Santiago Posteguillo acaba de sacar a la luz, noviembre de 2023, el segundo volumen de su trilogía, Maldita Roma, continuación de Roma soy yo, dedicada al singular y portentoso Julio César, ese gran y controvertdido personaje de la Antigüedad y la historia occidental.
Este segundo volumen se centra en la conquista de las Galias, aunque el libro nos relata antes de llegar allí, y en sucesión cronológica, los diversos sucesos que vivió el futuro conquistador en esos años de su vida. Como recurso para atraer la atención del lector, el autor nos cuenta, de forma alternada, los episodios de la lucha de Sertorio en Hispania, el secuestro de César por los piratas de Farmacusa, y la guerra servil de Roma contra el líder de esclavos Espartaco, entre otros.
Todo lo hace de manera amena y atractiva. Como es característico de su obra, ya lo hemos comentado, dedica atención y esmero al desarrollo de las tramas bélicas, no sólo a las batallas, sino a las intrigas, traiciones y rivalidades en torno a ellas.
En la primera parte de la obra, aparece ya citada la figura de Alejandro, pues era un personaje que admiraba César grandemente. A propósito de esta admiración, precisamente, es por lo que hay alguna cita de la batalla de Gaugamela.
Gaugamela para el público de hoy se ha convertido ya en un nombre y un referente no ajeno a la cultura popular. Ya decimos, después de la excelente película Alexander, de O. Stone, ya el nombre de esta batalla, antes que la hasta ahora única y más conocida, ya decimos en la cultura popular, era la de Issos. En las novelas históricas de estos años, como la de Manfredi, en cómics, etc. su nombre sale a relucir inevitablemente.
El referente iconográfico y ejemplar durante siglos y hasta ahora es el mosaico encontrado en Pompeya en el s. XIX, nombrado como el mosaico de Issos. Aunque parece ser que algunos dudan de sí se trata de Issos o también se refiere a Gaugamela, o a una mezcla de las dos.
No hay que olvidar que los films, los dos realizados sobre Alejandro, incluyen sólo una batalla en su desarrollo, que es la de Gaugamela, la última, definitiva y más determinante. Y aprovechan, los directores, para mezclar detalles de las anteriores batallas en esta única recreación de Gaugamela.
APOLONIO MOLÓN, GAUGAMELA Y LA ORATORIA.
La novela de Postegullo, ocurridos ya bastantes e importantes episodios,. Hacia allí se dirigen César y su inseparable Labieno, en busca de, como hacía la élite romana en aquellos tiempos, nos lleva a la isla de Rodas. Allí César busca perfeccionar y formarse aún más en el arte oratoria, fundamental para progresar en su carrera política en todos los ámbitos de desempeñol.
Uno de los mejores maestros, que enseño a Cicerón, por ejemplo, es Apolonio, Apolonio Molón o de Rodas. Con el dedicará un tiempo a perfeccionarse en oratoria, retórica y elcomjunto de técnicas y habilidades del discurso, para persuadir y convencer en aquello que se proponga.
Antes de llegar a la isla griega, sin embargo, ocurrirá el episodio del secuestro por parte de los piratas de Famacusia, episodio célebre y reconocido en la biografía de César.
La primera referencia, ya decimos que tampoco tiene mayot relevancia, a Gaugamela sale en la primera entrevista entre César y este afamado maestro de oratoria, Apolonio Molón Ἀπολλώνιος ὁ Μόλων, en su casa de Rodas. Ambos se comprometen a seguir las lecciones, y Apolonio le plantea para la siguiente y primera sesión, digamos, una cuestión primordial.
- (Apolonio) Bien, comenzaremos mañana, pero te planteo una pregunta para que regreses al alba con la respuesta correcta.
—Te escucho —dijo (César) muy intrigado—. ¿Cuál es la pregunta?
—Una muy sencilla: ¿qué es lo más importante en cualquier discurso?
En la siguiente sesión, César da alguna respuesta a la cuestión, pero al maestro no le parecen acertadas. Apolonio, con la técnica mayéutica socrática, hace que el propio César llegue a la conclusión acertada. Es entonces cuando, para ejemplificar la respuesta, saca lo de Gaugamela.
—Entonces, la clave en un discurso, lo más importante —retomó César la palabra— es decir o hacer lo inesperado.
—En retórica, lo que el oponente no espera es aquello que lo desarma —explicó Apolonio—. Y eso, sin duda, es extensible a la política y al terreno militar. ¿Acaso el rey Darío de Persia esperaba en la batalla de Gaugamela que Alejandro se lanzara contra él de forma directa?
—No.
—Lo inesperado, bien calculado, triunfa.
—Bien calculado —subrayó César.
Hasta aquí llega esta referencia alejandrina, por tanto. Lo más efectivo y eficiente, lo más importante en el discurso es sorprender al otro, a tu adversario, con un asunto que que lo deje en suspenso. De la misma manera, Alejandro, dice Apolonio, y como si la táctica del macedonio fuese un lugar común ya entonces, Alejandro con su golpe de mano, con el giro inesperado de su caballería, se plantó ante el mismo Darío cuando éste ni lo esperaba.
No hace falta más, ni lanzamiento de xystón ni recrearse a Darío tirando de las riendas. El ataque imprevisto de los hetairoi, se refiere a esto el orador, al golpe de mano sorpresivo, ha derrotado al rey persa, como cualquier ordor debería conseguir empleando estos mismo recursos pero con la palabra.
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