jueves, 19 de octubre de 2023

ALEJANDRO vs. DARÍO EN PSEUDO CALÍSTENES.

     La novela Vida y hazañas de Alejandro el Grande, atribuido a un autor desconocido nombrado como Pseudo Calístenes, fue una obra novelesca y de entretenimiento que tuvo mucha difusión desde la época en que se escribió, hacia el s. III. Con un tono novelesco, donde abunda lo fabuloso y lo aventurero, se narra la vida del rey macedonio sin excesivo rigor histórico, convertido en un personaje legendario y en vivencias de situaciones extraordinarias.

Mantiene, desde luego, el eje cronológico y los principales sucesos históricos de su aventura oriental. Por lo tanto, vamos a encontrar los relatos de las batallas, que es lo que nos trae aquí, de las batallas de Issos y la de Gaugamela.

En concreto, la batalla principal de Gaugamela o Arbelas, Libro II, 16 ss., es descrito por el autor sin dar este nombre. Sólo cita como referencia un río, un tal río estragas, en los alrededores del cual se sucede el encuentro campal.

El relato propiamente de la batalla es breve, muy breve si lo comparamos además con el tiempo que le dedica a los momentos previos, las escaramuzas iniciales o la arenga de Alejandro a sus falanges dispuestas a entrar en combate. Todo tienen un aire épico y de aventura, los soldados están enardecidos por entrar en combate, Alejandro es un líder idealizado.

Pero la descripción de la batalla, como decimos, es apenas un suspiro, eso sí, cargado de patetismo, muy plástico y que logra, como una pintura, captar en una imagen impactante el encontronazo de los dos ejércitos. Pero como en una instantánea, casi parece. 

En su marcha llega hasta las regiones del rio Estranga, esto es, hasta la misma ribera del rio. Dario toma también sus fuerzas y llega también él al Estranga. Al verlo estrecho y helado lo cruzó y encaminose y movió sus efectivos a través de la zona desértica, con la intención de atacar el primero de improviso a los soldados de Alejandro, de modo que los encontrara desprevenidos y los pusiera en desbandada. Los heraldos se colocaron en el centro del campamento y llamaron al combate a los valientes. Todo el ejército de Dado revistiose de coraza y de todas las armas …

Dario iba sobre un elevado carro … 

Es curioso este dato, que bien refleja el Ps. Calístenes, la posición sobresaliente de Darío en su carro real.

Esta posición la podemos ver directamente y, es más, resalta a primera vista, es más, en el mosaico. Los films, por su parte, y tal vez Stone lo intente más, no logran reflejar esta posición en alto del monarca.

Pero el mosaico, como decimos, lo refleja bien claro y es algo que llama la atención desde el principio, la altura preeminente del monarca persa sobre el carro, frente a un Alejandro jinete, que se halla no en línea y al nivel del otro, sino en una escala un poco inferior pero apreciable. 

… y sus sátrapas se apostaban en sus carros armados de guadañas. Otros conducían mortíferas máquinas de guerra y lanza dardos mecánicos. 

         Al autor le interesa resaltar, por su impresión, estas armas extraordinarias y potentes. Sobre todo, los carros, los carros armados de guadañas, drepanóforos. Los films, es claro, aprovecharan la ocasión para exhibir en pantalla la espectacularidad de estos terroríficos carros, con sus ruedas armadas de funestas hoces.

Esto también se verá en otro de los mejores films de la Antigüedad clásica, Ben-Hur, donde se muestra en primer plano el carro de guadañas del antagonista de Ben-Heston. 

         El mosaico no tiene espacio para mostrar esta arma terrorífica, y los otros textos los citan sin más. El de Ps.C. une los carros de guadañas con otras armas a cuál más terrible, mortíferas armas de guerra y lanzadardos mecánicos.

Estas últimas no las citan ni Arriano no Plutarco o Curcio, con datos más precisos sobre la falange y la caballería macedonia.

A las tropas macedonias las acaudillaba Alejandro, montado en su caballo Bucéfalo. Nadie era capaz de aproximarse a este fiero caballo.

 A continuación y de forma alternativa, presenta al contingente heleno, del que el autor solo destaca a Alejandro y su caballo. Como en toda la tradición, respeta esta imagen icónica ya del Alejandro jinete enfrentado a un Darío sobre el carro real.

No introduce esos detalles realistas que citan los otros autores, referidos al cabio de montura a lo largo del combate de Alejandro. Al autor le interesa, desde el tono legendario y heroico, presentar al líder macedonio y su animal emblemático, Bucéfalo. Apostilla a continuación el rasgo personificado del caballo, quizás transferido del que o monta.

En esto, también el mosaico como, sobre todo, el Alejandro de Stone, dan relieve a la presentación del noble bruto. 

En cuanto uno y otro bando dio con gritería el toque de ataque, lanzaban unos piedras, disparaban los otros flechas, como una lluvia que cayera del cielo; otros lanzaban jabalinas y otros hondeaban bolas de plomo. de tal modo que ocultaban la luz del día. 

El comienzo de la batalla es simple y sin detalles realistas. Se da el toque de ataque y empiezan los dos bandos de forma tumultuaria a atacarse y lanzarse todo lo que pueden.

Por otro lado, bien es cierto que los comienzos de las batallas generalmente empezaban con el lanzamiento de artilugios a distancia, para pasar luego al combate cuerpo a cuerpo. Y esto es lo que nos cuenta que hacen los dos ejércitos, sin mayor problema.

Eso sí, encontramos aquí la referencia a las jabalinas, jabalinas como la que pudo llegarle a Darío, según Curcio, y que los fims eligen como escanas icónicas del combate.

Los dos símiles, elementos literarios de por sí retoman motivos literarios ya conocidos. Ha pasado ya a la historia la respuesta del espartano de las Termópilas ante laingentecantidad de lluvia que les venía encima. Aquí Ps.C. recurre a los mismos, 

... flechas, como una lluvia que cayera del cielo; … jabalinas y … bolas de plomo. de tal modo que ocultaban la luz del día.

Estos detalles literaturizados de la batalla, los referidos a la abundacia de objetos arrojadizos que se lanzan, que más parece u trasposición del episodio de las Termópilas, no tienen referencia en los otros textos y tampoco en el mosaico y los films.

Como decíamos, el autor hace un relato brevísimo de esta magna batalla, y tras esta lluvia de armas arrojadizas de todo tipo, el inicio propiamente de las batallas, se siembra una confusión general d y desastrosa para el ejército persa. 

Enorme era la confusión de los que herían y los que caían heridos. Muchos caían muertos traspasados por los proyectiles, otros quedaban moribundos. Oscuro estaba el aire y sangriento.

 A continuación y sin intervención de Alejandro y su caballería de hetairoi, planta ya de repente el desenlace final

 Como responde a su género novelesco, la descripción de la batalla, unas pinceladas, viene repleta de imágenes llamativas y trata de ser algo espectacular.

La lanzada, la que hemos rastreado en los textos y obras visuales, aquí no tiene aparición. La huida de diario se produce sin más, una vez constata que los suyos están siendo arrollados por los griegos.

No hay señales divinas, como el águila de Zeus o el adivino. Tampoco hay referencia alguna a la carga de la caballería de los hetairoi, que sí aparece en los textos y era un arma estratégica principal en sus tácticas de batalla de Alejandro.

No, la narración de Pseudo Calístenes está realizada con esas pinceladas de hechos dramáticos y lugares comunes espectaculares.

Carga las tintas en el poderío de armas persa, en especial los carros con guadañas. Las flechas tapaban el cielo de tal manera que el aire se volvía oscuro, por todos lados caían piedras, jabalinas y hasta bolas de plomo, en tal densidad que oscurecían el día. Utiliza símiles y recursos ya habituales en los relatos literarios, como hemos visto.

Cuando los textos y el propio mosaico ponen en liza la carga de los hetairoi, el Pseudo Calístenes, en esta breve descripción de la batalla, la pasa por alto, como ya señalamos.

 Ante la gran mortandad de persas en el fragor mortífero, Darío se aterrorizó y volvió las riendas de su carro armada de galiailar. Y al rodar entre sus gentes segaba muchos batallones de persas, como con su hoz cortan los campesinos las espigas de su campo. Al llegar Darío al rio Estranga en su huida, él y los de su escolta, que encontraron helado el rio, lo cruzaron. Pero

          El detalle gráfico de la huida del carro se le presenta haciendo girar su carro. Así se repite en los otros autores, lo reproduce el mosaico y lo repiten los films de los que hablamos. Volvió las riendas de su carro, aquí además remarcada por el detalle de las guadañas, aun cuando se supone que el carro del rey no entraría en combate.

Y, claro, fiel al estilo del texto, llamativo, novelesco, patético, señala el detalle cruento de estas ruedas con hoces cortando e hiriendo crudamente a sus mismos guerreros. A continuación, y para rematar con dramatismo la desenfrenada escapada del rey, añade una comparación sencilla, en una tímida imitación de los largos símiles homéricos,

 segaba muchos batallones de persas, como con su hoz cortan los campesinos las espigas de su campo

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