lunes, 18 de diciembre de 2023

ALEJANDRO ALANZA LA JABALINA CONTRA ... GEÓN, EL GIGANTE FILISTEO.

 LA AMPLIFICACIÓN ÉPICA DE GAUGAMELA.

Antes bien, a partir de ahora, Alejandro se enzarzará en combate  en duelos y luchas singulares, el primero de ellos contra un gigante, el indio Aristómenos, en el que ya vemos el tenor fabuloso y exagerado de algunos de ellos.



1351

El príncipe Aristómenes, que en India fue criado,

cuando lo vio venir tan fuerte y enojado,

le salió al encuentro firme y denonado,

golpeóle el escudo que le dejó horadado.


El príncep Aristómones en India fue criado;

quando-l vío venir tan fuert e tan irado,

[i]xió-l a la carrera firme e denodado;

colpó-l en el escudo, fizo li grant forado.

 

Ambos, Darío y Alejandro, van a luchar en paralelo, (de Darío se le supone, pues no hay relato de ello), pero sin llegar a producirse el enfrentamiento directo entre los dos, como sí hacen las versiones literarias, o las fílmicas más popularmente divulgadas, aunque sea el breve encontronazo ya conocido.

En este interludio bélico pero prolongado, aparecen otros héroes de la caballería alejandrina, los hetairoi Clito o Nicanor, que se les tendrán con sus rivales en una pugna y riña caballeresca a lomos de sus monturas.


En la exhibición de estas individualidades de los helenos se muestra la cierta erudición del autor y el Libro. Ya lo vimos cuando introduce los datos básicos de la táctica militar del macedonio en la arenga a sus soldados.


ALEJANDRO, CABALLERO INVENCIBLE, EN LUCHA CONTRA GUERREROS FABULOSOS, GIGANTES Y ENEMIGOS MILES. ENUMERACIÓN, FIGURA LITERARIA


La sucesión de episodios singulares que se suceden entonces es aproximadamente como sigue:


1.


2.

3.


4.


y 5.

el indio Aristomenes

Orcánides de Egipto,

más un infante sirio.

todos contra todos, cada griego es confundido con Alejandro, combate generalizado

mil persas a la vez contra el rey

Geón el filisteo, y el lanzamiento de la jabalina.


Así pues, Alejandro se olvida de Darío, o es que para llegar a él tienen que atravesar antes la maraña de la batalla, lo cierto es que entra en liza lucha como uno más en el combate. Primero se enfrenta con el gigante indio Aristomenes, luego le toca a Orcánides de Egipto, y un infante sirio.

En un crescendo, que implica una batalla encarnizada y en pleno auge, la lucha se generaliza. Todos los persas van contra Alejandro, es decir, hay una confusión generalizada, el autor quiere exaltar a todo el ejército griego como bravos y valientes todos. El autor, por exaltar a los macedonios, señala que los persas estaban aleccionados a ir por Alejandro, pero luego, en el campo de batalla, todos los griegos luchan tan valientemente como aquél, de modo que se generaliza una batalla en su máximo esplendor. Todos los guerreros griegos son también y al mismo tiempo, por su valor y coraje, el mismo Alejandro.

En medio de la confusión, mil persas, hipérbole de género, mil van contra el macedonio, cuando por fin lo identifican. Acontece entonces la aristeia breve de Filotas, uno de los hijos de Parmenio, que socorre al rey.

De nuevo, manteniendo el tono hiperbólico y fabuloso hasta ahora, se enfrenta con otro gigante, Geón, en el que se demora un poco más y contra el que va a arrojar su jabalina, curiosamente. 


Bodley 264 Romance of Alexander



ALEJANDRO ARROJA UNA LANZA CONTRA EL GIGANTE GEÓN, NO CONTRA DARÍO.

Geón es filisteo y gigante, como hemos dicho, aunque el poeta le quiere dar verosimilitud aludiendo a las fuentes (—el escrito lo canta—). Para más señas exóticas, es hijo de un negro, llamativo que le debe parecer, y de una su madre, señora de la especie de los gigantes, claramente. Mide, según el poema, treinta codos. 

El rasgo caballeresco, a pesar de sus descomunales proporciones, lo caracteriza, pues antes de pelear se dirige, caballerescamente, al rey griego con el trato de reverencia, Dom Alejandro. 

Le dedica entonces un discurso previo, cual Héctor y Patroclo, héroes y modelos que seguirán en el tiempo los héroes caballerescos medievales. 

Sin embargo, sus palabras no dejan de tener un tono altanero, del que se percata Alejandro, muy cristiano él. Pues, a estas alturas, ha de entenderse que el macedonio ha sido reconvertido, claro, a la tradición y referencias cristianas. Alejandro hace una súplica en su interior, no a Zeus, cosa inaudita, sino a su nueva fe y a su divinidad.

«Creador, sed mi guía, 

a Ti debe pesar esta tal demasía.»


Antes de seguir, queremos detenernos un momento en el combate singular entre Alejandro y Geón, por tratarse de un enfrentamiento con las normas de la lucha caballeresca y, sobre todo, porque hay un lanzamiento directo de jabalina, que no la que se supone ha habido contra Darío. Es decir, Darío no sufre la jabalina de Alejandro, sino este casi desconocido Geón.

Alejandro, irritado por las soberbias palabras del filisteo, le arroja la lanza, acabando cruentamente con el enemigo. Le atraviesa la cara rompiéndole la boca y acabando con su vida, en una imagen cruenta.

Precisamente es en la boca, el órgano peor para la blasfemia entre los cristianos, es allí donde Alejandro le hiere a propósito y de modo ejemplar. Mayor pecado no hay que la soberbia para un monarca por la gracia de Dios. 


1371

Lanzó al aire un venablo que le había quedado,

se lo asestó en los dientes, y lo dejó tirado,

en plena boca dio de aquel parlero osado:

no tragó peor hueso ni moro ni cristiano


Aventó un venablo que tenié en la mano;

sestó lo a los dientes, fue le dando de mano.

dio-l por medio la boca al parlero loçano;

non tragó peor mues[s]o nin moro nin christiano.


En verdad que es una estampa homérica este lanzamiento, algo cristianizada y moralmente ejecutada en un sentido religioso, como hemos dicho.

El episodio y proeza que ya describió Diodoro, el del lanzamiento de la jabalina contra Darío, es aquí sustituido por otro de menos altura. La jabalina ataca a un guerrero aliado de los persas, no al Gran Rey. Y su lanzamiento tiene un efecto casi ejemplar, pues ataca la soberbia que aquel filisteo mostraba a través de las palabras expulsadas por su boca.

El poeta, no sabemos si conocía el episodio como lo narra Diodoro, reduce y rebaja la intensidad de ese momento climático que tenía el enfrentamiento entre los dos reyes. Lo sitúa, por tanto, al nivel de uno de tantos embates entre guerreros en el fragor de la batalla. Y no tienen el valor decisivo de la otra versión entre los dos reyes.



El lanzamiento, por tanto, no tiene ningún valor épico ni se sitúa en el clímax, es un lance de ataque más, y no tiene ese valor simbólico que se encuentra en las otras versiones, que lo magnifican.

Aún así, llama la atención el hecho de que el autor haya renunciado a las posibilidades que un enfrentamiento directo entre los dos reyes, ya relatado en versiones anteriores, hubiera podido ofrecerle para el relato épico.


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