R. LANE FOX:
"… SE DICE QUE ALEJANDRO ARROJÓ UNA LANZA A DARÍO ..."
La obra de R. Lane Fox Alejandro Magno: conquistador del mundo, de ediciones Acantilado, 2007, es una de las últimas y más precisas biografías y estado de la cuestión, sobre la vida y ambiciones del gran Alejandro Magno.
La obra de R. Lane Fox Alejandro Magno: conquistador del mundo, de ediciones Acantilado, 2007, es una de las últimas y más precisas biografías y estado de la cuestión, sobre la vida y ambiciones del gran Alejandro Magno.
Reeditada a
raíz de su colaboración exitosa con el director O. Stone para su película Alexander,
es un texto presentado por uno de los mayores especialistas en el rey macedonio
de nuestros tiempos.
Es contrastada
la precisión y documentación, tanto textual como técnica, de todo el relato
histórico. En el caso, además, de los episodios bélicos, presenta el
asesoramiento de militares actuales con el que se dota el texto de Lane, como
en caso de Issos y Gaugamela principalmente.
Por
ejemplo, un detalle, una cosa que indica y señala desde el principio, que
quizás solo puedan evaluar cono conocimiento militares en ejercicio, es la
omnipresencia del polvo, de la tierra, y de todos los problemas que éste
genera, como en el caso de las comunicaciones y visibilidad entre partes de
ejércitos tan numerosos. Lane lo pone de manifiesto desde el principio y lo
cita de forma regular en el caso de Gaugamela. Es sólo un ejemplo de la precisión
y el detalle de la obra.
En los
otros aspectos de la batalla, en varios donde se han planteado ciertas discusiones,
Lane exhibe sus conocimientos y hace una clara exposición de los
mismos.
Por
ejemplo, en la iniciada y luego detenida persecución de Darío por parte
de un irreflexivo Alejandro, Lane muestra su capacidad de análisis, su
discusión con otras opiniones académicas, poniendo en cuestión tanto las
fuentes antiguas como las historiográficas actuales, las que hablan de la
llamada de auxilio de Parmenión que es la que detiene esa persecución.
Lane la considera dudosa, se trata de buscar un chivo expiatorio en la
figura d este general, y opta por explicaciones más plausibles y aceptables a
la luz de lo que hoy se sabe y sus informaciones y deducciones.
Volviendo
al capítulo 14 dedicado a la batalla de Gaugamela, Lane describe con detalle
los prolegómenos de la batalla, con un estilo literario que, además, hace más
atractiva la lectura. Luego, pasa a describir lo que es la batalla propiamente,
con los dos ejércitos enfrentados, una valoración y discusión de las fuerzas de
cada uno. Describe el inicio y desarrollo de la batalla con los datos con que
se cuenta, hasta llegar al omento decisivo, la carga de los hetairoi que decide
la batalla.
EL GOLPE DE MANO.
Hemos
entresacado los párrafos en los que el historiador llega a los momentos
decisivos del encuentro, cuando se abre un hueco en el centro del ejército
persa y Alejandro y los Compañeros se dirigen hacia ese espacio propicio. La
descripción va acompañada de algunas nociones de estrategia refrendadas por
autores como Clausewitz o el mismo napoleón, estudiosos del macedonio.
“… Los agitados movimientos del ala izquierda de los
persas, primero cabalgando hacia un lado para coincidir con Alejandro,
después corriendo hacia adelante para flanquearlo, abrieron una brecha en
la que el ala izquierda se encontró con la izquierda del centro; esa zona,
que era donde se encontraba el carro de Darío, invitaba a que se entrara en
ella. «El segundo principio de la estrategia —escribió Clausewitz,
maestro en la teoría de este arte— es concentrar las fuerzas en el punto donde
van a darse los golpes decisivos, pues el éxito en este punto compensará todas
las derrotas en los puntos secundarios». Anticipándose tanto a Clausewitz como
a Napoleón,
Se trata,
como ya sabemos, y el film de Stone exhibe con maestría, al giro que da la
caballería macedonia, estirada hacia la derecha, para retornar al centro persa y
decidir allí el enfrentamiento.
“SEGÚN DICEN”, “SE DICE”, …
De todas
formas, y con todo y por eso mismo, y para el asunto que comentamos, llama la atención
que Lane, como ya hacían los historiadores antiguos, empezando por Heródoto,
cuando tenían que dar una información que no sabían cierta o contrastada, que recurra
Lane ahora, y como entonces ellos, al apoyo del se dice, según dicen.
Tratándose
de un tan gran especialista en el monarca macedonio como él, resulta llamativo,
desde luego, visto como se ve el tratamiento preciso y detallado de cualquier
otro aspecto histórico. Siempre y cuando no resulte de apoyo a la escena del
film que él propio historiador asesoró exhaustivamente.
Y eso es lo
que hace en el caso de la lanzada de Alejandro. Es decir, después de la
analítica y detalladas descripciones de la táctica de Alejandro, ilustrada nada
menos que con notas de estrategia atinadas de personajes relevantes que
hicieron en su momento, como Napoleón o Clausewitz, Lane cita la lanzada del
macedonio con ese recurso incontrastable y eludiendo valoración alguna, del “se
dice”.
“… SE DICE QUE ALEJANDRO ARROJÓ UNA LANZA A DARÍO …”
La táctica
de Alejandro está toda ella, según expone Lane, conducente a encontrarse, frente
a frente, con el centro persa momentáneamente desguarnecido y al propio Gran Rey
repentinamente frente a él. Es entonces, en ese momento decisivo en el que
todas las fuentes, al menos las antiguas, y el mosaico coinciden, es cuando en
breve y como de pasada, introduce este “se dice”, para referirse
al acto de la lanzada, tapando tras estas anónimas referencias un hecho incierto
y quizás improbable.
En el más puro estilo homérico, se dice que
Alejandro arrojó una lanza a Darío, que le pasó rozando y mató al auriga que
estaba a su lado;
Parece
que Lane se deja llevar algo por la emoción, pues antes de describir este hipotético
hecho de Alejandro, ya lo precalifica como homérico, En el más puro
estilo homérico. Parece que, a pesar de que escriba al lado “se dice”, no
deja de añorar el que el tal hecho de la lanzada, como expresión del espíritu
homérico que anidaba en el rey heleno, hubiese podido ser protagonizado por él.
Al margen
de este calificativo, en esta frase afirma tres cosas importantes: una, que fue
Alejandro quién efectuó la lanzada; dos, que pasó rozando el cuerpo de Darío; y
tres, que mató al auriga, al conductor.
Haciendo
un inciso fílmico, vemos cierta correspondencia con lo que dice el
historiador y la versión fímica, al menos en parte.
Uno, Alejandro hizo la lanzada. Stone hace una secuencia
espectacular en todo este momento, al que le da un tono elevadamente heroico y
singular, añadiendo además la figura de Bucéfalo acompañando en esa gloria
inmortal y escénica al macedonio, lanza en alto.
Dos, le pasó rozando a Darío: el film de Stone exhibe gráficamente cómo la xystón se dirige de pleno contra el Gran Rey y que éste, en peligro, gira bruscamente el torso para evitarla.
Darío gira el torso para evitar el xystón de Alejandro.
La lanza se pierde sin atravesar al
auriga, en cambio. Y
Tres, alcanzó de lleno al auriga. Esta imagen, en cambio, se la
debemos al film de Rossen, y no al de Stone.
Si
nos atenemos a lo que conocemos de las fuentes, las que hemos leído, esto es, Arriano,
Plutarco, Curcio y Diodoro, hay que decir que ese “se dice” se
correspondería, en estos tres puntos, en la del autor latino y el siciliano, y mayormente
con este último.
En efecto, Curcio
habla, uno, de una lanzada, pero que no se sabe de dónde y no menciona a
Alejandro, y dos, que alcanza de lleno al auriga, como dice Lane.
Por lo
tanto, no será Curcio al que se refiere Lane cuando cita el “se dice”,
pues tenemos al otro autor de los cuatro principales sobre Alejandro, Diodoro
Sículo, siempre muy cuestionado en su labor historiográfica, que menciona el
hecho.
Y es
Diodoro el que cita sin ninguna duda que fue el propio rey macedonio el que
realizó el lanzamiento del xystón.
Arriano y
Plutarco, menos arriesgados, se contentaban con señalar esta carga de los hetairoi
como la decisiva, Curcio quien añade los otros datos de la lanzada y la muerte
del auriga y posterior confusión. Sin embargo, ya decimos, el latino en
ningún momento dice que sea de Alejandro ni de nadie, es una lanzada
más en medio de la confusión de la carga de los Compañeros y la batalla
propiamente.
Pero Diodoro
es definitivamente quien lo refiere y da por cierto el dato, sin mayores
referencias, por otra parte, de la autoría del acto.
Lane, en cambio, añade con este “se dice”, la autoría
del hecho al rey macedonio. Y es claro que tiene como referente a Diodoro.
En esta
autoría, aunque no lo dice, cuenta con la cita del autor griego, que es quien
pone por escrito y sin asomo de duda este hecho crucial, es
decir, el que Alejandro lanzó su xystón contra Darío, enzarzados que estaban,
como ya aventuraba Ps. Calístenes, en un duelo singular.
Lo curioso,
por tanto, es que Lane no lo cite, no diga al menos que es en Diodoro
Sículo donde aparece esta referencia a la autoría de la lanzada, aunque
presente las dudas que normalmente se le achacan a su labor de historiador. Estampa
en su texto el “se dice”, por tanto, omitiendo cualquier referencia a
Diodoro u otras fuentes que lo mencionen, que probablemente no haya muchas más,
debido a la escasez de datos, paradójicamente, sobre la vida y hazañas de
Alejandro.
“… DARÍO HIZO GIRAR SU CARRO …”
Lane, por
lo tanto, sigue la tradición historiográfica antigua y hasta hoy, en el sentido
de especificar que la carga de los Compañeros contra el centro, y la
supuesta lanzada, es la que es decisiva y realmente provoca y determina el
desenlace de la batalla. Pues a continuación de este golpe de mano y
consecuentemente, se produce la huida de Darío. Como citan las antiguas
fuentes, ya decimos.
sin duda los Inmortales y los parientes reales
se inquietaron mucho ante este penetrante ataque y, puesto que
los cadáveres se amontonaban unos encima de otros, Darío hizo girar su carro
y se deslizó hacia el sur a través de la nube de polvo que lo cubría
para ponerse a salvo en el Camino Real.
Pero, en lo
que se refiere a la retirada del Gran Rey, tal como la describe Lane y como
también se encuentra en la tradición textual, ni siquiera necesita de escribir el
término “huida” para describir la subsiguiente fuga del Gran Rey. Como
los otros autores, solamente con hacer alusión al giro del carro,
Darío hizo girar su carro y se deslizó hacia el sur, lo deja expreso
claramente.
Tal y como
han recogido también el mosaico y los films de forma plástica y bien expresiva
del hecho. Aunque ya vimos que es Curcio quien, intentando rehabilitar
al monarca persa, excepción entre las fuentes, le dedica unos minutos de duda y
espera antes de tomar la ignominiosa decisión.
De tal
manera concluye la batalla de Gaugamela Lane, de forma algo precipitada,
aludiendo también, como Curcio y Diodoro, al amontonamiento de cadáveres que
impresiona al rey persa. Quizás se podría haber esperado algún detalle más de
lo que produjo esta huida, o recalcar más lo decisiva que fue este golpe de
mano táctico de Alejandro y su caballería. Pero el historiador, tal como las
fuentes antiguas, establece sin solución de continuidad el acto de la lanzada
con la subsiguiente fuga del persa.
Curcio, y
también Diodoro, ya decimos, es el que introduce entre un momento y otro
algunos momentos previos, cierta confusión que se entabla entre los persas por
el rumor de la muerte del rey, tratando de dar una explicación de esta para él
inesperada huida, en un momento indeciso de a batalla.
“TRES MIL COMPAÑEROS Y OCHO MIL
SOLDADOS DE INFANTERÍA CAMBIARON EL RUMBO DE LA BATALLA”.
Sin
embargo, un poco más adelante, haciendo una valoración global del
enfrentamiento, arroja una explicación bastante certera y definitiva, a menos a
nivel general, de cómo se produjo ese descalabro. La razón, según Lane, estaba
en la táctica, cosa que ya indicó Plutarco, en la táctica que emplea Alejandro
y su ejército, táctica esta heredada y formada para el ejército macedonio por
su padre Filipo II, el que la desarrolló de forma definitiva y dejó preparado
el ejército para su aventurado hijo. La clave, según Filipo, al parecer
aprendida de Epaminondas y el ejército tebano, que ya en su día derrotaron
sorpresivamente a los invencibles espartanos, consistía en el ataque en oblicuo
y la concentración de fuerzas en el punto débil del enemigo.
Esto es lo que en última instancia
debió suceder, claro, desde una perspectiva muy amplia y general. Porque allí
en el campo de batalla pudo haber ocurrido muchas cosas, pensamos.
No hay duda de que unos tres mil Compañeros y ocho mil
soldados de infantería cambiaron el rumbo de la batalla al concentrarse
en un punto débil. Sin embargo, las posiciones secundarias todavía
estaban en peligro, y el premio principal, Darío, no sería localizado o
adelantado con facilidad.
CONCLUYENDO: LA COLINA TALL GOBEL,
RENOMBRADA NIKATERION.
Hemos
recogido en síntesis la última reflexión de Lane en este capítulo dedicado a
Gaugamela. Ya casi al final del mismo, habla de que el macedonio renombró la
colina, una pequeña elevación ubicada tras el campo de batalla, llamada por
los persas del lugar con el popular nombre de Tall Gobel, “la joroba del
camello”. A Alejandro, muy propagandístico y consciente de sus hechos él mismo,
le era evidente que aquel acontecimiento tendría que quedar para siempre fijado
en la memoria de los siglos, a medida que el tiempo hiciera esto precisamente,
hiciera olvidar los detalles de la batalla, como éste del que hablamos
precisamente, el de la lanzada. Alejandro, pues, renombró la colina de Tall
Gobel con la de Nikaterion, colina o lugar de la Victoria, así en
mayúsculas.
Entre Erbil (Arbelas, señalada en el mapa) y Mosul, en el Kurdistán iraquí, se encuentra la llanura de Gaugamela, donde sucedió la batalla. De todas maneras, la ubicación de tan magna batalla sigue sin conocerse. Fue cierto Sir Aurel Stein quien ubicó en 1985, parece, la batalla en la localidad de Tell Gomel, en esa área entre Mosul y Erbil.
Este lugar, Tell Gomel o Tell Gahmel, "la joroba del camello" que es o que significa, se encuentra en el centro de la llanura de Navkur, ubicada al sur de la carrtera Erbil-Dohuk, entre Jebel Maqloub y la región de Bardarash, y el río Al-Khazir River por el este ( http://www.terradininive.com/projects/tell-gomel/?lang=en).
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