ARCHIAS Y LAS HUMANIDADES EN EL CAMPAMENTO DE ESCLAVOS (ESPARTACO, 1960).
Un film clásico, más allá del género cinematográfico, el peplum, en el que
se podría incluir, y considerado una obra maestra del cine es Espartaco. Como
es de sobra conocida, su director, S. Kubrick, puso en escena la histórica
revuelta de gladiadores y esclavos, la también llamada Tercera Guerra Servil,
QUE comienza en el 73 a.C. y termina aplastada en el 71 a.C.
El film se basa en la novela de H. Fast, Espartaco, escritor
filosocialista que llegó a estar en la cárcel en la época del macartismo, años
cincuenta, en lo que un ambiente de represión, censura y delación invadió
también el mundo de Hollywood. Y en el film se pueden apreciar aspectos que
hacen alusión a este período, e incluso al mundo de la Guerra Fría.
El guión fue elaborado por Dalton Trumbo, y parece que Kubrick el director
también puso algún toque.
En fin, veo por no sé cuanta vez el film, pues la pasan en un canal de
televisión mientras hago zapping, y la encuentro en el momento famoso en el que
Antonino, esclavo de Craso, huye nocturno y a escondidas de su amo el
todopoderoso Craso.
Antonino está interpretado por Tony Curtis, amigo de Douglas, y que, al parecer, le pidió ser incorporado al film que éste producía.
Unas escenas después nos encontramos en el campamento de esclavos de
Espartaco, en la zona del sur de Italia.
El campamento, por oposición al mundo clasista antiguo, representado por
Roma, parece un ejemplo paradigmático del lugar ideal de la proyección
socialista. Allí da la impresión de que no hay jerarquías ni estatus, salvo, en
todo caso, la del propio Espartaco.
Parece vivirse allí en una sociedad plenamente igualitaria, por oposición,
repetimos, de la división por estatus y categoría social, el eje ciudadano-no
ciudadano, predominante de la antigüedad.
Todos trabajan, allí no hay holgazanes, todos, incluso las mujeres, se
hallan en pie de igualdad y nadie es mejor que nadie.
Incluso en el plano físico, en ese mundo de esclavos, además, es una visión
idealista, y hay esclavos de toda condición física, altos, bajos, feos,
desdentados, junto con los atractivos líderes.
Sin embargo, parece haber alguna que otra pega, en ese mundo socializante e
idílico. Todos los esclavos que allí viven y moran, son felices, aun viviendo a
la intemperie, y soportando fatigas, todo el mundo allí, a la hora de
desempeñar las tareas y labores, exceptuando, claro, a los guerreros que se
baten con las legiones, pero, esa es quizás la particularidad, todos ejercen
profesiones manuales y laboriosas.
Esto se ve en la escena en la que llega el personaje de Antonino. Se
encuentra acabante de llegar, junto con un grupo de otros esclavos que también
han corrido a reunirse con la revuelta.
Espartaco llega casualmente, y se dispone a saber de ellos.
Hay una situación graciosa con la primera esclava con la que habla, que
quiere hablar con el tal Espartaco, y le exhibe todas las capacidades de las
que es capaz. Espartaco la coge en brazos, la abraza y la acepta en el
campamento.
El siguiente al que pasa revista es un hombre maduro. Le dice que todos los
que están allí vienen de una zona concreta. Espartaco se ubica y le
pregunta:
- ¿Qué trabajos hacías
allí?
- Dieciséis años como
carpintero y obrero.
- Bien, necesitamos
carpinteros, confirma contento el
líder de los esclavos y de la nueva comunidad de esclavos.
Sigue el repaso de los
recién llegados.
- ¿Qué trabajo hacías
tú?
- Jefe de sirvientes, le responde el esclavo, con una túnica
- Ayudará con la comida, exclama un lugarteniente, haciendo selección de personal sobre la marcha y descabalgándolo inmediatamente de su mínimo escalafón profesional. Habla con Pétulo.
La ronda sigue. Se detiene en el siguiente, que resulta ser Antonino. En
seguida le llama la atención la túnica blanca y bordada que lleva, que
contrasta con los sayos grises y uniformados del resto de los esclavos. Lo toca
como si viese un objeto lujoso, y a continuación, le interroga intrigado como
al anterior.
- Era poeta.
- ¿Poeta?, le pregunta Espartaco, extrañado. E
incapaz de considerar que aquello fuera una labor profesional, le pregunta de
nuevo, Pero, ¿qué trabajo hacías?
- Es mi trabajo, y
hago malabares, dice Antonino, para decirle al líder una ocupación, la de
malabarista, que sólo pueda considerarse como tal, y no la de poeta.
- ¿Y qué más haces?,
todavía Espartaco no ve la utilidad de tal personaje.
- Hago trucos de magia.
- ¿Magia? exclama, y se queda pensativo. Y después de todo ese tiempo meditabundo con
este nuevo personaje que le ha llegado, enseguida suelta una ocurrencia, ¡Tal
vez hagas desaparecer a los romanos!, y todos se divierten con la
respuesta.
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