SEGUNDO MOMENTO: EL PATER CRISTIANO ENTONA EL DULCE ET DECORUM PRO PATRIA MORI. EL ANCIANO DE TIRTEO EJEMPLIFICADO EN EL PATER.
Ceslestino, anonadado ante tal matanza, ebrio de lucha y sangre, se propone él mismo como luchador al frente de todos,
... ¡Oh!, yo tiemblo, sostenedme; no, dejadme tomar un fusil, lo tomaré yo...
Es, se convierte, entonces, en aquel anciano venerable ἄνδρα παλαιότερον, forzado a la lucha, a los que alude Tirteo en su poema, modelo vergonzoso αἰσχρὸν, en el sentido de vergüenza hombría y valor, para animar a la lucha y la muerte de los otros guerreros πρόσθε νέων, los jóvenes. En estos versos desgarradores, y cargados de vergonzoso efectismo para sacudir las almas a punto de enardecer de los guerreros.
"... Vergonzoso es, desde luego, que caiga en vanguardia (primera fila) y quede ante los jóvenes tumbado un hombre ya maduro, que tiene ya blanca la cabeza y canosa la barba, y queda exhalando su ánimo audaz en el polvo, con el sexo cubierto de sangre en las manos –bochornoso espectáculo – y su cuerpo desnudo..."
αἰσχρὸν γὰρ δὴ τοῦτο, μετὰ προμάχοισι πεσόντα
κεῖσθαι πρόσθε νέων ἄνδρα παλαιότερον,
ἤδη λευκὸν ἔχοντα κάρη πολιόν τε γένειον,
θυμὸν ἀποπνείοντ᾽ ἄλκιμον ἐν κονίῃ, 25
αἱματόεντ᾽ αἰδοῖα φίλαις ἐν χερσὶν ἔχοντα -- αἰσχρὰ
τά γ᾽ ὀφθαλμοῖς καὶ νεμεσητὸν ἰδεῖν -- καὶ
χρόα γυμνωθέντα: ...
recreación del poeta Tirteo; formación de hoplitas ante los que se entonaba
los cantos de batalla, como los de Tirteo y Calino de Esparta.
En cambio, en la algarada del 2 de mayo, la muchedumbre popular, cuchillos en ristre, atacaba de cualquier manera, dejando su vida plena, ante las acorazadas y esta vez sí bien formadas y tropas victoriosas francesas.
LA CARGA DE LOS MAMELUCOS, DE GOYA.
Aunque más bien, pues nuestro trastornado don Celestino ha recuperado parte de su conciencia sacerdotal, ya no va a bajar al fregado de la pelea con armas y a disparar, como antes había reclamado, “... dejadme tomar un fusil, lo tomaré yo…”
No, ahora, encontrada su verdadera misión, cual el poeta espartano encarnado, sino a alentar con sus cantos, como aquel Tirteo de Esparta. De éste, del que apenas se sabe nada, se cuenta que era un simple y humilde maestro de la Lacedemonia y, para mayor desdoro en aquella eugenésica sociedad espartana, tuerto y cojo. tal como nuestro pater en las callejuelas del Madrid de l2 de mayo,
... Yo que soy un viejo inútil, yo que nunca he visto un combate, yo que jamás he disparado un tiro, yo que en mi vida he peleado con nadie, yo que no puedo ver matar un pollo, yo que nunca he tenido valor para matar un gusanito, ...,
Invertebrado este último que añade Galdós con un ligero toque de humor en medio de tanta tragedia sangrienta y descarnada,
"... Si yo tuviera veinte años… Si yo tuviera veinte años, tendría el valor que ahora me falta, y me lanzaría en medio del combate, y a palos, sí señores, a palos, acabaría con todos esos franceses. Ahora mismo, con mis sesenta años…
En lo más alto de su proclama, resurgen de su interior aquellas palabras de dignidad y valor, para ofrecer a los que le rodean y a Gabriel.
“... Gabriel, ¿sabes tú lo que es el deber? ¿Sabes tú lo que es el honor?...”
Y el viejo párroco, pleno de esa pasión ciega, sí, se confiesa eso mismo, un viejo, un anciano inútil e inservible, cobarde.
Pues para que lo sepas, oye: Yo que soy un viejo inútil, yo que nunca he visto un combate, yo que jamás he disparado un tiro, yo que en mi vida he peleado con nadie, yo que no puedo ver matar un pollo, yo que nunca he tenido valor para matar un gusanito, yo que siempre he tenido miedo a todo, yo que ahora tiemblo como una liebre y a cada tiro que oigo parece que entrego el alma al Señor,...
Y es entonces, por obra y gracia del magisterio de nuestro autor, cuando el pater, Tirteo pagano, Horacio redivivo, pleno de lecturas y memoriales latinescos, entona, en el clímax de su vida que está sucediendo en aquellos momentos trágicos, el verso enardecido de aquellos poetas antiguos.
"... voy a bajar al instante a la calle, no con armas, porque armas no me corresponden, sino para alentar a esos valientes, diciéndoles en castellano aquello de Dulce et decorum est pro patria mori!
Al anciano pater, a don Cestino, la proclama, nada menos, el maestro de los Episodios, en aquellos momentos casi de trance, se la hace enunciar en ¡¡latín!!, como si el espíritu de la antigua civilización latina, de la Aeterna Roma, aún corriera, inadvertida, por sus venas y las de cuantos le rodean.
Dulce et decorum est pro patria mori!
Sí, ese latín pagano, pero culto y literario al mismo tiempo, que memorizó y aprendió para luego dar sus oficios sacramentales.
Y sus pinitos panegíricos en el mejor latín que los humanistas y sus continuadores pudieron enseñar y exhibir en las aulas, desde las más rudas y humildes, hasta las académicas y excelsas.
Y Gabriel, Gabrielillo, queda enardecido, no nos sale otro verbo, insuflado de vergüenza y hombría ante el arrojo del pater, como si resonara en él las palabras del vate espartano, salta movido por el mismo resorte de valor y afrenta tras las palabras del anciano cura.
"... Estas palabras, dichas con un entusiasmo que el anciano no había manifestado ante mí sino muy pocas veces, y siempre desde el púlpito, me enardeció de tal modo que me avergoncé de reconocerme cobarde espectador de aquella heroica lucha sin disparar un tiro, ni lanzar una piedra en defensa de los míos... "
El referente antiguo en los versos de Tirteo lo encontramos en aquellos versos de Embatèria, o cantos de marcha militar en versos anapestos, para elevar los ánimos ante la inminencia de la lucha.
"... ¡Ah jóvenes, pelead con firmeza y codo a codo; no iniciéis una huida afrentosa ni cedáis al espanto, aumentad en vuestro pecho el coraje guerrero, y no sintáis temor de hacer frente al enemigo! ; Y a vuestros mayores, que ya no conservan ligeras rodillas, a los viejos, no les abandonéis atrás al retiraros..."
ὦ νέοι, ἀλλὰ μάχεσθε παρ᾽ ἀλλήλοισι μένοντες,
μηδὲ φυγῆς αἰσχρᾶς ἄρχετε μηδὲ φόβου,
ἀλλὰ μέγαν ποιεῖσθε καὶ ἄλκιμον ἐν φρεσὶ θυμόν,
μηδὲ φιλοψυχεῖτ᾽ ἀνδράσι μαρνάμενοι:
τοὺς δὲ παλαιοτέρους, ὧν οὐκέτι γούνατ᾽ ἐλαφρά, 20
μὴ καταλείποντες φεύγετε γηπετέας:
...
Desde luego, no sabemos, o sí, lo adivinamos, cómo el maestro de las letras decimonónicas, el cronista de Madrid, pudo ofrecernos en tal algarada del 2 de mayo esta imagen icónica, esta referencia anciano-juvenil, cómo se le pudo ocurrir conjuntar, como si tuviera el poema de Tirteo ante sus ojos, y en su creación transfigurara los papeles y las épocas, y lo dramatiza y representara.
Es decir, el anciano de pelo blanco de Esparta, que quería luchar en vanguardia, es aquí convertido en un rústico, hasta ahora simplón y pueblerino párroco de pueblo, de repente poseído y enardecido por una furia y una ira justa y casi sagrada.
Y las multitudes de jóvenes hoplitas que se enardecen ante su arrojo son aquí resumidas en la figura y los pensamientos de Gabriel, Gabrielillo que asume el papel de aquellos guerreros de vergüenza digna que quieren ser honorables.
El narrador retoma de nuevo el ardor, que casi titubea, de Gabriel, cual hoplita espartano.
"... A no contenerme la presencia de Inés, ni un instante habría yo permanecido en aquella situación. Después cuando vi al buen anciano precipitarse fuera de la casa, dichas sus últimas palabras, miedo y amor se oscurecieron en mí ante una grande, una repentina iluminación de entusiasmo, de esas que rarísimas veces, pero con fuerza poderosa, nos arrastran a las grandes acciones.
Oímos y resuenan de nuevo los versos de Tirteo que acabamos de ver,
"... ¡Ah jóvenes, pelead con firmeza y codo a codo; ...
Y a vuestros mayores, ..., a los viejos, no les abandonéis atrás al retiraros..."
ὦ νέοι, ἀλλὰ μάχεσθε παρ᾽ ἀλλήλοισι μένοντες, ...
τοὺς δὲ παλαιοτέρους, ..., 20
μὴ καταλείποντες φεύγετε γηπετέας:
Dulce et decorum en medio del 2 de mayo, pronunciado desde las entrañas por el padre Celestino, que tiene una súbita revelación, ajeno a toda caridad cristiana, bueno, eso si, como Tirteo, que arengaba a las tropas, don Celestino las arenga también, sin acompañamiento musical ni ordenadas falanges de hoplitas, sino la turba más mundana y callejera madrileña, encabezada, quién lo iba a decir, por arrojadas y envalentonadas doñas, mujeronas de nobleza popular, que en ese momento se convierten en auténticas heroínas de su patria y sin miedo a morir.
Pero acude a su alma cristiana la su formación latina, y los versos de Tirteo, los de la bella muerte, τεθνάμεναι γὰρ καλὸν, llevados y transcritos en Roma por el poeta Horacio, Dulce et decorum …, son los que alientan su ardor patrio y el de sus compatriotas.…
Dulce et decorum est pro patria mori:
mors et fugacem persequitur uirum
nec parcit inbellis iuuentae
poplitibus timidoue tergo. 15
…
… Es dulce y glorioso morir por la patria. La muerte acosa en la fuga al cobarde, y no perdona al joven <no perdona las corvas del joven> sin arrestos que vuelve al peligro las tímidas espaldas…
tomado de aquí, A. Pérez Vega.
CONCLUSIÓN.
El motivo de la bella muerte, expresado por los verso de Horacio como el tópico Dulce et decorum pro patria mori, a modelo e imitación de los poetas helenos, ha tenido, tiene y seguirá teniendo, por desgracia, referentes y situaciones reales y relatos artísticos que la revivan. De las infinitas referencias que encontramos de este lema, hemos encontrado, por otra parte ya muy conocida, la versión que Galdós ubica y nos relata muy oportunamente, y no podía ser el lugar más desgraciadamente propicio, en su Episodio de El 18 de marzo y el 2 de mayo, justo donde se inicia, de un modo súbito y popular, la rebelión contra la disimulada ocupación francesa en el solar hispano. De boca de un pacato sacerdote cristtiano, el arrebato bélico que surge de aquel día le hace reencarnarse en Horacio, quien emulaba al legendario Tirteo, y lanzarse a la calle para enardecer al pueblo con su arenga y con voz latina, Dulce et decorum est pro patria mori.
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