EL SACRIFICIO DE ÁULIDE.
La leyenda de
Ifigenia es un relato más o menos conocido en sus líneas generales, además de
ciertos paralelismos que ofrece con otros relatos, como el de Isaac en la
Biblia.
Tienen algunas variantes, ya menos conocidas,
algunas de ellas bastante diferentes al relato tradicionalmente aceptado.
Según éste, una vez que ocurre el llamado
rapto de Helena y los aqueos todos, comprometidos por el juramento de Tindáreo,
la flota en expedición se congrega en la ensenada de Áulide.
Sin embargo, no pueden zarpar, porque el
viento ha amainado y las naves permanecen días estancadas. Por fin, se sabe el
motivo, pues Agamenón ha incurrido en falta sagrada, cazando una cierva en los
dominios de la diosa Ártemis. A cambio de que soplen los vientos, la diosa
exige una compensación, el sacrificio de la hija del rey de Micenas. Así lo ha
dado a conocer Calcante el augur.
Agamenón se desespera ante tan desgraciada
ofrenda, se niega a cumplir con ella, aunque finalmente, obligado por su rol de
rey de todos los aqueos, obligado por su hermano Menelao y el intrigante
Odiseo, vigilante de que se cumpla el mandato divino, acepta con dolor la
ofrenda.
Para hacer venir de Micenas a la joven y
su madre Clitemnestra, las convence con unas falsas bodas entre Ifigenia y el
héroe Aquiles.
Madre e hija arriban a Áulide engañadas
cruelmente. Al tiempo de llegar, conocen con desgracia y dolor el motivo cierto
de su llegada al lugar, el ara de sacrificio. Reniegan, insultan a su esposo y
padre, pero no consiguen nada, convencido como está en su papel de dirigente
absoluto de la armada griega, presionado al mismo por tiempo por ello, y su
afán de gloria, que no es menor.
Aquiles en algún momento se ofrece a intervenir
en defensa de la desgraciada joven, pero nunca lo lleva a efecto.
En el momento del sacrificio, con todo el
ejército afrentado y los ojos fijos en la tierra, la diosa tiene un arrebato de
compasión, y sustituye en el altar a la joven por un o una cierva, su animal
emblemático.
Ifigenia salió en volandas a punto de ser sacrificada,
y es llevada por los aires por Ártemis lejos de aquel lugar funesto.
Todos están de acuerdo, aunque no lo han
visto, que la diosa está conforme con el animal sacrificado, pues de la chica
no se sabe nada.
De esta manera, los vientos vuelven a
soplar, y la expedición naval levana anclas del fondeadero áulico.
Se cuenta que Artemis condujo a Ifigenia
hacia la tierra bárbara de los tauros, en la Táuride, Crimea actual. Allí
oficiará desde entonces como sacerdotisa de, paradoja, sacrificios humanos en
esa tierra salvaje.
LAS FUENTES CLÁSICAS DEL EPISODIO DE IFIGENIA.
En la Diccionario
De Mitología Clásica, de P. Grimal, vienen citadas las fuentes clásicas
donde hallamos referencias del relato de Ifigenia. Los cómics que comentamos
parecen seguir las versiones tradicionales, esto es, se cuenta que la joven fue
sustituida por una cierva en los relatos tradicionales, y así lo cuentan las
novelas gráficas. Pero hay otras versiones, apartadas de esta, donde son otros
animales, como osos u otras versiones, por el que se intercambia a la joven. En
esto los autores han optado por la versión mayoritaria y tradicional.
Sí parece que, quizás por ser la obra
completa conservada, han seguido principalmente la tragedia de Eurípides
Ifigenia en Áulide. Así se ve en las representaciones de algunos
momentos y episodios que lo recrean, y siguen la obra del trágico ateniense.
El relato de Ifigenia no aparece en
Homero, es en los Cantos Cíclicos y en las tragedias donde
alcanza eco y recreación. De Esquilo y Sófocles no quedan restos de las obras
perdidas sobre la historia, en cambio tenemos las dos tragedias que Eurípides
dedica al mito, Ifigenia en Áulide e Ifigenia en Táuride.
Es quizás la fuente principal, al tratarse de obras completas, donde hayan
inspiración los autores posteriores.
Los mitógrafos, como Apolodoro,
Higinio o Antonino Liberal, la recogen en sus recopilaciones.
La literatura latina se hace eco del
personaje, aunque con diferente interés, en las la Eneida de Virgilio, De
rerum natura de Lucrecio o Las
Metamorfosis de Ovidio, donde tiene dos breves apariciones.
LAS VARIANTES. ÁRTEMIS Y EL OSO.
Entre las otras
versiones que se alejan de este relato tradicional, algunas cambien el lugar
del relato y lo trasladan a Braurón, en el Ática.
Otros comentan que en lugar de un cérvido,
pudo transformarse en otros animales, como una oso u osa, animal también
vinculado a la diosa en su santuario de Braurón, y en el propio nombre de
Ártemis, que, según se afirma, aunque no concluyente, procede de la raíz
indoeuropea *h₂ŕ̥tḱos, que significa precisamente ´oso, y en griego tenemos ἄρκτος.
En el mito etiológico de la constelación
de la Osa Mayor, es Calisto, es la joven Calisto, asociada al séquito de
Ártemis, la que incumple el rito de castidad y es transformada precisamente en
osa, luego convertida en la constelación de la Osa Mayor por su amante y
divinidad Zeus. Además, como guardián, figura la estrella Arturo, Ἀρκτοῦρος (Arcturus), que significa precisamente custodio o
guardia de la osa.
Así que vemos que la diosa está muy
vinculada con este animal plantígrado, y por esto al mismo tiempo se han
asociado estos elementos. Y parece cierto que en el mundo griego, la diosa
Ártemis, la potnia theron de las tablillas micénicas, la señora
de las bestias, está directamente vinculada con este animal.
En el santuario de Braurón debían pasar
las jóvenes un año de servidumbre a la divinidad.
No sería extraño, como en otros mitos, y
como así se suele interpretar, que tras la historia de Ifigenia existiera unos ritos
de paso o iniciación, de paso de la infancia a la juventud y pubertad. Las
atenienses que servía a la diosa eran aún niñas, de cinco a diez años, de ahí
que todavía no pasaran a mujeres adultas.
Estos ritos, como en otros de este tipo,
podrían incluir una muerte simbólica de los iniciados. Quizás en Braurón debía
de ocurrir algo parecido.
Lo curioso es que, en el episodio de
Áulide, en lugar del oso, que aparece en otras variantes, es un cérvido el que
aparece como animal sacrificial.
Además de la osa, otros relatos hablan de
una ternera, hasta un toro o una anciana, en las que se podría haber
transformado la joven.
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