EL ESPÍA DELATADO POR SUS ZAPATOS: EL TOPO (1974), DE John Le Carre.
El clásico de la novelas de espías de los años setenta, y la obra que digamos, consagró a John Le Carré, fue la novela El Topo, traducción española del original Tinker, Tailor, Soldier, Spy , de 1974.
Forma parte de
una trilogía, la trilogía de Karla, que culmina con la otra obra comentada, La
gente de Smiley.
La trama de la novela gira en torno a que en el servicio secreto británico, el llamado Circus, y en su más alta cúpula, opera un topo, un espía infiltrado y a las órdenes del gran antagonista soviético, el llamado Karla. En dicha cúpula la forman cuatro miembros, si excluimos al jefe depuesto y fallecido, Control, es decir, Percy Allelline, Bill Haydon, Roy Bland y Toby Esterhase. El depuesto también, el melancólico pero diligente Smiley, es llamado de su exilio para averiguar la identidad certera del tal infiltrado.
La novela se inspiró en los
llamados Cinco de Cambridge, la
red de topos ingleses infiltrados en los años cincuenta enn el mismísimo
servicio secreto británico
Una de las
operaciones en las que interviene dicho topo, transcurre en Checoslovaquia.
Siguiendo unas informaciones falsas que ha pasado el dicho topo, se asegura que
cierto militar ruso quiere pasarse al bando occidental y pasar información confidencial
al Circus. Para ello, en medio de fuertes medidas de seguridad, se envía a un
agente británico, Jim, a reunirse con el supuesto confidente soviético, a un
lugar de encuentro en Checoslovaquia.
Todo esto resulta
ser una trampa, a resultas de la cual supone la captura y caída de la red de
espías occidentales en dicho país, el agente Jim Prideaux incluido.
El fragmento que
sigue relata la llegada y primeros pasos del espía inglés Jim Prideaux una vez recala en
Checoslovaquia, y dirige sus movimientos para encontrarse con el colaboracionista
militar ruso. El agente no recela al principio, sabe que en esa zona no andan
muy preparados para las acciones de seguimiento de otros agentes. Sin embargo,
un detalle va a desvelarle de golpe la realidad, lo están siguiendo, su llegada
es ya conocida con antelación y probablemente haya caído en una trampa
preparada.
Los zapatos, por
lo tanto, sin aquí elemento identificativo, de reconocimiento, de la
presencia de espías o personal enemigo tras la pista de otros agentes
especiales.
El hecho de que
sea más fácil, y de hecho es lo que hacen, cambiarse de ropa
pero no de zapatos, hace que el entrenado agente especial reconozca, por el calzado que
ya había visto horas antes, que sepa que su presencia ha sido detectada y que
en esos momentos está siendo objeto de un claro seguimiento y su vida corre
serio e inminente peligro.
Así pues, el calzado, en otro uso dentro de este mundo particular del espionaje, es también señal de identidad de un espía, aunque un espía no digamos descuidado, pero si expuesto, por ese nimio detalle, por esa peculiaridad del calzado frente a otras prendas de vestir, expuesto a ser detectado e identificado..
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