miércoles, 31 de enero de 2024

SORTES VERGILIANAE EN EL WESTERN: TRES PADRINOS (1948) -4-

 LA PARTIDA HACIA NUEVA JERUSALÉN.

Se cambia de escena, hay una elipsis, y vemos a los tres padrinos saliendo de la carreta, rumbo a Nueva Jerusalén.

Las últimas imágenes del lugar que nos muestra el film tiene  un aire de misterio e inexplicable, como si en aquel lugar hubiera ocurrido algo extraño.

Hay un primer plano de la cruz de la madre fallecida, caída y barrida por el viento, y otra de la carreta, abandonada, que casi es desmantelada por la misma ventolera.

       los tres saliendo hacia N. Jerusalén.              La cruz caída y barrida por el viento.

               la cruz y los tres                          La carreta a punto de ser desmantelada por el viento

Elipsis durante la cual se supone que han caminado un trecho. Entonces se detienen y Bob le dice a Kid, que lleva al niño asido a él desde que partieron.

  • Kid, Pete y yo nos turnaremos para llevar al niño.

  • Yo pienso dejar a mi ahijado cuando me toque. Debo hacerlo. Está en el libro, le dice a Bob mirándolo fijamente como un iluminado. Entonces remata había tres hombres sabios que llegaron del este … tres hombres sabios. Y entonces aparta la mirada, fija la vista al frente y dice convencido totalmente yo soy uno de ellos.

  • Como quieras, Kid. Bien, Pete, ¿ en qué dirección está Jerusalén? Bob ya no sabe si está en Arizona o en Judea.

Kid le responde en lugar de Bob, él es ahora el guía, místico, pero guía.

  • Por allí, Bob, dice convencido y señalando con el dedo, y como si fuera evidente, dice no ves la estrella. Y emprende la marcha, seguido de rondón por Pete, y dejando estupefacto a Bob, que no acaba de entrar en el mundo paralelo de Kid.


Y, como dándole la razón al trastocado Kid, se ofrece una panorámica del paisaje, los tres en marcha y, en lo alto del cielo, una única estrella, ésa que según Kid es la que les marca el camino.

Y con una música serena, de tonos reverenciales, ajenas a un western clásico, un plano claro nos muestra la silueta de los tres forajidos en ruta hacia esa Nueva Jerusalén, siguiendo la luz de una estrella brillante sobre el firmamento.


Fundido en negro. El siguiente plano nos  muestra a los tres personajes, remontando trabajosamente una pendiente, casi un calvario, cargados con fardos Bob y Pedro, y Kid con el niño en brazos. Y la música melodramática de fondo, acompañando la escena.


A estas alturas, es claro que Kid, por las heridas ocasionadas o por su mayor credulidad, la debilidad y la falta de agua, pues toda su ración se la deja al niño, kid ya no es kid, sino, como ha dicho antes, un hombre sabio, en el sentido de santificado y poseído por una misión, la de salvar al niño.

¡Mirad, agua!, exclama, pero lo que ven los otros no es el ansiado líquido,  sino una amplia franja de color blanco.

  • Eso no es agua.

  • Sal.

  • Es un lago de sal. Tenemos que cruzarlo, exclama un desalentado Bob, consciente de la sinrazón en la que han caído.

Kid se sienta desfallecido y se niega a beber el agua que le ofrece pete, pero éste lo obliga.



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