UNA LEYENDA LOCAL DE ÁULIDE INCLUIDA EN EL CICLO DE TROYA.
En la edición de Gredos Fragmentos de
Épica Arcaica, el profesor Bernabé habla de los Cipria o Cantos
Ciprios, ss. VIII-VII a.C., uno de los poemas que completan el Ciclo
Troyano, y donde figura por primera vez el episodio de Áulide. Entre varias
cuestiones, y teniendo en cuenta que Ifigenia como tal e hija de Agamenón no
figura en Homero, dice que el autor, anónimo autor, de este poema cíclico
introdujo una leyenda local de Áulide. Allí Ifigenia era una divinidad ubicada
en esos sitios, pero luego, como se podría deducir del mito, viene a ser
sustituida por una nueva diosa y culto, en este caso el de la diosa Ártemis.
Que era una divinidad y un culto pregriego
o preindoeuropeo parece deducirse del prodigio que allí les sucede a los
aqueos, que relata Proclo y que veremos después. Cuando se encontraban reunidos
para uno de sus ritos, los aqueos ven un dragón o serpiente encaramarse a un
árbol y devorar unos polluelos de ave. Luego, queda convertida en piedra fija. Este
es el prodigio que contemplan los aqueos, la aparición de ese dragón en el
árbol.
La serpiente se acepta
tradicionalmente como animal de naturaleza ctónica y hay testimonios de
que era un animal simbólico en esos cultos locales antes de la llegada de los
griegos indoeuropeos. El choque entre estos dos tipos de cultos, locales y de
origen mediterráneo, frente a los ritos celestes nuevos que traen los griegos
indoeuropeos, se ve reflejado en muchos episodios, como el de la serpiente Pitón
y Apolo en Delfos, el dragón de Medea y Jasón aunque en la Cólquide, o
en la leyenda fundacional de Tebas.
Aquí encontramos. De nuevo, otro episodio
con un dragón o serpiente similar, con el que viene a relacionarse Ifigenia.
Ésta no aparece en este momento cuando surge el prodigio del dragón, sino luego
con el episodio del sacrificio.
La aparición de la nueva divinidad
Ártemis, en el rito sacrificial la convierte, al parecer, en la nueva señora de
aquellos cultos, y que sustituye al culto anterior de Ifigenia, que parte
prodigiosamente al país de los tauros a seguir aficionado como lo que era en
Áulide.
Podría ser una explicación, muy general, con
la tradicional oposición entre cultos mediterráneos pregriegos y los nuevos
ritos indoeuropeos asociados a la entrada d estos en la Hélade. Pero ya
decimos, está en conexión con otros episodios de la mitología similares, como
los que hemos citado.
Dejando de lado este cruce entre los dos
cultos en el tiempo, que daría para más, de la forma que hemos visto quedaría
explicada, como una interpolación del anónimo autor épico, la extraña ausencia
de la joven hija en los poemas de Homero (una de ellas es cierto que se llama Ifianasa,
pero, al parecer, no tiene ninguna relación con la Ifigenia de la que
hablamos), y el episodio del sacrificio, que a veces parece eso, una novedad
insertada en la leyenda general de la Guerra de Troya.
Además de esto que se ha comentado, el
profesor Bernabé se pregunta también por el motivo del castigo de la
diosa. Al parecer, Agamenón, según el resumen de Proclo, podría estar cazando
en un terreno sagrado del santuario, flechar a un ciervo o cierva y, además, ufanarse
de ser mejor cazador que la divinidad. Esto, claro, era lo máximo para
cualquier dios. Irritada por ello, envía tempestades, al parecer, tempestades
que luego se convierten en calmas. Lo cierto es que se detiene la expedición legendaria.
Otra cosa llamativa, y que da que pensar
sobre la mezcla de episodios, otra cosa es que el sacrificio de la joven se
produce en la estancia, pero en la segunda estancia, de los aqueos en Áulide.
Es decir, y esto no está en Homero, según
cuenta Proclo, ya los aqueos se habían reunido por primera vez allí. Es en ese entonces
cuando sucede un episodio prodigioso, que luego relatará Ovidio (cf. abajo), un
dragón se les aparece en medio de un rito sacrificial. A continuación de esto, los
aqueos embarcan hacia Troya, pero arriban y arremeten, cosa insólita, contra
otra ciudad, creyendo ser Ilión. Se trata de Teutrania.
Es un fracaso, y a la vuelta una tempestad
los dispersa. Aquiles, que es uno de los personajes principales de este
episodio de Ifigenia, arriba a Esciros, y allí acaba desposando a la
hija del rey Licomedes, Deidamía, con la que tiene nada menos que a su hijo
Neoptólemo.
Una buena temporada hubo de pasar allí.
Claro, luego, pasado ese tiempo, se
supone, regresa a Áulide, y allí es prometido por Agamenón a su hija y sucede
lo de las falsas bodas con Ifigenia.
O lo hemos visto de modo superficial, o se
ve que hay una mezcolanza de episodios que a veces les falta la lógica.
Hasta aquí, pues, algunas precisiones de
esta historia que aparecen en los Cantos Ciprios y los comenta el profesor
Bernabé.
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