EL OTRO EN GLADIATOR
Y ESPARTACO. LA IMAGEN DEL BÁRBARO.
En ESP la visión del otro, aunque se pueda sacar más cosas,
está ejemplificado en la cantera de
esclavos, también al principio de la película. La figura del esclavo tracio
Espartaco, trabajando resignado pero
de una agresividad latente, fuerte, hosco, greñudo, y esto lo recalca ya la
película desde el principio, fuertemente solidario con sus compañeros, nos
lleva a la descripción del buen salvaje,
podríamos aventurar, y se opone claramente al personaje decadente y muelle de Batiato, el empresario que ha llegado a
las minas a comprar esclavos.
Los
otros están muy bien caracterizados en GLD,
ya desde el abrupto e impresionante inicio de la película. Nada menos que nos
encontramos con el clásico otro, el bárbaro, que era para un romano aquellos
habitantes que vivían fuera de los límites del imperio (aunque se tuviera
tratos con ellos). Esta oposición entre nosotros y el otro ya procede del mundo
griego, la propia palabra bárbaro
viene de aquí, y establece una primera distinción del mundo entre dos grupos,
los que habitan la oikoumene y tiene
la cultura helénica o grecorromana, y los otros, los que no. Su base es
claramente lingüistica, los bárbaros
son los que no hablan nuestra lengua.
En Espartaco esta distinción del otro no se refleja de modo claro después
a lo largo de la película. En GLAD
también se diluye, claro es, en la trama posterior de la película. Pero en Espartaco no parece haber lugar para
extenderse en esta oposición. Quizás, y volvemos a lo mismo, porque el mensaje
que quiere dar la película avant la lettre es de un hermanamiento mundial de
todos los seres humanos, no hay diferencias entre unos y otros, entre nosotros
y los otros. Esto, claro, empezando por
el motivo principal de la película, la abominable distinción entre libres y
esclavos.
El mundo
de GLD es un mundo más realista históricamente,
los otros, los bárbaros del comienzo de la película, existen, están más allá de
Roma, a la que alude Máximo como la “luz” frente a la oscuridad de esos mundos.
Idea ésta que hace sonreír al desencantado MA y por eso le revela su desengaño
ante la idea de esa Roma iluminadora e ingenua que tiene Máximo.
En ESP Roma está claro que es un mundo
donde lo que prima es la lucha por el poder y donde están en juego facciones y rivalidades personales enfrentadas por
alcanzar el control de su poder. Igual idea aparece también en GLD, solo que las épocas históricas son
distintas. ESP refleja estas luchas
por el poder y el ascenso de personalidades poderosas en el fin del período republicano,
y GLD traza estas luchas de poder en
la época álgida del Imperio.
En Espartaco hay una difuminación
del otro, como vemos en las escenas del campamento de los esclavos. Por encima
prima la idea del igualitarismo de los humanos, independientemente de su
patria, lengua, religión, edad. Aquí no cabría desde luego esta visión
antropológica del otro, pues no tendría razón de ser.
La
imagen del bárbaro sí que está representada, al igual que en GLD, al principio de la película.
También, como en GLD con la batalla
en el limes, son impactantes es esta secuencias y, claro, concretadas en el mundo de la
esclavitud. Esclavitud en el más crudo de los escenarios el de las minas o canteras, pues ya veremos que en otros contextos, pensemos en los
esclavos domésticos de Batiato o Graco,
no tienen esa visión humillante.
Esta rudeza del bárbaro está ejemplificada en Espartaco, que,
ahora que lo escribimos, con sus ojos furibundos y su barba desgreñada,
recuerdan bastante al bárbaro germano que aparece con la cabeza decapitada del
emisario romano en GLD.
Por oposición
al salvaje Espartaco, el “civilizado” romano, en este caso, está representado
por la figura afectada, muelle y decadente de Batiato, el mercader que viene a
comprar esclavos a la cantera. Le va acompañando otro esclavo, este ya
domesticado, que le porta con mal oficio la sombrilla para que no le dé el sol.
Se lleva una reprimenda del propio Batiato porque no lo protege bien, y en esta
secuencia tenemos la imagen del romano civilizado y decadente en un mundo
esclavista.
Luego,
al encontrarse con Espartaco, el fiero, el salvaje el bárbaro, el otro, que se
le representa como rebelde agresivo al que tienen que encadenar, vemos cierta atracción
que siente por este ejemplar. Greñudo, sudoroso, golpeado y encadenado a la
roca, por una casualidad llama la atención del mercader
“¿Por
qué está encadenado”, pregunta. “Mordió a un soldado”. “¡Mordió!”, exclama
Batiato. “Déjame ver su dentadura”. Aquí ya vemos a un Batiato mercader e
interesado. Y después de comprobar, como si fuera un caballo, su dentadura (ya
sabían que los dientes es un reflejo del estado de salud), “me lo llevo”,
afirma con seguridad.
Esta es
una de las imágenes del bárbaro como contrapuesta al civilizado que se presenta
en ESP. Más tarde, a la llegada a la
escuela de Cumas, Esp ha sufrido una
transformación en su aspecto físico, y ya luce afeitado, aseado y fornido, ya
ha perdido esa condición externa de bárbaro.
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