La novela Vida y hazañas de Alejandro el Grande, atribuido a un autor desconocido nombrado como Pseudo Calístenes, fue una obra novelesca y de entretenimiento que tuvo mucha difusión desde la época en que se escribió, hacia el s. III. Con un tono novelesco, donde abunda lo fabuloso y lo aventurero, se narra la vida del rey macedonio sin excesivo rigor histórico, convertido en un personaje legendario y en vivencias de situaciones extraordinarias.
Mantiene,
desde luego, el eje cronológico y los principales sucesos históricos de su
aventura oriental. Por lo tanto, vamos a encontrar los relatos de las batallas,
que es lo que nos trae aquí, de las batallas de Issos y la de Gaugamela.
En
concreto, la batalla principal de Gaugamela o Arbelas, Libro II, 16 ss., es
descrito por el autor sin dar este nombre. Sólo cita como referencia un río, un
tal río estragas, en los alrededores del cual se sucede el encuentro campal.
El
relato propiamente de la batalla es breve, muy breve si lo comparamos además
con el tiempo que le dedica a los momentos previos, las escaramuzas iniciales o
la arenga de Alejandro a sus falanges dispuestas a entrar en combate. Todo
tienen un aire épico y de aventura, los soldados están enardecidos por entrar
en combate, Alejandro es un líder idealizado.
Pero la descripción de la batalla, como decimos, es apenas un suspiro, eso sí, cargado de patetismo, muy plástico y que logra, como una pintura, captar en una imagen impactante el encontronazo de los dos ejércitos. Pero como en una instantánea, casi parece.
…
En su marcha llega hasta las regiones del rio Estranga, esto es,
hasta la misma ribera del rio. Dario toma también sus fuerzas y llega también él
al Estranga. Al verlo estrecho y helado lo cruzó y encaminose y movió sus
efectivos a través de la zona desértica, con la intención de atacar el primero
de improviso a los soldados de Alejandro, de modo que los encontrara
desprevenidos y los pusiera en desbandada. Los heraldos se colocaron en el
centro del campamento y llamaron al combate a los valientes. Todo el ejército
de Dado revistiose de coraza y de todas las armas …
Dario
iba sobre un elevado carro …
Es
curioso este dato, que bien refleja el Ps. Calístenes, la posición
sobresaliente de Darío en su carro real.
Esta
posición la podemos ver directamente y, es más, resalta a primera vista, es
más, en el mosaico. Los films, por su parte, y tal vez Stone lo
intente más, no logran reflejar esta posición en alto del monarca.
Pero el mosaico, como decimos, lo refleja bien claro y es algo que llama la atención desde el principio, la altura preeminente del monarca persa sobre el carro, frente a un Alejandro jinete, que se halla no en línea y al nivel del otro, sino en una escala un poco inferior pero apreciable.
…
y sus sátrapas se apostaban en sus carros armados de guadañas. Otros conducían
mortíferas máquinas de guerra y lanza dardos mecánicos.
Al autor le interesa resaltar,
por su impresión, estas armas extraordinarias y potentes. Sobre todo, los
carros, los carros armados de guadañas, drepanóforos. Los films,
es claro, aprovecharan la ocasión para exhibir en pantalla la espectacularidad
de estos terroríficos carros, con sus ruedas armadas de funestas hoces.
Esto también se verá en otro de los mejores films de la Antigüedad clásica, Ben-Hur, donde se muestra en primer plano el carro de guadañas del antagonista de Ben-Heston.
El mosaico no tiene espacio para
mostrar esta arma terrorífica, y los otros textos los citan sin más. El de
Ps.C. une los carros de guadañas con otras armas a cuál más terrible, mortíferas
armas de guerra y lanzadardos mecánicos.
Estas últimas no las citan ni Arriano no Plutarco o Curcio, con datos más precisos sobre la falange y la caballería macedonia.
A las tropas macedonias las acaudillaba Alejandro, montado en su caballo Bucéfalo. Nadie era capaz de aproximarse a este fiero caballo.
No
introduce esos detalles realistas que citan los otros autores, referidos al
cabio de montura a lo largo del combate de Alejandro. Al autor le interesa,
desde el tono legendario y heroico, presentar al líder macedonio y su animal
emblemático, Bucéfalo. Apostilla a continuación el rasgo personificado del
caballo, quizás transferido del que o monta.
En esto, también el mosaico como, sobre todo, el Alejandro de Stone, dan relieve a la presentación del noble bruto.
En cuanto uno y otro bando dio con gritería el toque de ataque, lanzaban unos piedras, disparaban los otros flechas, como una lluvia que cayera del cielo; otros lanzaban jabalinas y otros hondeaban bolas de plomo. de tal modo que ocultaban la luz del día.
El
comienzo de la batalla es simple y sin detalles realistas. Se da el toque de
ataque y empiezan los dos bandos de forma tumultuaria a atacarse y lanzarse
todo lo que pueden.
Por
otro lado, bien es cierto que los comienzos de las batallas generalmente
empezaban con el lanzamiento de artilugios a distancia, para pasar luego al
combate cuerpo a cuerpo. Y esto es lo que nos cuenta que hacen los dos ejércitos,
sin mayor problema.
Eso
sí, encontramos aquí la referencia a las jabalinas, jabalinas como la
que pudo llegarle a Darío, según Curcio, y que los fims eligen como escanas
icónicas del combate.
Los dos símiles, elementos literarios de por sí retoman motivos literarios ya conocidos. Ha pasado ya a la historia la respuesta del espartano de las Termópilas ante laingentecantidad de lluvia que les venía encima. Aquí Ps.C. recurre a los mismos,
... flechas, como una lluvia que cayera del cielo; … jabalinas y … bolas de plomo. de tal modo que ocultaban la luz del día.
Estos detalles literaturizados de la batalla, los referidos a la abundacia de objetos arrojadizos que se lanzan, que más parece u trasposición del episodio de las Termópilas, no tienen referencia en los otros textos y tampoco en el mosaico y los films.
Como
decíamos, el autor hace un relato brevísimo de esta magna batalla, y tras esta
lluvia de armas arrojadizas de todo tipo, el inicio propiamente de las
batallas, se siembra una confusión general d y desastrosa para el ejército
persa.
Enorme era la confusión de
los que herían y los que caían heridos. Muchos caían muertos traspasados por
los proyectiles, otros quedaban moribundos. Oscuro estaba el aire y sangriento.
La
lanzada, la que hemos rastreado en los textos y obras visuales, aquí no tiene
aparición. La huida de diario se produce sin más, una vez constata que los
suyos están siendo arrollados por los griegos.
No
hay señales divinas, como el águila de Zeus o el adivino. Tampoco hay
referencia alguna a la carga de la caballería de los hetairoi, que sí
aparece en los textos y era un arma estratégica principal en sus tácticas de
batalla de Alejandro.
No,
la narración de Pseudo Calístenes está realizada con esas pinceladas de hechos
dramáticos y lugares comunes espectaculares.
Carga
las tintas en el poderío de armas persa, en especial los carros con guadañas.
Las flechas tapaban el cielo de tal manera que el aire se volvía oscuro, por
todos lados caían piedras, jabalinas y hasta bolas de plomo, en tal densidad
que oscurecían el día. Utiliza símiles y recursos ya habituales en los relatos
literarios, como hemos visto.
Cuando
los textos y el propio mosaico ponen en liza la carga de los hetairoi,
el Pseudo Calístenes, en esta breve descripción de la batalla, la pasa por alto,
como ya señalamos.
Y,
claro, fiel al estilo del texto, llamativo, novelesco, patético, señala el
detalle cruento de estas ruedas con hoces cortando e hiriendo crudamente a sus
mismos guerreros. A continuación, y para rematar con dramatismo la desenfrenada
escapada del rey, añade una comparación sencilla, en una tímida imitación de
los largos símiles homéricos,
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