domingo, 12 de junio de 2022

TÚ Y YO: AMORES Y TEMPESTADES ( y 7).

 También puede ocurrir, como pasó el otro viendo la versión de 1939 de "Tú y yo", también puede suceder, y forzando un poco las cosas, que haya una alteración en este marco completo que hemos descrito de amores y tempestades.

                                                               

Así, podríamos incluir el caso raro de la película Tú y yo, versión de 1939, con Irene Dunne (Terry McKay) y Charles Boyer (Michel Mamet) en los papeles estelares.

Los personajes, Charles-Mamet, pintor inconstante, e Irene-McKay, cantante de vodevil, se conocen en París y afianzan su mutua atracción. Emprenden viaje a Estados Unidos en el mismo barco, y consolidan su relación.

Pero existe un problema, ambos respectivamente tienen sendos compromisos matrimoniales.

Acuerdan entonces, a la entrada por barco en Nueva York, y una vez convencidos de su mutuo amor, reunirse en un tiempo acordado, en el último piso de Empire State Building, en la terraza con vistas. Eso sí, una vez resueltos sus compromisos anteriores y enfocados de ahí en adelante el uno con el otro.

Para no somterse a más presión, avisan de que si uno de los dos no aparece, a no ser por una razón mayor, que entonces se haría saber de alguna forma, se entendería por parte del otro que la relación se había roto.

Así pues, pasa el tiempo y llega la fecha del encuentro en el famoso rasacacielos. 

Charles-Mamet llega primero, antes incluso de la hora acordada, y se dispone a aguardar esperanzado. Sin embargo, un desgraciado accidente, a la misma vista del Empire, que la dejará impedida por un tiempo, le acontece a Irene-McKay, que no llegará ese día a la cita.

Ella, para evitar producir compasión a Charles-Mamet, no anuncia nada y se niega a comunicarle lo sucedido.

LA ESPERA EN EL EMPIRE STATE BUILDING.

La escena, entonces, tal como decíamos, transcurre en la terraza del piso más alto del Empire. Al llegar Mamet, el tiempo luces soleado, casi espléndido, en consonacia con su ilusionado estado de ánimo. Va pasando el tiempo, al principio esperanzado, pues Dunne estárá al llegar. El tiempo sigue lúcido y despejado.

    Se pasa la hora de encuentro, y un tiempo prudencial de espera, mientras Boyer empieza a fumar un cigarrillo tras otro. El ascensor del edificio va subiendo y bajando a otros visitantes a los largo de todo este tiempo. La cámara incide en el ascensorista, que ve como Boyer se demora allí más tiempo de lo normal, mientras pasan  y se van otros viandantes que han querido asomarse a la ciudad desde esas alturas privilegiadas.

Charles-Michel, en un momento, no puede evitar responder al ascemnsorista que le pregunta regularmente si baja:
            Baja
            - No
            - Perdone, ¿tiene hora?, pregunta aún optimista Charles-Michel
            - Las 5 y diez, responde atentamente el ascensorista.


Charles-Michel se dispone a enfilar el atardecer con la mirada perdida y abandonado casi toda esperanza ya de que Dunne venga. Está cerca ya de la caída de la tarde y empezar el anochecer cuando el paisaje ambiental, lo mismo que su ánimo, cambia y, para dar una señal mayor del asunto, de pronto entre el negro del cielo, cae una fuerte y gruesa lluvia, y algunos relámpagos  rasgan con su fulgor la oscuridad de la tarde-noche.



       Dunne no ha llegado ni vendrá ya. La cueva, spelunca en Virgilio, es ahora la terraza elevada y orgullosa del Empire State, todo lo contrario a aquel antro oscuro donde se refugian Dido y Eneas. 
    La pareja de amantes, Irene Dunne y Charles Boyer, ha quedado compuesta de tal manera: uno de ellos, Mamet, en presencia y la otra, Dunne, en ausencia. 
        Sólo el espectador sabe que existe de hechouna pareja, pues Charles-Michel desconoce lo acontecido y él se encuentra en la más absoluta soledad. Sin embargo, el espectador  si conoce que su presencia allí no es única, pues Dunne debería estar allí confirmando su amor, y sólo un accidente se lo ha impedido.

    Así pues, volvemos a encontrar el vínculo entre tempestades y amores, aunque de una forma peculiar. También es cierto que la tempestad sólo acaece al final de la tarde, cuando empieza la noche, y en consonancia con el estado de animo del protagonista. Y, más que de unión, parece confirmar la ruptura, aparente, de la unión prefijada.

    Así pues, en esta ocasión no se producirá el resonar de las ninfas en  lo alto propiaciando la unión...

fulsere ignes et conscius aether
conubiis summoque ulularunt uertice Nymphae.

brillaron los fuegos y cómplice el aire del casamiento 

en su alta cumbre ulularon las Ninfas.

NOTA: Bien es verdad, la revelación del compromiso amatorio entre los dos personajes haya sucedido antes, como se dice en la tertulia posterior, en la escena de la visita a la capilla. Es entonces cuando ambos se dan cuenta de que están comprometidos el uno con el otro.


La tertulia de Classics aquí.

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