Otro aspecto característico de la novela es empezar
algunos capítulos con citas de autores, clásicos o no.
Aprovecha la ocasión del
capítulo en el que la acción se desplaza al inframundo con una cita clásica de
Virgilio, del libro VI de la Eneida donde se describe la katábasis o bajada a
los infiernos de Eneas acompañado por la Sibila de Cumas.
De este libro escoge los versos 297-303 por ser los que
retratan al personaje arquetípico de aquel mundo, el barquero Caronte.
portitor has horrendus aquas et flumina
seruat
terribili squalore Charon, cui plurima mento
canities inculta iacet, stant lumina flamma,
sordidus ex umeris nodo dependet amictus.
ipse ratem conto subigit uelisque ministrat
et ferruginea subuectat corpora cumba,
iam senior, sed cruda deo uiridisque senectus.
De allí arranca el camino que conduce a las olas del tartáreo Aqueronte,
vasto y cenagoso abismo, que perpetuamente hierve y vomita todas sus arenas en
el Cocito.
Guarda aquellas aguas y aquellos ríos el horrible barquero Caronte, cuya
suciedad espanta; sobre el pecho le cae desaliñada luenga barba blanca, de sus
ojos brotan llamas;
una sórdida capa cuelga de sus hombros, prendida con un nudo: él mismo
maneja su negra barca con un garfio, dispone las velas y transporta en ella los
muertos, viejo ya, pero verde y recio en su vejez, cual corresponde a un dios.
El autor ,creo que por primera vez en sus
novelas y con acierto, emplea un recurso con una tradición clásica, la llamada katábasis,
que arranca en la Odisea, la sigue Virgilio y la remata Dante y hasta la
actualidad. Introduce el mundo de los muertos tal como era en el
pasado, como una realidad paralela, al menos así los recrean los autores
clásicos.
Recordamos también de las sátira de ese inframundo en
Luciano y su obra Diálogos de los muertos.
De esta forma incluye a Julia Domna en la larga lista de personajes literarios que han descendido al submundo más allá del mundo de los vivos.
Escoge los vv. 297 303, en
traducción de Eugenio de Ochoa, autor del s. XIX, en el momento en que hace la
descripción del personaje fantasmagórico y espeluznante de aquel lugar, el
barquero Caronte.
S.P. va a colocar a sus
personajes allí, justo a la ribera de la laguna Estigia, donde tienen que
embarcar las almas para alcanzar la otra ribera, donde propiamente llevarían su
existencia por el resto de los tiempos, exangües, como relata ya desde Homero.
La verdad es que, si uno se detiene bien, la entrada del capítulo y del propio inframundo
no puede ser más terrorífica y fantasmagórica, si nos fijamos bien en la
horripilante descripción del sucio y zarrapastroso barquero.
En los siguientes párrafos hace una referencia a la descripción característica del tétrico lugar, con las largas filas de almas a la espera del embarque, "los más" como
decían los antiguos, en primer plano, aunque sin detallar más de su aspecto.
En el siguiente párrafo el autor se atreve, aunque igual hay otras referencias de esta facultad, a otorgar a Caronte la facultad de discernir y pensar sobre el posible
destino de las almas de los recién llegados según su aspecto, además de su obligada tarea de transportarlos sin más.
Con esta capacidad le da pie al autor a hablar de la organización de aquel
territorio del Más Allá, y atribuirse una
especie de juicio de las almas, muy propio de corrientes religiosas dentro del propio imperio romano.
Es claro que el autor no se va a detener aquí. En la versión homérica había
tres jueces de las almas, Minos, Radamantis y Éaco. Aunque, al decir de A. Bernabé, estos personajes, en el mundo homérico, más que jueces, ordenaban y disciplinaban a la masa de infelices llegados. El juicio vendrá más tarde.
Aquí, por así decirlo, las
almas ya han sido juzgadas, no se sabe dónde, por lo que han hecho en vida, y entonces Caronte puede adivinar
por sus semblantes si irán a algunos de los departamentos en los que se
subdivide el inframundo.
Estos son el Elíseo, en primera mención. El autor prefiere esta denominación a la de los
Campos Elíseos, que es otra forma de referirse a lo mismo. Esta región era destinada a los felices y
justos. Con ironía Caronte comenta para sí que estos eran los menos en los
últimos tiempos, enlazando con la marcha de la novela que transcurre en el violento y agitado mundo iperial romano.
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