jueves, 14 de abril de 2022

LOS ACHAQUES DE REBUS (EL CALLEJÓN FLESHMARKET): ἀλλ’ ... ἀτίμαστος δὲ γυναιξίν·

    Como es habitual, y remontándonos en el coorer del tiempo, hacia la antigüedad Clásica, un poeta griego de época Arcaica, finales del s. VII a.C., Mimnermo, de Colfón, ciudad de la costa asiática del Asia menor, ya sentó el precedente, de forma conocida, en un de sus famosos poemas de los males y desagrados que conlleva la vejez a medida que la persona madura va cayendo en los sinsabores y afrentas de ella. 

    Bien es verdad que en respuesta a esta visión, el gran poeta lírico también Solón le respondió orgulloso y tenaz que aprendía cada vez más a medida que envejecía. Pero dejemos este asunto de Mimnermo y Solón ahora.



    Volviendo al lamento de Mimnermo, así lo manifestó y versificó en su poema, sentenciando a la vejez con estas atribuciones de grave, penosa y dolorosa. 
    Y con más sentimiento para él por tratarse de un individuo como el tal poeta, artista, poeta, seductor, embelesado de los placeres de la vida. 

    Dicho poema (Mimnermo, ), comienza con estos conocidos versos lastimosos:

                τίς δὲ βίος, τί δὲ τερπνὸν [ἄτερ χρυσῆς Ἀφροδίτης];
            "¿Qué vida, qué placer [hay] al margen de la áurea Afrodita?1
                   ...
            ἀλλ’ ἐχθρὸς μὲν παισίν, ἀτίμαστος δὲ γυναιξίν·
            entonces es odioso a los niños, y despreciable a las mujeres.
            οὕτως ἀργαλέον γῆρας ἔθηκε θεός. 
¡Tan horrible implantó la divinidad la vejez! 10


    Leyendo un pasaje de El callejón Fleshmarket, de Ian Rankin, nos vino a la memoria, así, de forma superficial, claro, esos versos lastimeros de Mimnermo y seguidos por la tradición lírica posterior.

    Rebus el inspector se encuentra de noche en una de sus pesquisas en una calle de pubs, tiene a mano un ramo de flores que no sabe qué hacer con él, y en medio de la acera ve a unas disipadas jóvenes adolescentes que andan por allí mismo entre risas y bromas. No se le ocurre entonces otra cosa que, antes de desperenderse de cualquier manera del ramo, ofrecérselo, sin intenciones de ningún tipo, y menos seductora, a las chicas.

La escena es tal como sigue. El inspector Rebus está indagando por la noche en una calle de ambiente y pubs. El tema que le preocupa es el de los inmigrantes ilegales que pululan por la ciudad, a su lado y sin que él y la mayoría repare en ellos. Interroga a unchico de estos que está vendiendo flores a esas horas

    

    - ¿Quiere rosas? (dijo el chico inmigrante).

    - A ver si encuentro el dinero ... Es un poco tarde para que andes trabajando, ¿no? ¿Tus                 padres saben que vendes rosas?

    El vendedor no pudo más y echó a correr dejando caer uno de los ramos, sin volver la cabeza             ni detenerse. Rebus lo recogió y se lo dio a un grupo de chicas que pasaban         por su lado.

    - Por eso no me voy a bajar las bragas -dijo una de ellas_ pero te doy esto - añadió                         besándole la mejilla.

    Mientras se alejaban todas tambaleándose entre grititos y estrépito de taconeo, otra de ellas     exclamó con voz chillona que tenía edad para ser su abuelo.

    "Claro que la tengo y soy consciente de ello", pensó él.

 


    Con todo, Rebus, a pesar de los achaques, sobrelleva buenamente esos achaques de la vejez como buenamente puede, y no se hace sangre con ellos en exceso.

Sólo en euna de sus novelas renuncia, temporalmente, a la bebida, en un esfuerzo vano por cuidar de su persona (La música del adiós).

    El tema de los amoríos, como sí en Mimnermo, a Rebus no le acucia tanto

    En verdad, tiene una cierta vida amorosa, selecta, casi exquisita, pero acorde con su edad y madurez, son relaciones

    Que recordemos ahora a vuela pluma, una, con la antigua actriz con la que tienen una relación efímera, pero satisfactoria; otra, con aquella gángster de Glasgow con la que se sienten los dos una mutua atracción, basada en la madurez y en la experencia, ya intuida y deseada desde sus primeros encuentros, que culminan finalmente la noche antes de que la fémina desparezca para siempre de su vida, rumbo quién sabe dónde y con sus buenos dineros en el bolsillo.

    No son amores o relaciones amorosas, por tanto, fogosas y pasionales, motivadas por el físico, sino ya maduras, donde la atracción personal y particular que se establece entre Rebus y las distintas féminas con las que tropieza tiene su razón carnal de ser.

Por eso quizás no se lamente tanto como Mimnermo

    Es más, en esa secuencia con las adolescentes se cura y consuela a sí mismo con despego, respondiéndose para sí de esa forma.


    Por otro lado, el posible romance con Siobhan, su compañera de departamento, joven y prometedora inspectora, es consciente de que no debería funcionar. Quizás haya algo de esa conciencia de la habla Mimnermo, quizás no.

    Podría haberlo, pero parece, creemos, que el propio Rebus es quien es consciente de que qu Siobhan es joven, que aunque hay cierta atracción, la relación con ella no debe ir a más, y ya se olvida

    Y a partir de entonces se relaciona con ella como si fuera en algún sentido su protector

hasta que en libros posteriores, la prpia Siobhan vaya adquiriendo personalidad y autosuficiencia, que es la que ya veía prometedoramente en ella Rebus desde un principio. Mientras que él se ve en franco y aceptado declive, aceptado honrosa y sarcásticamente , claro, como le es propio a este singular detective.

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