LA CLAVE ESTÁ EN EL JUEGO DE PIES: MILLION DOLLAR BABY.
Bajo
la aparente cubierta de una película de género, del boxeístico, se encuentra
una historia muy humana de la relación entre una aprendiz de boxeadora, mujer,
una novedad, y su airado y reticente y áspero entrenador de boxeo, Clint
Eastwood.
Lo que al principio es una negativa por su parte a hacerse cargo de la joven, se convierte después en una relación afectuosa entre ambos.
Para el caso que nos ocupa, y siempre teniendo en cuenta la deformación a que sometemos todos estos ejemplos, vamos a comentar una escena. Frankie- Eastwood, una vez acepta en contra de lo que piensa, a entrenar a Hillary-Maggie, le enseña unos, más bien el primer y básico consejos. Ella debe saber para, como si dijéramos, empezar con “buen pie” su carrera boxeística.
Y ¿qué elemento corporal aparece
entonces? Contra lo que un profano pudiera suponer, lo primero de lo que le
habla Frankie-Eastwood no es de los brazos, las manos y los puños, no
precisamente, le habla del juego de pies.
De repente, es como si se le
abriera una verdad insospechada que latía y estaba en su mismo cuerpo, su base
podal. En las siguientes escenas vemos como ella practica incesamente, en el
gimnasio, en el trabajo, con sus pies. Izquierda, derecha, izquierda.
Ya tenemos a otro héroe, heroína en
este caso, monosándalos.
Bueno, en verdad, todos los
boxeadores lo serían, desde luego.
Nos fijaremos en este caso de Maggie
por ser la protagonista ejemplar en la ficción del film.
La escena, como decimos,
transcurre en el gimnasio de Frankie. Es bastante tarde, ya hace tiempo que
cerró, están todas las luces apagadas. Frankie y Freeman están hablando en la
pequeña habitación que Freeman tienen en el mismo gimnasio. Vive allí, es su
vida. De repente se oyes unos golpes. Es Maggie. Por su cuenta ha llegado tan
tarde y anda dando puñetazos al punching. Es su cumpleaños. Frankie se acerca a
hablar con ella.
Toda la conversación se produce
en ese ambiente oscuro, solo iluminado por una fuerte luz blanca en el rincón
donde está colgando el punching.
En verdad que podríamos estar
miles de años atrás, en las entrañas de una cueva y ante un rito mistérico.
Es entonces cuando, no sabe bien
por qué, Frankie acepta a entrenar a Maggie. Hasta ahora la ha estado
rechazando y pidiéndole de una u otra forma que se fuera. Maggie no cabe en sí
de su gozo. Emocionada, atiende a las primeras palabras de Frankie, con el que
se ha comprometido como entrenador a partir de ahora.
Frankie, ya puesto en su papel de entrenador, le da lo que diríamos su primera lección a su pupila.
- Bien, una de
las cosas en que me he fijado es que nunca mueves los pies. Te quedas quieta,
sin moverte. Tienes que mover los pies, es una de las mejores cosas que podré
enseñarte. Así que esto es lo que se hace.
La cámara enfoca de espaldas a Frankie ante el
putching, mientras Maggie lo mira atenta.
- Ponte así,
dobla un poco las rodillas.
Maggie obedece.
- Ponte en
postura atlética, como si fueras a pegarle a laguien.
Y ella se
dispone con los puños en posición de ataque.
- ¿Moverlos cómo,
jefe?, inquiere ansiosa por aprender Maggie.
- Dale al
putching.
Maggie le da un
golpetazo fuerte, y le sonríe segura de sí, de lo fuerte que le ha pegado.
- ¡Paara!
- ¿Qué he hecho
mal?
Frankie para el
punching, todavía vibrante.
- Vale, has
hecho mal dos cosas. Una, has hecho una pregunta; dos, has hecho otra pregunta.
Toda la escena
transcurre en un rincón del gimnasio. Ya es muy tarde, el gimnasio hace tiempo
que cerró, no hay nadie salvo ellos. Las luces están todas apagadas, excepto el
rincón en que elos está llevando la conversación y la lección.
- Bien, lo que
quiero que hagas no es una cuestión de darle fuerte, sino de lo bien que le
des. Así que, observa. Cuenta conmigo, si quieres. Y a la de uno le doy de
lleno al putching.
Frankie lanza tranquilo
y seguro un puñetazo contra el putching
- ¿Puedes enseñármelo
otra vez?
- Sólo di uno,
por favor, responde cansino Frankie ante la ansiedad de ella.
- Uno.
- Vale, sí, sólo
di uno, muy bien.
Y sigue
diciendo:
- Ahora cambia
al pie derecho. ¿Ves? Mi peso se desplaza al pie derecho. Ahora le pego con el
dorso de la mano (Frankie pega ahora con la mano izquierda) como si estuviera rompiendo
hielo. Luego me desplazo y cambio al pie izquierdo y golpeo con la mano derecha…,
y cambio al pie derecho y le doy con el puño izquierdo otra vez. Derecha
derecha, izquierda izquierda.
Frankie sigue
golpeteando rítmica y contundemente el punching.
Suena la música
de nuevo, el tema principal, hasta ahora ha habido un silencio absoluto de
fondo. Indica que ha concluido la leccción, esta primera lección.
Maggie baja los
ojos entonces y ya no mira al punching ni
a los brazos y los golpes. Ahora está fijándose en el balanceo y el
juego de pies de Frankie.
Luego, hay una elipsis, y se ven
los pies de ella, desnudos, moviéndose al ritmo alternado que le ha enseñado Frankie.
Y ya a todas horas, en el
trabajo, mientras sirve las mesas, la cámara enfoca a sus pies, alternando
rítmicamente su posición.
“Les enseñas cómo deben
colocar las piernas debajo de los hombros”, dice la voz en off de Freeman,
mientras vemos a Frankie trabajándole los pies a Maggie en el cuadrilátero.
La voz en off continua mientras
se ve las imágenes de Frankie y Maggie entrenan, el esfuerzo de ella, los
consejos de él. La voz repite la idea de la entrega total del deportista a la
tarea a la que se ha comprometido.
Pero, a pesar de esto, no
olvidemos que esta primera lección en verdad es como si le estuviera enseñando
la fuerza, el valor oculto de las personas, de todas, ubicada en los elementos podológicos
que las sostienen, normalmente ignoradas, desapercibidas, y no puestas en
juego.
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