2. HELADOS EN LA PIAZZA ESPAÑA.
En las largas y empinadas escaleras de la conocida
plaza se urde y decide el plan de la película: hacer durante un día, no sólo
un par de horas, como quería Anna, emplear un día completo para hacer y ver
en Roma todo aquello que siempre había querido.
Bradley no
oculta su satisfacción, pues en realidad cuenta con que aquello se convierta en
una exclusiva, un pelotazo periodístico que lo salve de la desidia y
mediocridad en la que se mueve en su profesión periodística.
La ingenua
princesa acepta sin creérselo que pueda ser posible llevar a cabo tal proyecto.
“Empezaremos
por ir a un bar, conozco uno muy bueno, el Café Rocca”, le dice
Bradley-Peck a la ilusionada Hepburn.
Y hacia allí
van. La cafetería bar resulta que va a estar a los pies de las columnas del Panteón.
Junto al Panteón
de Agripa, en el conocido café Rocca, toman champagne y café frío, y hay
una situación graciosa.
Vista del lateral del Panteón, y la Fontana del
Panteón, frente a la que toman un refrigerio Bradley y la princesa, con
tritones y seres marinos de fábula.
Panteón de Agripa,
que no se ve. Si, en cambio, una de las fastuosas fuentes que adornan y
embellecen de fantasía la plaza Navona. Pero de refilón, fugazmente.
Parece extraño
que no se aprovechara la imponente identidad del edificio, la
cúpula impresionante del Panteón, para ofrecerla como vista escénica.
Lo cierto es
que del tan representativo edificio apenas se ven las columnas que
sostienen su entrada de templo clásico, y una de las magníficas fuentes
de tritones frente a la portada del edificio.
Los
protagonistas, divertidos, toman champagne, mal que le pese a Bradley, y café
para él, qué remedio, mientras pasan el rato contemplando de la vida ajetreada
de los romanos. Ni siquiera una mención a lo cicerone del “romano”
Bradley ante las bases de tan inspirador edificio se deja caer por ningún lado.
En realidad,
el esperable cicerone no lo es tal. Bradley e Irving están más atentos a
captar instantáneas de la fugada princesa en la ciudad de Roma, que en
aturullarla de información documentada de cada monumento por el que pasan.
Es más, es que
ni siquiera entra en sus planes tal actividad, como hubiera podido ser
aprovechado. Ni una pobre y mísera observación al imponente edificio, modelo de
las cúpulas para Occidente junto al que sorben sus bebidas.
Bradley está
más preocupado en conseguir dinero para pagar el champagne de la princesa, y
que Irving no se dé por enterado de que sabe quién es y lo estropee todo.
¡Has
derramado la copa!, exclama y disimula Bradley. ¿Qué yo he derramado
nada?, responde atónito Irving. Y así, entre este juego de disimulos y mentiras,
transcurre la escena a los pies de la descomunal cúpula, sin que eleven un
momento sus miradas en busca del famoso óculo de la primera y mayor cúpula de
la historia.
Champagne en el caffe Rocca, el elemento dionisíaco hace por primera vez su presencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario