martes, 12 de septiembre de 2023

HERÓDOTO Y LA LLAMA DE FOCEA


 La Llama de Focea es una novela de Lorenzo Silva. Pertenece a su serie de novelas protagonizadas por dos agentes de la Guardia Civil, Bevilacqua, alias Vila, y la sargento Chamorro.

Es la número doce de la colección.


SINOPSIS: A pesar de que la intriga empieza en el occidente ibérico, una peregrina del Camino de Santiago aparece muerta con señales de violencia, la acción se traspasa en breve a Cataluña. En efecto, la víctima es una joven catalana, hija de un líder independentista y con fama de enriquecimiento ilícito. Estamos a poco de los disturbios de 2017 en Cataluña. Vila y Chamorro son escogidos para desentrañar el asunto. A Vila esto le produce una cierta conmoción, pues aunque ubicado en Madrid, vivió en Barcelona unos años cruciales en su vida, tanto profesional como personal. Seguramente, la investigación le devolverá emociones y sentimientos que aún guarda en su pensamiento.

LA CUESTIÓN DE FONDO: Silva no es un autor que quede al margen de la actualidad sociopolítica del país. En su columna periodística muestra sus opiniones, siempre razonadas, y no del gusto de muchos.

Parece que con esta novela quiere, en parte, dar su testimonio, en una novela de crímenes, su testimonio personal de su vinculación con el mundo catalán, de repente tan ajeno para unos.

Sin entrar nunca en trazos gruesos, trata de encontrar una razón a todo, a las diferentes posturas, pero quizás lo que sobresale de la novela, la mirada que va dejando a lo largo de sus páginas, es de cierta pena y tristeza por lo ocurrido. Al tiempo que desvela sus sentimientos amables y agradecidos hacia las gentes de aquellos lugares. Pero, como decimos la tristeza y cierta nostalgia de cómo era su vinculación hasta hace unos años se deja traslucir en todo el relato.

LAS REFERENCIAS AL MUNDO CLÁSICO: FOCEA Y HERODÓTO: Dejando este sentir global de la obra, nos llamó la atención, por su relación con el mundo clásico, el último capítulo, o mejor, el epílogo, con el que pone fin a su obra. En estas últimas páginas quiere hacer como una reflexión final de todo lo sucedido en estos años, arrojar alguna luz sobre el asunto sociopolítico, y a nivel personal, el abandono de Barcelona y de las amistades e historias personales que allí deja.

Por lo tanto, hace dos últimas visitas, resumen personal y político de su relación con Barcelona, una a un intelectual barcelonés, Altavela, la segunda, más íntima, a la que pudo haber sido su verdadero amor, Anna.

Es en la conversación con el intelectual Altavela es cuando sale a relucir el origen del título de la novela, La llama de Focea. Sobre todo, Focea, nombre de origen griego.

Alega Altavela en la conversación, y esto lo ha tomado el mundo nacionalista como si fuera una razón excluyente y exclusivo de su territorio respecto a los demás, como una señal identitaria inequívoca, señala el personaje con voz autorizada que los griegos, gente de prestigio, habían poblado los primeros estas zonas de la antigua y por ellos llamada Iberia, cosa que los diferenciaba y distinguía de los toscos y rudos mesetarios del interior ya desde aquellos comienzos.

El intelectual precisa, griegos, sí, pero ¿qué griegos? Detalle este que esconde una posible explicación al origen de dónde procede toda esta distancia entre unos y otros territorios, que ha llegado hasta la actualidad.

La gran expansión colonial griega, estudiada en todos los manuales, se produce entre los siglos VIII y VI a.C. Bajo la denominación de griega se oculta el hecho de que no fue una expansión promovida por una nación, inexistente entonces, como Grecia. Los que promovían la expansión, impulsados por la escasez de tierras, problemas sociopolíticos o la presión del Imperio Persa, fueron poleis de escaso territorio, pero independientes y autónomas. Y, además, unas se singularizaron en esta expansión más que otras.

Precisamente, una de las más activas fue esta que da nombre a la novela, Focea, Φώκαια. Esta ciudad estado, ubicada en la costa de Asia Menor, tenía un carácter especial. El propio Heródoto es quien les atribuye ser los pioneros en los largos viajes por el Mediterráneo, descubriendo el Adriático y tomando contacto con el tan distante reino de Tartessos, en Iberia, cuando para aquellas fechas todo ese mundo occidental era desconocido y escaso de interés para el mundo griego y el Próximo Oriente. Además de una potencia comercial, fundó colonias tan importantes como Massilia (Marsella), Nicea (Niza) y la misma Ampurias.

Este personaje, Altavela, saca a relucir este relato del historiador en el epílogo, la parte final del libro, como ya dijimos, con el que concluye algo rápidamente la novela. Lo extrae, lo cita en el propio texto, del historiador griego, de su obra Historia, en el libro primero, de sobrenombre Clío, nombre de la musa con el que se nombra también a los nueve libros de la obra del historiador.

Es lo que se conoce como logos, es decir, partes más o menos extensas dedicadas a determinados pueblos del área mediterránea, los que el historiador va dando cuenta a medida que sigue el hilo de su relato sobre las Guerras Médicas. Éste, pues, trata de la polis de Focea, y recibe el nombre de logos foceo.

EL LOGOS FOCEO DE HERÓDOTO:

Los foceos, resumiendo lo que cuenta el historiador, ubicados en la franja de Asia Menor, tuvieron que enfrentarse a las ansias expansionistas del Imperio persa en tiempos de Ciro II, el verdadero forjador de aquel imperio, a lo largo del siglo VI a.C.

Dejando que el propio relato de Heródoto sorprenda al lector actual, como sigue sorprendiendo después de dos milenios y medio, la novela destaca algún episodio de las refriegas entre persas y foceos, entre ellos, el que para el autor es el más llamativo.

Los foceos, asediada su polis por los persas al mando de cierto Harpago, una vez que no se quisieron someter y aceptar a ser súbditos del Imperio Persa, abandonaron con engaño y a escondidas su polis en sus aguerridos barcos, las penteconteras. Harpago a continuación tomó posesión de la abandonada ciudad, y antes de marcharse, dejó una guarnición persa en defensa del lugar. 

Mientras tanto, los foceos habían intentado adquirir unas islas, las Enusas, en las cercanías de la gran isla de Quíos, pero estos sus poseedores se negaron. Decidieron entonces emigrar hacia el Mediterráneo occidental, hacia una colonia fundada no hacía mucho por ellos mismos, Alalia en Córcega.

Pero, antes de esto, volvieron sorpresivamente a su antigua polis que habían abandonado a la fuerza, y acabaron con la guarnición persa de forma cruda.

Una vez realizada esta acción y dispuestos ya para la gran travesía, en ese momento a la mitad de ellos les invade, según dice el historiador, tristeza y pena. Renuncian al juramento hecho de permanecer unidos y se quedan en su polis, aceptando su nueva condición de súbditos persas. Los otros, firmes en sus propósitos, abandonan esos sus lugares patrios para siempre, y marchan hacia Alalia, buscando donde instalarse como nueva comunidad en algún lugar que pudieran. 

Finalmente, después de varias vicisitudes en Córcega debidas a su difícil asentamiento en nuevas tierras con los cartagineses y etruscos de aquellos lugares, termina este periplo asentándose en territorios de la zona de Reggio-Calabria, en el sur de Italia. A partir de entonces, se termina la información de Heródoto, y se les pierde la pista a estos intrépidos foceos.

LAS CONSIDERACIONES DE ALTAVELA.

Así termina la versión historiada del amigo de Vila, basándose en Heródoto. Concluye su exposición con voz clarificadora, relacionando los genes originarios de aquellos aguerridos foceos con los habitantes actuales del territorio de la actual CCAA.

"De aquellos navegantes despiadados (viajaban en penteconteras, naves guerreras) y alérgicos a la servidumbre venimos los catalanes- dijo Altavela- pero también de sus conciudadanos, que a la hora de la verdad, prefirieron someterse al persa. La llama que vino de Focea con la que levantaron Ampurias, y que transmitía a la colonia el fuego de la polis fundadora, traía esa mezcla de pragmatismo y cólera, diligencia y caos..."

 

 

De esta forma, la novela, por boca del personaje, quiere dar una explicación razonable, amparada en los orígenes, de las vicisitudes por las que pasa el territorio de Cataluña, radicalizado en los últimos años hasta provocar una grave crisis.

Sin embargo, la novela continúa, quitando ese rasgo de excepcionalidad y exclusividad a la que también son proclives allí.

 "Así son los humanos de aquí y allá, mal que le pese a quienes   prefieren una explicación pueril que exalte a toda costa la excelencia de lo suyo"

 La conversación termina con las reflexiones de Vila después de oír al erudito. Aquel episodio de la antigüedad lo toma, dice que se lo queda para sí, pues en verdad, no es más que eso, como una metáfora de todo lo que ha ocurrido después, y más en concreto, de lo acontecido en los últimos tiempos durante los que ha escrito la novela. La metáfora, es decir, la llama, esa que los foceos habían traído en los albores de las fundaciones griegas en Iberia, en Ampurias, podía servir para mirar con cierta abstracción y distancia todos los conflictos y jaleos que se han sucedido en la CCAA desde entonces. 

Es claro que el autor considera este argumento histórico como una metáfora. Pues ciertamente el auge del nacionalismo en Europa y en España tiene su auge en el siglo XIX. Y explica, en buena medida, mucho más claramente los orígenes de las desavenencias de ciertas partes del territorio español con el propio Estado. Aun así, Vila lo toma para sí, como una visión complementaria e ilustrativa.

 

IN MEDIAS RES: La novela, por otra parte, está planteada como un relato in medias res. A partir del descubrimiento del cadáver de una peregrina en el Camino de Santiago, y la investigación que se pone en marcha, centrada en Barcelona, la novela da saltos atrás continuamente. Están vinculados a la historia personal de Vila, quien vivió en esa ciudad casi en los inicios de su desempeño como Guardia Civil. Allí es donde se instala al principio con su mujer y su hijo recién nacido, y es donde conoce al que sería su maestro en el oficio de defensor de la ley. 

Vila, pues, regresa a esos lugares plagados de recuerdos y sentimientos encontrados, y su mirada es ciertamente nostálgica, como un Odiseo que regresa a una Ítaca que no llegó nunca a ser tal.


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