domingo, 13 de octubre de 2019

DIARIOS DE LA CALLE: LA BELLA MUERTE


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       Vimos estos días la estupenda película Diarios de la calle (Freedom writers), que narra la primera experiencia laboral de una profesora recién salida de la universidad, blanca, de buena clase media americana, en un instituto suburbial de Long Beach, en Los Ángeles, USA. 


       La primera visión que tiene esta profesora es el mundo de las bandas urbanas y la violencia como modo de relación que existe entre ellas. Hispanos, negros, asiáticos y unos blancos en clara minoría es el ambiente callejero y que se reproduce luego en las aulas.
       La profesora, con las ganas del que empieza y empatizando con la situación que ve en su clase, la 203, trata de sacar a sus alumnos de ese mundo dominado por los enfrentamientos, la violencia, muertes y pistolas.
       Entre ellos, en una escena esclarecedora, cuando tiene que interrumpir la explicación a raíz de una caricatura racista, entre ellos predomina la idea de identidad de grupo, su identificación como guerreros de su clan y un código tácito de obediencia ciega al grupo. Esto conlleva el máximo sacrificio de cada uno de sus miembros, esto es, dar la vida si es preciso. Y esa se convierte en su ideal de vida y de muerte, y el esplendoroso fin de sus vidas, a pesar de su juventud, morir si es preciso defendiendo al grupo, por el grupo.

       Estamos aquí de nuevo y en otro ambiente, suburbano y en pleno siglo XXI, con la máxima antigua de la bella muerte,  τεθνὰμενοι γὰρ καλόν de Tirteo, decus et decoris pro patria mori de Horacio, el tópico de la bella muerte.

       Ante estas manifestaciones últimas de sus alumnos, la profesora tiene que que poner toda su alma para demostrarles lo equivocado que están. A ese ideal de la bella muerte, ella hace un canto al carpe diem en su versión más dramática y primordial. 
       No en el sentido del tópico literario amorosos de la juventud, sino en la visión positiva de lo que significa la vida. 
       Frente al Aquiles de la cultura de la vergüenza, a su arcaica idea de la fama  que resuena en las voces de estos alumnos, la profesora  le desmiente toda esa anacrónica idea. Como dirá quiles en la Odisea tiempo después, una vez ya en el mundo de los muertos, prefiero ser el más humilde campesino sobre la faz de la tierra a reinar en el mundo de los muertos, la profesora Erin les remarca con claridad y dureza que después de su muerte, sólo servirán para ser pasto de gusanos, nadie se acordará de ellos, salvo ocasionalmente. 
Tiene también un paralelismo con una escena similar de El Club de los Poetas Muertos.


demás de esto, en los inicios de las curso, el autor con el que empieza es Homero. De hecho, aparecen ejercicios en la pizarra sobre la Odisea para practicar la gramática, área esta que sale muy mal parada, como casi siempre, por parte de Eva en uno de los primeros encontronazos conla profesora y la asignatura. Para qué me sirve la gramática en el el mundo en el que vivo?, dice gritando e iracunda.

La película plantea también, como recurso atractivo, los dilemas morales, también de raigambre clásica. ¿Debe Eva decir la verdad y denunciar a uno de su grupo, o o atender al código del grupo y encubrirle?

La película, en sí, tienen muchos más elementos y temas a los que se le puede ir sacando partido.
T


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