martes, 4 de octubre de 2022

CAFÉ Y CHAMPAGNE JUNTO AL PANTEÓN (CONT.).

2. HELADOS EN LA PIAZZA ESPAÑA.

            En las largas y empinadas escaleras de la conocida plaza se urde y decide el plan de la película: hacer durante un día, no sólo un par de horas, como quería Anna, emplear un día completo para hacer y ver en Roma todo aquello que siempre había querido.

Bradley no oculta su satisfacción, pues en realidad cuenta con que aquello se convierta en una exclusiva, un pelotazo periodístico que lo salve de la desidia y mediocridad en la que se mueve en su profesión periodística.

La ingenua princesa acepta sin creérselo que pueda ser posible llevar a cabo tal proyecto.

Empezaremos por ir a un bar, conozco uno muy bueno, el Café Rocca”, le dice Bradley-Peck a la ilusionada Hepburn.

Y hacia allí van. La cafetería bar resulta que va a estar a los pies de las columnas  del Panteón.

 3. CHAMPAGNE JUNTO AL PANTEÓN.

Junto al Panteón de Agripa, en el conocido café Rocca, toman champagne y café frío, y hay una situación graciosa.





Vista del lateral del Panteón, y la Fontana del Panteón, frente a la que toman un refrigerio Bradley y la princesa, con tritones y seres marinos de fábula.


Panteón de Agripa, que no se ve. Si, en cambio, una de las fastuosas fuentes que adornan y embellecen de fantasía la plaza Navona. Pero de refilón, fugazmente.

Parece extraño que no se aprovechara la imponente identidad del edificio, la cúpula impresionante del Panteón, para ofrecerla como vista escénica.

Lo cierto es que del tan representativo edificio apenas se ven las columnas que sostienen su entrada de templo clásico, y una de las magníficas fuentes de tritones frente a la portada del edificio.

Los protagonistas, divertidos, toman champagne, mal que le pese a Bradley, y café para él, qué remedio, mientras pasan el rato contemplando de la vida ajetreada de los romanos. Ni siquiera una mención a lo cicerone del “romano” Bradley ante las bases de tan inspirador edificio se deja caer por ningún lado.

En realidad, el esperable cicerone no lo es tal. Bradley e Irving están más atentos a captar instantáneas de la fugada princesa en la ciudad de Roma, que en aturullarla de información documentada de cada monumento por el que pasan.

Es más, es que ni siquiera entra en sus planes tal actividad, como hubiera podido ser aprovechado. Ni una pobre y mísera observación al imponente edificio, modelo de las cúpulas para Occidente junto al que sorben sus bebidas.

Bradley está más preocupado en conseguir dinero para pagar el champagne de la princesa, y que Irving no se dé por enterado de que sabe quién es y lo estropee todo.

¡Has derramado la copa!, exclama y disimula Bradley. ¿Qué yo he derramado nada?, responde atónito Irving. Y así, entre este juego de disimulos y mentiras, transcurre la escena a los pies de la descomunal cúpula, sin que eleven un momento sus miradas en busca del famoso óculo de la primera y mayor cúpula de la historia.

Champagne en el caffe Rocca, el elemento dionisíaco hace por primera vez su presencia

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