domingo, 18 de febrero de 2024

¿CÓMO SE DICE ESA PALABRA? SÍBARIS EN EL FARWEST (LOS IMPLACABLES, R. WALSH, 1955)

SÍBARIS EN EL FAR-WEST.


Le viene a uno a la cabeza, entre rebullones y flashes, la primera vez que oí la palabra SIBARITA en la vida. No tiene nada que ver, desde luego, con la primera vez que la oye Jane Russell en el film. Fue, para variar, en la clase de Griego del instituto, hace ya muchos años, por boca del eminente titular de la plaza. La tal palabra, un auténtico extraño para los que empezábamos entonces el bachillerato, la aclaró con total naturalidad el profe, para tranquilidad y sosiego de los que allí andábamos, y cierto goce y privilegio de conocer el significado escondido en tal singular y sonoro vocablo.



    Los Implacables, de Raoul Walsh, 1955, excelente película del reivindicado Raoul Walsh, es un western donde los tertulianos de Classics de este western alabaron la figura del director y, entre otras cosas, como el edredón, reivindicaron la omnipresencia de la naturaleza en el film. 

https://www.youtube.com/watch?v=aQ65V56rTGA&ab_channel=CINEEXIN


El argumento  no es muy complicado. Un grupo de hombres han de llevar mil y tantas cabezas de ganado desde Texas hasta Montana, donde las reses escasean.

Entre medias, hay de todo en un western. Ataques de indios, peleas con cuatreros, ahorcados en cualquier árbol, salones y jugadores, etc.

La trama, además incluye un triángulo amoroso entre los tres protagonistas, Clark Gable, Jane Rusell y Robert Ryan. La bella mujer ha de decidirse entre una vida sencilla y de valía, en un rancho, junto a un vitalista Gable, u otra más de oropeles y falsamente atractiva de la ciudad, con R. Ryan.

En medio de la película, la bella Russell se decanta por los encantos y lujos que le ofrece quien se la puede proporcionar, R. Ryan. 

Éste, fuertemente atraído por ella, una noche la invita a una cena, íntima y elegante, en su habitación del hotel, con vajilla de vidrio, cortinajes y el ostentoso Ryan haciendo gala de maneras de hombre de mundo. Sabe de los deseos y carencias de la Russell.


Ryan ha preparado una cena íntima con Russell, pues, que a ella la coge de sorpresa. Sin embargo, y con valentía, termina aceptando. Le responde al principio decididamente, mientras Ryan le expone su filosofía de vida, él es un ganador, quiere ser envidiado, solo los perdedores no lo quieren. Russell lo escucha y le responde a su manera.

Las intenciones de Ryan se van volviendo cada vez más claras, cosa de lo que es consciente Russell, y encara directamente los deseos que siente por ella.


  • Se acostumbrará a esta clase de ropa, nena. Y algún día se preguntará cómo pudo contentarse con menos, dice Ryan.

  • Tiene facilidad para convencerme.

  • Pues si soy tan persuasivo, tal vez pueda convencerla de que no vaya al oeste.

  • No, yo soy como usted, tampoco doy rodeos.

  • ¿Existe algún motivo especial en California?, le inquiere decidido el negociante.

  • No, nada especial. Sino que, como todo el mundo, busco la parte de felicidad que me corresponde, dice Russell concentrada.

  • La felicidad no es cuestión de geografía, se encuentra en todas partes, dice un ufano Ryan mientras se afana con el corcho. Hasta en una tempestad de nieve en …

  • Yo no la encontré, dice desengañada, expresando su desencuentro con Gable, y después de la sorpresa que le supone el comentario de Ryan. Mientras, se entretiene con un bombón, que muerde de varias formas, como si fuera por primera vez.

  • Tal vez tenga más suerte en Montana, se envalentona Ryan.


  • Siendo usted el dueño de todo el territorio, y lo mira con cierta picardía.

  • Y también de su felicidad, afirma un provocador y ahora sí, segurísimo Ryan.

  • Es usted muy ambicioso, señor Stark, dice la inteligente Russell, todavía con el bombón entre los dedos.

  • Yo no tengo ningún interés por los sueños que tenga, afirma Ryan en el momento en que por fin descorcha el champán, con un sonoro tump.



  • Oiga, ¿qué es eso?, dice Russell pegando un respingo por el descorche, y dejando el bombón y refiriéndose al champán que desde hace un rato llevaba traquiniando Ryan.

  • Champagne, afirma mundano Ryan. Y remata, El vino de los sibaritas, mientras se sirve una copa y le sirve a ella el aristocrático líquido.

Russell mira desconfiada el líquido burbujeante que le vierten en la copa

  • Si quiere que entienda su palabrería, va a tener que bajar a mi nivel, manifiesta Russell sin complejos. Y vuelve al bombón.

  • ¿Y por qué no procura usted subir?, aprovecha seductor Ryan. Y sigue, ¿no es eso lo que espera de la vida?


Ryan incita los ardientes deseos de Rusell de dejar atrás su vida de campesina y vaquera.


  • Sí, supongo que sí, lo encara valiente la joven.


Y entrando por ese camino que le propone Ryan, por fin, Russell le pregunta sin tapujos

  • ¿Cómo se dice esa palabra?

  • Sibarita, dice confiado en su juego Ryan

  • Sibarita, le responde Russell con cierta extrañeza por pronunciar la nueva palabra pero atenta, una vez ha aceptado la seducción, confirmando su participación.

  • Significa una persona con gusto. Evidentemente, Ryan se presenta como ese prototipo que encarna a un sibarita, aunque sabemos que sus valores van por oro lado

Es claro que no vendría a cuento que un tratante algo turbio de negocios del lejano oeste fuera a endosarle a la joven ávida de conocimientos que, por otra parte la confundirían más, no iba a endosarle la explicación etimológica de sibarita y la leyenda legendaria de la ciudad de Síbaris, origen de tal significado.

  A todas estas, Ryan lleva con la copa de champagne en la mano, presta a ofrecer, todo este rato de diálogo, esta mini clase de léxico, más que de etimología. Russell, humilde aprendiz, sentada, acepta su ignorancia junto con sus deseos de aprender y sus expectativas encontradas. Hace un gesto como de admiración

  • Qué le parece un brindis?, se decide por fin Ryan, que ha tendido el lazo sobre la joven con la palabra sibarita y el champán francés, y se siente con éxito.


  • Brindemos por lo que usted quiera, dice Ruseell decidida, saliendo del estupor de hasta entonces.



  • Por usted y por mi idea, dice galante al tiempo que ambicioso Ryan. Y `por un muto monopolio de las cosas mejores de la vida, remata incidiendo en Russell.


  • Desde luego, habla usted como un sibarita, ensaya con el vocablo Russell, aprendiz y aventajada alumna, que capta en seguida lo que la palabra y el proyecto de vida de Ryan implican e identifican.


                                    Se ve por fin una sonrisa cómplice entre los dos.

  • A mí me gusta todo lo mejor, dice ingenua Russell. Y brindan como si ya hubiera sellado implícitamente su compromiso.

  Tras saborear , dice 

  • Pues eso, señalando al champagne, parece de lo mejor.

Y, a continuación termina como entrando en intimidad.

  • Ah, tengo hechos polvo los pies, tendré que quitarme los zapatos.


La seductora escena de la íntima cena acaba aquí, algo bruscamente, con esta curiosa frase.

    
    Así pues, el helenismo SIBARITA, insólito en el western, acompaña y es puesto en boca de un personaje no precisamente caracterizado por su integridad moral y por una ambición sin límites. Está en clara oposición al otro rival, Gable, rústico y simple vaquero.

Para el personaje de Ryan, su fin en la vida es vivir lo mejor lo más envidiablemente posible, a costa de lo que sea. Esta forma de vida elegante, que él califica de SIBARITA, sin embargo está aquí teñida negativamente. Quien la pronuncia y hace exhibición de su conocimiento  deforma en parte el significado original del término, referido a los habitantes de la ciudad de Síbaris, colonia griega del sur de Italia, la magna Grecia, quienes gozaban de comodidades de vida insólitas entre las polis de su entorno. Tantas, que incitaron celos, también políticos y comerciales, y su destrucción por la polis rival, Crotona.

En verdad el término ya lleva su carga de elitismo y clasismo, pero puesto en boca del tratante Ryan su valor es aún más negativo. En cambio, para la ingenua Russell, la nueva palabra le abre un mundo de deseos positivos y buenos, la felicidad, en suma, largo tiempo esperada.


A continuación, hay una elipsis, se cambia de lugar, estamos en la sencilla habitación de Gable, que limpia su arma despreocupado. En eso, se abre la puerta de un golpetazo y una ebria Russell aparece en el portal, dispuesta a renegar de su relación con él. Le tira el dichoso edredón, con lo que simbólicamente implica. 

Y Gable, serio, le reprocha su estado y su decisión. Hay una discusión en la que Russell le repite que lo va a dejar, pero en eso entra una de las mujeres del local, cariñosa, que reclama a Gable. Contra lo esperado, Russell, se ve que su seguridad es solo apariencia, se enfrenta a ella, celosísima, y la amenaza con un revólver para que se marche.

A la mañana siguiente, en las orillas de un río, Gable reúne a sus vaqueros, les confirma las condiciones de su trabajo y ordena el comienzo del acarreo de las reses. Al mismo tiempo llega en una carreta Russell, que se va a unir. Gable se opone pero Ryan se ofrece a hacerse cargo completamente de ella, cosa que lo hace aceptar finalmente a regañadientes.

        La travesía comienza entonces, y la parte viajera y de diversas peripecias del film.


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