viernes, 3 de marzo de 2017

La La Land: los amores de Apolo (o de Orfeo)



Pie y zapatos: Siempre nos fijamos en la relación que tienen los pies o zapatos con el transcurso de la historia que se cuenta y sus personajes. En esta ocasión, tratándose de una película musical y con números de baile, era claro que en algún momento habría de darse esta ocasión. 
En efecto, se trata de una de las escenas más famosas de la película, cuando se cambian por primera vez los zapatos, más bien ella es quien lo hace. Es realmente la primera escena en que parece que los dos protagonistas, después de protagonizar varios desencuentros y desaires, por fin logran conectar. Entonces, una vez ella se ha cambiado los zapatos de tacón por unos más adecuados para bailar, empiezan su número musical y de alegre danza, quedando ciertamente prendados el uno del otro. 
Allí empieza su relación amorosa, en un lugar mágico y privilegiado, el mirador desde el que se ve en toda su extensión la gran llanura sobre la que se ubica la ciudad de los sueños..

Apolo, una nueva historia de amor.

Apolo, dios y patrono de las artes y la música, entre otras varias funciones, aquí es interpretado por Ryan Gosling (ese canadiense amable, Meryl Streep dixit), pianista apasionado por la música jazz, se enamora de una joven y apasionada también ninfa, una de las ninfas seguidoras de la musa del teatro. Ambos están en el inicio de sus carreras profesionales, tratando de abrirse camino en el duro y difícil mundo del arte. Juntos van a iniciar un romance amoroso con el telón de fondo de Hollywood, la ciudad del cine.

El flash-back: A lo largo de su historia tendrán su particular descenso a los infiernos, su crisis de pareja y profesional, la clave va a estar en si este Orfeo-Gosling podrá evitar la tentación de mirar atrás para confirmar que su Eurídice le sigue.
En una de las escenas, ya típicas pero no por ello nunca acaba de cansar, Apolo-Goslip, como ya hiciera Humphrey Bogart en Casablanca, y dándole para atrás a la manija del tiempo, Eneas ante Dido y Ulises en la corte de los feacios, Apolo-Orfeo Goslip (ya no sé cómo llamarlo) hace un flash-back ante Emma Stone, alias Ilsa, alias Dido o Nausícaa y el público reunido en el local en Gosling ha logrado hacer realidad su sueño, un local de música jazz.
La novedad que introduce este flash-back es la música, no hay voz, Gosling no habla, sólo toca el piano de una forma sentida y triste, sólo comunica silenciosamente las notas nostálgicas y melancólicas de su elocuente canción. 
Para los espectadores, esta música  se convierte en la música de fondo de un relato, una sucesión de imágenes de ese flash-back. Y aquí está la otra novedad, de un flashback de la nostalgia y la amargura, de la historia que hubiera podido ser y ... No relata la historia cierta de la separación entre Rick e Ilsa en el París de la II Guerra Mundial, ni la estratagema del caballo y la destrucción de la sagrada Troya, como Eneas y Ulises hacen. No, este flash-back novedoso es, quizás, más triste y amargo. Aunque el resultado de la historia, en tantos casos, viene a ser  el mismo, un final con sabor a pérdida y nostalgia.
Apolo-Orfeo-Gosling queda atrapado y poseído por su musa, la propia música, en su loca,l rodeado de penumbras, luces de neón y público, un local que parece en cierto sentido su peculiar inframundo, pues se encuentra en un sótano al que se accede descendiendo por las escaleras que desde la entrada dan acceso a la calle. Allí es donde tiene su reino ciertamente de la oscuridad pero al mismo tiempo reina también la música. 
Por su parte, la aprendiz de actriz escapa hacia la superficie con su buen acompañante, aunque no podemos decir que regrese a la luz.ha visto y oído la historia que Apolo Gosling le ha contado, desde sus cinco años de separación, no le han quedado ganas de seguir con lo que parecía una prometedora velada nocturna, y con el rostro triste emprende la salida del lugar.
Para tranquilizarnos, en el último momento, Apolo y Emma-Ilsa-Dido se atreven a mirarse a los ojos, Apolo desde el piano, ella en el umbral de la puerta del local, a punto de traspasarlo. Entonces intentan mirarse y una tímida sonrisa cómplice, un destello agradable aparece en sus miradas, aunque el deje de amargura no termine de borrarse. Así y todo, este último gesto de los dos los convierte en cómplices para siempre de su historia, una historia contada una y mil veces, pero no por ser tan repetida deja de  captar la atención de los que la siguen y seguirán viendo y oyendo.

El mundo clásico: por decir algo, el mundo clásico, claro, dejando de lado que toda la obra gira en torno a las artes del dios Apolo y Dioniso, la música y el teatro, el mundo clásico, decíamos, no aparece de forma directa en el film. Sólo hay  una vista de un templo clásico entre los decorados de los estudios de cine en donde trabaja Emma, de forma fugaz.
Más fugaz si cabe es la otra aparición, cuando ambos van al Astrofísico, el mismo de la película Rebelde sin causa, donde entran y pasan por una sala donde la cámara enfoca a la cúpula donde están representados diferentes dioses clásicos, asociados con las constelacuiones y los signos del horóscopo. Esta escena es antes de que se produzca el fantástico baile entre las estrellas de ellos dos. Hasta ahí llega la relación directa del mundo clásico en la película


Luciano Pavarotti & Barry White