Acaba de salir recientemente la versión en novela gráfica de la conocida y exitosa primera novela del polifacético autor italiano Umberto Eco, El Nombre de la Rosa. El autor de la versión gráfica es el veterano y estilistas autor Milo Manara.
Como estudioso sistemático y profundo de la literatura en todos sus relaciones y conexiones sociales y culturales, especialista además de la época medieval en particular, no deja de utilizar los recursos retóricos y literarios que conoce de toda una vida dedicada al estudio y la lectura.
En este caso, y como ocurre en la novela, el cómic empieza con una aparentemente inocente introducción. El autor, el propio Eco, se desplaza a la abadía de Melk en búsqueda de un manuscrito, práctica hasta rutinaria en un medievalista como él. Lo encuentra y lo pierde. Años después, lo volverá a encontrar.
Este manuscrito no es otra cosa que las memorias de Adso de Melk.
Decimos que este breve comienzo, actual, previo a remontarnos al pasado medieval, no es otra cosa que una fórmula retórica, una de tantas dispuestas y preparadas a lo largo de siglos de literatura, para llamar la atención del público lector.
Es lo que, en términos retóricos, se denomina captatio benevolentiae, o captación de la atención, o situar en buena predisposición al lector o público para iniciarse en la obra que viene a continuación.
Esto lo explica muy bien el profesor Curtius en su obra Literatura Europea y Edad Media Latina.
Dentro de este momento o situación de lectura, que suele encontrarse al comienzo de toda obra, o también esparcidos aquí y allás en su desarrollo, hay una gran variedad de recursos, fórmulas, excusas o justificaciones.
Pero son sólo eso, recursos retóricos y artificiosos. Y si en algún caso fuera realidad, de hecho al utilizarse como primera toma de contacto con el lector, se convierte automáticamente en un recurso retórico.
Pero antes de llegar a la captatio benevolentiae, tenemos algo previo. En abriendo el cómic, nos encontramos unas citas del autor, con su conocida y sutil ironía.
En la primera hace un recuerdo a la llamada de la literatura como remedio o pharmakon entre los hombres.
Esto también se ha convertido en un tópico de la literatura de todos los tiempos. Sin ir más lejos, no aparece de forma plenamente desarrollada en el discurso Pro Archias, En defensa del poeta Arquias, de Cicerón.
Esta primera cita con la que encabeza el cómic, de cierto autor medieval llamado Tomás de Kempis, alude directamente al poder salvífico de la literatura. Al parecer, este autor ha legado ciertas sentencias o aforismos, como ésta de la que cita Eco..
La frase en latín, que luego aparece en el cómic, es esta:
"In omnibus requiem quaesivi, et nusquam
inveni nisi in angulo cum libro"
Luego, Eco, como para quitar solemnidad al asunto, hace una segunda cita, una autocita, en la que pone de manifiesto su postura abierta hacia la cultura, equiparando a Engels, el compañero de Marx con un "simple" historietista, Hugo Pratt.
Y una conclusión paradójica, la siguiente: lo que debería producir gravedad y reflexión, Engels, los textos de filosofía política y en esa línea, a él, a Umberto Eco lo disipa y distrae; en cambio, la pura ficción, que encuentra en la literatura o los cómics como el de Pratt, ésta es la que el escritor asume como real y de verdadera importancia.
Deja su postura, así retratada, por su gusto por las artes y las humanidades, y aquellas facetas menos prácticas y vitales del ser humano, tal como ha puesto de relevancia en estos últimos tiempos N. Ordine, dando a entender que éstas son, tanto o más, las verdaderamente importantes y propiamente humanas.
Ya en la misma wikipedia hallamos la referencia a la novela de Eco y el uso de este recurso del manuscrito hallado. Así lo clasifican los autores, como García Gual y otros, el "manuscrito hallado"
Es una técnica de sobra conocida y que se encuentra desde la propia época Helenística. Gracias a esta argucia, se hace aparecer que la obra que vamos a leer es la transcripción o traducción de un viejo manuscrito encontrado en algún lugar, algunas veces una tumba, como el de Antonio Diógenes.
Con ello se quiere dar realidad y veracidad al relato, además de atraer la atención.
Podríamos añadir que antes de la versión del manuscrito escrito, tendríamos la versión de la transmisión oral como recurso para la atención. En la Antigüedad Clásica, y dado que entonces la oralidad era predominante sobre el texto escrito, se utilizaba este recurso pero a través del relato directo de alguien del pasado.
Así se ve en el mismo mito de la Atlántida, en el Critias y el Timeo de Platón. Allí, el filósofo ateniense, para dar veracidad a su historia, la hace remontar a lo que cierto sacerdote egipcio, alguna generación antes de él, que, a su vez, se lo relató a Solón, y de éste llegó a oídos de su abuelo Critias, y del que lo recogió el propio Platón. De este pariente suyo es de donde nos hace saber Platón que le viene la historia del continente pedido, además de atraer la atención del público oyente y dar veracidad a la misma.
Como decíamos, hay que vincular este tópico del “manuscrito encontrado o hallado” dentro del lugar común del exordium, el de la tópica de la falsa modestia. Es un desarrollo concreto y específico, podríamos decir.
Con él se busca principalmente llamar la atención del público, además de presentarse de forma humilde.
Aquí Eco se nos presenta también de forma humilde. No como un reputado filólogo que está en pos de una reliquia, sino como un esforzado investigador que se preocupa por su labor.
Además, en el momento de hacerse con el manuscrito, un anónimo colega, del que no dice su nombre, desaparece llevándose el dicho manuscrito.
Junto a esto, señala una circunstancia bien histórica, la de la primera revuelta contra la URSS de parte de Checoslovaquia.
El mismo autor dice que se quedó desolado, Así quedé, con una serie de cuadernos manuscritos de mi puño y un gran vacío en el corazón…
Pero luego, por azares del destino, en una librería de viejo, es donde Eco reencuentra el manuscrito o parte de él.
Lo que sigue en el relato es una mezcla de la traducción primera que hizo, con sus notas, con este nuevo manuscrito, el escrito por el ficticio Adso de Melk. A esto añade su libertad para fabular, con esta base, la historia que nos va a relatar.
Una vez establecida esto para la buena predisposición del lector, la viñeta previa al relato propiamente dicho es la de un amanuense medieval, sentado en un scriptorium medieval, se trata del propio Adso de melk, el personaje creado por Eco.
Las primeras frases con las que encabeza su historia contiene también el tópico de que va a anunciar hechos memorables.
… me dispongo a dejar constancia sobre este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud, hacia finales del año del señor 1327…
También tiene cierto parecido, entre otras, con el comienzo de La Isla del tesoro, de Stevenson.
Por lo tanto, la falsa modestia, la del manuscrito hallado, que hace recaer en otro autor la verdadera redacción de la historia, propicia que el autor real pase a un segundo plano y reclame la atención del lector en otro supuestamente verdadero escritor original, el ficticio Adso. Quien sería el que redactó ese misterioso y desaparecido manuscrito original, siglos atrás..
No hay comentarios:
Publicar un comentario