jueves, 16 de julio de 2020

SI EL MEJOR CINEASTA NO SABE, ¿CÓMO PODRÍA SABERLO YO? (A PROPÓSITO DE NADA) ( 4)

En todo el libro y con la gran cantidad de personajes que desfilan por sus páginas, hay algo de cierta  indagación llamemos un poco superficialmente "socrática" de W. Allen.
Ya hemos visto antes, cuando comentamos el mito de Sísifo, los encuentros de Allen con los inversores y productores de sus películas, y la conclusión que saca,, en algunos casos decepcionate: "si es graciosa, es rentable"
Ésta  indagación le lleva también a descubrir en alguno de los personajes que conoce, a verdaderas personalidades que no aparentan lo que no son.
En el caso de su admirado Ingmar Bergman es claro:

"Cené con Bergman y él y yo entablamos  muchas y extensas conversaciones telefónicas  donde no hacíamos más que cotorrear. Él padecía de las mismas inseguridades  que padecemos todos; por ejemplo, se presentaba en el plató y de pronto lo sobrecogía el pánico porque no sabía dónde colocar la cámar. para mí él era el mejor cineasta de mi tiempo y resulta que tenía el mismo miedo que yo. Si él no sabe cómo ubicar la cámara para conseguir la toma más eficaz, ¿cómo podría saberlo yo? Pero, de alguna manera y a pesar de la ansiedad, siempre nos arreglamos  para encontrar el punto preciso o, al menos, él sí..."

Sócrates, por su parte, cuando empieza su indagación en busca de quién es el más sabio, se tropieza con todo lo contrario, personajes que parecen ser sabios, no siéndolo.
"Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: «Éste es más sabio que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste - era un político -... experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. 
... Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber". 

En estos fragmentos, salvando las distancias, se ve un modo parecido de dialogar y de indagar entre los dos personajes. Ambos van en busca de una seguridad y una certeza que en realidad no es fácil de conseguir.
En el caso de Allen, su contactos con su admirado Bergman no lo defraudan, como Sócrates con el político, pues el director sueco no aparenta ser más sabio que él y, es más, experimenta y le manifiesta las mismas dificultades e nseguridades que tiene el propio Allen a la hora de su trabajo ante la cámara.
La reflexión que sigue de Allen es parecida a la de Sócrates: "Él padecía de las mismas inseguridades  que padecemos todos; ... de pronto lo sobrecogía el pánico porque no sabía dónde colocar la cámar. Si él no sabe cómo ubicar la cámara para conseguir la toma más eficaz, ¿cómo podría saberlo yo?"
La de Sócrates, aunque sea decpcionante ante lo que acaba de descubrir, resulta parecida en su forma de razonar: "... Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre... este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber".

Los encuentros de Sócrates con políticos, artistas y artesanos, van siempre precedidos de la fama que tienen, la aceptación y el crédito popular que se les atribuye, y el ansia del filósofo de encontrar en ellos la sapiencia. Para ello dialoga mucho con ellos para indagar y conocer.
Los encuentros con el "sabio" Bergman, en cambio, son presentados de la forma más corrienta y hasta cómica que puede. Según Allen, cenó con Bergman, hablaron mucho y en extenso por teléfono, "donde", confiesa,  "no hacíamos más que cotorrear".
Para terminar sus encuentros con el cineasta, da su toque humorístico y personal, como siempre. Bergmann lo invitó varias veces a la isla donde residía el autor sueco, pero Allen rebaja de nuevo los que en otros sería una invitación suprema:
"Lo veneraba como artista, ¿pero quién desea subirse a un avión minúsculo para viajar a una isla propiedad de los rusos donde no hay más que ovejas y donde te dan yogur para comer? No soy tan fanático."



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