THE SEVEN MAGNIFICIENTS-LOS SIETE MAGNÍFICOS.
Anoche lunes 9 pusieron en Cine Clásico
de la 2 Los Siete Magníficos. Por la mañana, J. L. Garci le había
dedicado unos minutos elogiando el film, al que uno hasta la fecha consideraba
un entretenido y ameno western, pero de los secundarios, en comparación a las
grandes obras de Ford, a. Mann, y los clásicos ya establecidos.
Sin embargo, Garci reivindicó el film, le
parecía muy bueno y sobre todo, dijo que era o fue el último de los
clásicos, después de éste entró en el panorama del western Sergio
Leone y el spaghetti western, con Clint Eastwood, y se abrió la veda
para todo tipo de variaciones novedosas sobre el género.
Seguía diciendo que fue algo casual, una
conjunción de buenos actores, actuaciones, y, definitivamente, la banda sonora
magnífica. Pepa Fdez. lo corroboró entusiasmada, le maravillaba lo animosa y positiva
que era la música de E. Bernstein.
Cf. https://www.youtube.com/watch?v=2UKxlc9jV1Y
EL PRÓLOGO DE THE SEVEN
MAGNIFICIENTS: LA PRESENTACIÓN Y LOS TÍTULOS.
EL PRÓLOGO. LA
UBICACIÓN GEOGRÁFICA.
Luego de acabar la presentación, con la
famosa música tronando y sus variaciones, entre ellas la misma melodía, pero en
versión balada, con cierto aire sureño, mejicano, el paisaje cobra vida.
Sobre el fondo montañoso, seco, caluroso y
soleado, sin bosques ni árboles, solo vegetación rastrera, algunas piteras, se
ve avanzar la larga fila de unos hombres armados, con sombreros mejicanos que
los identifican, sin uniforme. Sin duda, se trata de una banda de saltadores.
Al frente, con una camisa de color rojo lila que lo hace distintivo, Eli
Walach, el que debe ser el líder de aquel grupo a todas luces maleantes,
cabalga dirigiendo la ruta.
la desangelada iglesia del pueblo de fondo de los Siete Magníficos, tan desastrada que le sirve de burla
Los campesinos visten todos de un blanco casi impoluto, lo que
acentúa la oposición entre los salteadores, malencarados y armados, vestidos de
cualquier forma y cruzados de cartucheras sobre el pecho, y los campesinos, de
blanco, inermes, solo con sus instrumentos de labranza.
Una vez llegan al centro del humilde pueblo, que es prácticamente el pueblo mismo, un espacio amplio de la misma tierra, el jefe de la banda se descabalga, y empieza un diálogo que en verdad es casi un monólogo, ante uno tal Sotero, uno de los que deben ser los principales del pueblo, aunque igual de campesino que los demás.
Eli Walach cabalgando con sus pistoleros.
Sigue la escena así, con Eli Walach
justificando sus actos y advirtiéndole de que volverá no muy tarde, de nuevo,
para recoger el tributo que como tal bandido reclama. Al final, cuando ya se
había subido al caballo y dispuesto a marcharse, un campesino, de todos los que
se hallaban reunidos y contemplando la escena, desesperado, se lanza contra el
pistolero con una simple hoz en mano. Éste lo mira algo incrédulo y sobre la
marcha le descerraja dos balazos que lo deja tendido sobre la polvorienta
tierra.
En seguida se oye la voz desgarradora de
quien debe ser su esposa, se abalanza sobre el cuerpo exangüe, tratando de
reanimarlo y empieza a llorar y lamentarse.
Eli Walach da media vuelta a su caballo, y
con unas últimas palabras, se retira llevándose con él a su caterva de
pistoleros y maleantes.
Los hombres del pueblo se reúnen, empiezan a
discutir sin ponerse de acuerdo, hasta que uno dice "hablemos
con el abuelo". En eso cambia la escena a un techado y una mesa a
la que están sentados tres o cuatro de los hombres del pueblo, y un señor mayor
que debe ser el tal abuelo.
Esto enseguida lo retrotrae a uno,
superficialmente, claro, al comienzo de la Ilíada, pero
en versión simple y rústica y reducida. Cuando el campamento aqueo se ve
asolado por la peste de Apolo, al comienzo mismo de la obra,
los aqueos se reúnen en asamblea, así lo pide Aquiles. Y en un momento dado,
dice éste que se debe consultar a un adivino para que les diga qué es lo que ha
agraviado al dios arquero. A continuación, convocan a Calcante, adivino
que ha guiado las naves griegas hasta Troya, para oír su explicación merced a
sus facultades.
Es evidente la gran diferencia entre uno y otro, sobre todo el ambiente religioso que predomina en la Ilíada y está casi ausente en este pueblo sureño, imagen viva de la propia iglesia colonial. Aunque se pueda comprobar, aunque de lejos, las dos situaciones.
La respuesta del abuelo, a su modo, también
es trágica, viene a decirles más o menos "luchar, luchar, o
morir". La de la Ilíada, la respuesta, ya
sabemos, es de tipo religioso, ha habido una afrenta al dios Apolo y, además,
cometida nada menos que por el propio Agamemnón Atrida.
Creo que hasta aquí se podría hacer esta superficial
comparación de situaciones del género épico y el western.
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