismo tiempo, vital de la persona. La inmoviliza en su parte motora, no puede moverse, y la devuelve a ese cruel destino ya fijado inamovible de antemano.
Pues, cuando sublimadamente, se abraza Inés con Gabriel y juntos experimentan un trance privado e íntimo, en medio de toda la barahúnda que los rodeaba y de la que ellos en ese momento eran totalmente ajenos, en ese sublimado momento de los abrazos y las almas, el tan esperado encuentro, es cuando el infortunio, simbolizado por la presa que del pie, símbolo de lo terrenal y , en este caso, de lo más bajo, de Inés hace Restituta, resuena con las trompetas del inexorable destino que rodea a los humanos.
Es cómica, hasta grotesca, la escena que narra Galdós, doña Restituta por los suelos, don Mauro pisoteado, y, sin embargo, así y todo, aferrados al pie de Inés, al rico y pronto a heredar pie de Inés.
Y también es trágica al mismo tiempo, pues los jóvenes no pueden escapar al destino que la sociedad les ha impuesto, llevada a la práctica con la zarpa inmisericorde e inmovilizante, cual destino, de Restituta.
Pues en Inés solo ve ganancias presentes y futuras, sabedora de que es una hija desconocida de una noble familia, y heredera de todas sus posesiones. En ese momento, la zarpa de Restituta, aferraba con ansia al pie de Inés, la inmoviliza y hace devolver su persona y el estado sublime en el que se encontraba con Gabriel, elevado a las alturas, la hace caer y sumergirse en lo más mundano y peor de la vida.
Hasta aquí lo del simbolismo, forzando un poco las cosas, lo del simbolismo en el pie en esta tragicómica escena de El 19 de marzo y el 2 de mayo.
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