viernes, 3 de junio de 2022

ENAMORAMIENTOS Y TEMPESTADES: UN CALLEJÓN NEOYORQUINO POR GRUTA o SPELUNCA ÉPICA.

    Una nueva referencia que nos vino ayer a la mente, según terminábamos la de Match Point, siguiendo la relación entre encuuentros amososos bajo lluvias, temporales o tempestades. Seguimos, aunque ya tan lejano, el modelo que deja plasmado Virgilio en la Eneida, cuando une a la pareja de amantes, Dido y Eneas, en una gruta en la que encuentran refugio al empezar una tormenta.      






Interea magno misceri murmure caelum 
incipit, insequitur commixta grandine nimbus,
Dardaniusque nepos Veneris diuersa per agros
tecta metu petiere; ruunt de montibus amnes.
speluncam Dido dux et Troianus eandem
                                            deueniunt. prima et Tellus et pronuba Iuno
                                          dant signum; fulsere ignes et conscius aether
                                        conubiis summoque ulularunt uertice Nymphae.
                                            ille dies primus leti primusque malorum
causa fuit; ...


"... Entretanto el cielo de terrible rugido empieza a llenarse, sigue una tormenta mezclada con granizo y el séquito tirio, dispersado, y la juventud troyana y el dardanio nieto de Venus asustados buscaron los techos de todos los campos; ríos bajan corriendo del monte. A la misma gruta Dido y el caudillo troyano acuden. La Tierra, la primera, y Prónuba Juno dan la señal; brillaron los fuegos y cómplice el aire del casamiento en su alta cumbre ulularon las Ninfas. Aquél fue el primer día de la muerte y la causa primera de las desgracias;..."

    En esta clásica película de los años sesenta, Moon River, famosísima además por la balada que da nombre también a la película, la pareja protagonista se mueve entre el ambiente divertiddo y frívolo de Nueva York en los años sesenta. Él, Paul Varjak (George Peppard)es un escritor que trata de abrisrse camino en la profesión, ella, Holly Golightly (Audrey Hepburn), una joven bella y elegante, algo desorientada en la vida, que en ese ambiente no desdeña unirse a alguien con posibles y agradable que le solucione su desnortada vida.

La escena final del film, escena clímax en la que la pareja tiene que enfrentarse definitivamente a su futuro, transcurre en el interior de un taxi rumbo al aeropuerto.
    Holly-Hepburn ha terminado por ceder a su insustancial vida y cede a la tentación, se marcha rumbo a Brasil junto con un ricachón al que ha conocido en esas fiestas interminabes neoyorquinas.
    Paul-Peppard tiene los sentimientos más a flor de piel, y ha decidido que es lo que más vale en el mundo. Le confiesa de forma sincera sus sentimientos por ella, que los recibe de forma frívola y con aparete indiferencia.
    Para mostrar esa aparente dureza de piel sin sentimientos, su fingido y falso sentimiento de libertad, ordena al taxista (siempre hay un taxista en estos escenas) que se detenga en medio de la calle.
    Afuera arrecia, como deciamos, arrecia la lluvia, que cae a cántaros y con profusión contra el asfalto y repiquetea sobre la chapa amarilla del taxi.
    Sin que Paul sepa qué va a hacer, Holly coge al gato, animalito que ha estado presente en todo el film, haciendo compañía o sirviendo a veces de referencia, lo coge en sus manos y abriendo la puerta, intenta hacerlo salir.
    - Yo soy libre, entiendes, libre. No quiero ataduras. Anda, gato (curioso que no tenga ni     nombre la mascota felina), sal, márchate, dice aproximadamente,
    El gato se resiste, el aluvión de agua no es para menos, hasta que finalmente ella lo empuja fuera dl taxi. El gato, empapado, se queda mirándolos con extrañez apoyada su carra entre los barrotes de una verja,.
    El taxi sigue su camino adelante.
    Paul-Peppard parece haber descubierto que la chica no es definitivamente lo que él creía. Con manifiesta irritación, vuelve a pedirle al taxista que se detenga y saca con claro desdén dinero para pagar lo que sería su parte del trayecto. Hasta aquí hemos llegado juntos, parece decir.
    El taxi se detiene y esta vez es él quien se apea. Antes le regala con una declaración de principios sobre la integridad y el destino de las personas, bajo el fondo de la lluvia estrepitosa. No hay banda sonora acompañando a estos momentos.
    - Eres una cobarde. No tienes agallas. Te da miedo decir: "Vale, la vida es real". La gente se     enamora ..., le dice y le repite.

    Mientras tanto, ella fuma ajena y fingiendo indiferencia ante el torrente de verdades más o menos ciertas, que se suman al aguacero que repiquetea en el taxi. 

    Finalmente, Paul está tan airado y al tiempo inspirado, que la joven empieza mostrar sus ojos enrojecidos y a punto de llorar.

    Cuando termina de despedirse, le lanza un anillo de compromiso que tenía. Toma, lo he llevado conmigo desde hace tiempo. Entonces Holly se queda sola en el taxi, maneja torpemente con el anillo y le sobrevienen las lágrimas.


La música aumenta la situación dramática, siempre econ el ruido del agua cayendo sobre los charcos rítmicamente.

La lluvia sigue cayendo a torrentes sobre la calle y se empapa totalmente de ella. Va hacia atrás, adonde supone que ha quedado el felino desangelado y solo.

La emoción sentida es tan fuerte que, de pronto, la chica abandona toda la pose y el fingimiento, y entre lágrimas, se abalanza fuera también fuera del taxi y en medio del aguacero que no cesa.

                                   

Corre sin imprtarle la lluvia, a su lado los paseantes circulan bien pertechados con impermeables y paraguas, peo ella no, avanza corriendo con la cara descubierta por la que corren a raudales las gotas fluidas de agua y su pelo completamente mojado.

Llega al callejón donde el Paul esta llamando al gato, y lo mira con tristeza.

    Sin decirse nada, solo mirándose, Holly le pregunta dónde puede estar el gato. Paul-Peppard le dice que no sabe, y ella se adentra decidida en el callejón con barriles metálicos a llamarlo y buscarlo. La música de fondo adquiere tintes dramáticos, pero la lluvia cae y se la oye dominándolo todo. Ella se ha empapado completamente, pero la ansiedad es tan grande que parece indiferente al agua.
    Lo que le importa cada vez más es volver a encontra al gato, en realidad. Aunque es claro que el minino es una referencia por otras cosas.
    Los gritos de ella en el fondo de la calleja, entre cajas abandonadas de madera, revelan la ansiedad y la desesperación por el dicho animalito.
    La frustración se refleja en su rostro al no encontrarlo.

    Cuando vencida y desanimada se da la vuelta y se encamina de nuevo hacia la salida del callejón, donde Paul, a posta, se ha quedado detenido sin contribuir a la búsqueda gatuna. Algo le dice que es un hecho totalmente íntimo que le afecta exclusivamente a ella. Sus miradas se encuentran, la de él tranquila, la de ella como de desvalimiento y tristeza.


La lluvia sigue cayendo y rebotando. Y la música entonces se sobrepone y enmarca la escena con los compases archifamosos de la canción, cuando es el momento en el que se oye el maullido del lindo gatito, que por fin ha reaparecido guarecido en una de las cajas.

Ella va a por él, que se refugia en la caja, pero ella alarga el brazo y lo saca de allí mientras aquel no deja de maullar, la música de Mancini redobla la melodía y los goterones de lluvia no cesan en su repiquetear en su goteo irregular.

    Abraza al gato como, ciertamente, se abrazara a ella misma, tanto tiempo perdida y errabunda en no sé sabe que mundos frívolos y huidizos de su persona. Empieza, rompe a llorar con desesperación, como si abrazara a un viejo amigo al que había dado por perdido. Y todo esto ante la mirada ahora comprensiva de Peppard, empapado también él. Por detrás siguen pasando viandantes con amplios y protectores paraguas, y un ambiente ciertamente nuboso.

    Con la misma expresión de desvalimiento con la que empezó en la escena, por fin se levanta, envuelve al gato, ignorante el minino de lo que se está cociendo en torno a él. Lo cubre, es verdad que en vano, pues bastante que empapados están desde hace ya un buen rato. Y finalmente con una sonrisa liberada, sencilla, y franca, la música y la lluvia redoblando las emociones, es cuando el coro, hasta ahora en silencio, tararea la melodía y el estribillo.

 

    Holly llega hasta Paul con el gato. Él, como si la lluvia y los goterones no se deslizaran por toda su ropa como gárgolas desbocadas, la espera con las manos en los bolsillos. Está esperando claramente una respuesta a aquell proposición seria que le había lanzado en el taxi, aunque cree que la partida está ganada.

    El rostro de ella lo mira entonces con esa mirada de desvalimiento, como si ella fuera el mismo gato perdido, empapado y desvalido, buscando donde acogerse, casi suplicando. Ya no es aquella Holly fría e indiferente que el taxi conducía rumbo a Brasil, sino otra más auténtica, pidiendo ser querida, recibida con amor y cariño.

El coro tararea de nuevo la melodía mientras los tres protagonistas, Peppard, Hepburn y el gato estrujado en medio, se abrazan con pasión y cariño, bajo la cortina, siempre presentes, de gotas incesantes de la lluvia, a las cuales la pareja de amantes, y el gato, son talmente indiferentes.


La lluvia arrecia, los viandantes siguen aferrados a sus paraguas, pero el trío se ha reencontrado a sí mismo. Sobre el plano de fondo que los muestra contra la calle inundada de agua, sonríe, él más o menos seguro, ella Holly como si acabara d renacer, y acaricia de nuevo al gato, que es ellos mismos, su amor, ella, todo.


    Y el filme, en medio de esa emotiva escena, en la que los protagonistas se juran, sin palabras, gato mediante, amor eterno, nos muestra un plano largo donde los amantes Holly y Paul se funden en un largo y empapado beso, mientras por la calle se cruzan dos viandantes con sus respectivos paraguas. La música entona a coro el Moon River de Mancini, y el ritmo regular e incesante de la lluvia sigue omnímodo cayendo sobre ellos.

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