"... A poco de
acostarse notó Jacinta que su marido dormía profundamente. Observábale
desvelada, tendiendo una mirada tenaz de cama a cama... Creyó que hablaba en
sueños... pero no; era simplemente quejido sin articulación que acostumbraba a
lanzar cuando dormía, quizá por causa de una mala postura. Los pensamientos
políticos nacidos de las conversaciones de aquella noche, huyeron pronto de la
mente de Jacinta. ¿Qué le importaba a ella que hubiese República o Monarquía,
ni que D. Amadeo se fuera o se quedase? Más le importaba la conducta de aquel
ingrato que a su lado dormía tan tranquilo. Porque no tenía duda de que Juan
andaba algo distraído, y esto no lo podían notar sus padres por la sencilla
razón de que no le veían nunca tan cerca como su mujer. El pérfido guardaba tan
bien las apariencias, que nada hacía ni decía en familia que no revelara una
conducta regular y correctísima. Trataba a su mujer con un cariño tal, que...
vamos, se le tomaría por enamorado. Sólo allí, de aquella puerta para adentro, se descubrían las trastadas; sólo
ella, fundándose en datos negativos, podía destruir la aureola que el público y
la familia ponían al glorioso Delfín. Decía su mamá que era el marido modelo.
¡Valiente pillo! Y la esposa no podía contestar a su suegra cuando le venía con
aquellas historias...
Con qué cara le
diría: «Pues no hay tal modelo, no señora, no hay tal modelo, y cuando yo lo
digo, bien sabido me lo tendré».
Fortunata y Jacinta
"... Pero ahora desunión es todo y sufrimiento de aquellos a los
que amo, pues Jasón a sus hijos y a mi dueña abandona por una boda real con la
hija de Creonte, tirano de esta tierra; y la infeliz Medea, de tal modo
ultrajada, 20
gritando el juramento recuerda y el contacto de manos,
prenda máxima, y a los dioses invoca para que el trato vean que de Jasón
recibe. Y yace sin comer, al dolor entregando su cuerpo y consumiéndose con
lágrimas [constantes 25
desde que conoció la afrenta de su esposo, sin levantar los
ojos ni separar del suelo su mirada ni oír la voz de sus amigos más de lo que
lo hicieran rocas u olas marinas. Tan sólo alguna vez vuelve su tierno cuello
30
para gemir a solas por su padre querido, su país y su casa,
que traicionó al marchar con el hombre que ahora tal ofensa le infiere. Y en su
infortunio aprende la mísera qué bueno es el no partir nunca de la paterna
tierra. 35
Y aborrece a sus hijos y en verlos no se goza; temo incluso
que algún raro proyecto trame. Pues duro es su carácter y soportar no puede que
nadie la maltrate. La conozco y la temo: 39
es terrible y quienquiera que en su enemistad [incurra 44
no resultará fácil que la victoria obtenga...". 45
Es evidente algunos parecidos y diferencias de los dos fragmentos.
1. "Y aborrece a sus hijos y en verlos no se goza; temo incluso que algún raro proyecto trame...".
Es claro que aquí hay un claro opuesto con la figura de Jacinta, como BPG pone de manifiesto en abundantes y gráficas expresiones, en relación con la figura de los hijos. Medea los aborrece en esos momentos de desesperación, mientras que Jacinta los anhela desesperadamente por su propia incapacidad de tenerlos. de ahí que se vuelque en el mundo de la infancia y, llegado el momento en que tiene la noticia de un hijo de su marido abandonado, se interese de inmediato por él.
En este caso, además, y es también uno de los temas que trata Medea, el de los hijos, en concreto la carencia de ellos, tanto en el plano negativo, como en el anhelante en la figura del rey Egeo, con quien llega a un acuerdo para que satisfaga ese deseo progenitor que hasta el momento se le niega.
Es decir, jacinta y el rey Egeo comparte en las dos obras el motivo de la carencia de hios.
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