En el mundo, nos referimos, a este
medio o tercio o mínima parte del mundo que, en suspenso por un rato a lo que ocurre
en el resto del planeta, o no muy lejos de donde se encuentra, en este supuesto
primer mundo, tiene a bien explayarse en la visión seguida y sin parar de todos
los capítulos en un fin de semana.
En fin.
Claramente, esto forma un círculo vicioso, cada vez hace
menos o nada, su madre, la sufrida madre, pelea, lo regaña, intenta arrebatarle
el rifle, el que forma parte casi de su cuerpo, en vano, y en un arranque de desesperación,
le da una tienda para que duerma fuera de la casa, ya que no sabe apreciar lo
que tiene, por poco que sea esto.
Lesley reacciona mal, dice que se va,
y no se le ocurre otra cosa que ir a refugiarse con dos ladronzuelos de Corfú a
los que había conocido una noche que estuvo con ellos en el calabozo, por una pelea
en el bar a causa de su antigua novia Alexia.
Estos desgraciadillos vienen en una
casa de piedra semiabandonado y mísera en medio de los campos. Al principio parecen acogerle
bien, aunque al poco pasan a hacerle sufrir algunas humillaciones, para marcar
su posición y burlarse de él, que al fin y al cabo es un joven inocente.
Paramos un poco para recordar con
gracia que quien único lo defiende al muchacho es la criada griega, que no se
cansa de repetirle a la sra. Durrell
que es el mejor hijo de los cuatro.
El caso es que, al conservar la
escopeta, los ladronillos lo llevan a robar unas bebidas alcohólicas, whisky griego sin ir más lejos, para lo que han de reventar un candado. Y nada mejor qe descerrajarle un tiro, tal
como hace Lesley quien, por lo demás, no interviee en ndam más en el triste robo.
Spyros, el fiel griego que siempre está
a lo que le pida la sra. Durrell,
encuentra a Lesley viviendo con estos personajes malos, como él dice, y vcorre
a comunicárselo. La sra. Durrell, que otra cosa no, pero valiente, y decidida, aunque llena de
temores e inseguridades, lleva sufriendo y penando en silencio toda esta
situación, arrepentida del todo. Cuando
Spyros le da la noticia, corre a buscar a su hijo en medio de la noche. Su hijo
la rechaza, aún está dolido.
Al poco, pasado un poco, vemos un primer plano de un buen zapato de piel y vemos salir a Lesley de la casa con éste en la mano, diciendo
enfadado quién le ha meado en él. Enseguida, como si fuera parte de su
identidad, rememora lo que le ha costado, cuando fueron a comprarlo, allá en
Inglaterra, y con gesto airado, resuelve que su situación en aquel lugar hasta
ese punto ha llegado.
Vuelve a entrar, recoge sus cosas, su escopeta y la mochila, y se aleja en la noche de aquel lugar ruinoso.
Llega a la casa y allí tiene lugar el
encuentro emotivo entre la madre y el hijo.
En la Odisea es famosa la escena de recibimiento de la sierva a Odiseo, el reconocimiento por la señal en el pie, por decir algo.
En medio de tal escena emotiva, entra Margot, su hermana, a quien no se le ocurre otra cosa que expresar en alto ¡qué mal huele aquí!, lo que rompe algo la tensión del momento.
La escena, cuando la madre lo descalza y le lava los
pies, es de reconocimiento, de aceptación, renuncia, de identificación con el
joven.
Y los esfuerzos de Lesley por limpiarles de una vez el orín quizás se correspondan a un deseo de recuperar su color original, y su propio ser, su persona, y olvidar ese breve tiempo perdidos entre aquellos bribones, y perdido él, en sí mismo, sobre todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario