lunes, 25 de junio de 2012

Ítaca, el Peloponeso, Troya, de H. Schliemann


Acaba de salir este librito de memorias, o mejor, un cuaderno de viaje, donde se relata día a día las visitas, en un clima totalmente exaltado y entusiasmado, de Heinrich Schliemann por estos tres lugares del título, Ítaca, el Peloponeso y Troya. Creo, no lo sé con certeza, que es de los primeros libros de Scliemann que se traducen al español. Tiene otros, especialmente los relativos a Troya, más extensos y detallados. En este de apenas ciento setenta páginas se nos relata día a día sus excursiones y excavaciones apresuradas y sobre la marcha de estos tres lugares. En Ítaca está nueve días, siempre viaja con las dos obras de Homero encima, en algunos momentos se detiene a leérselas a los vecinos de la isla, que se sienten admirados y emocionados, y les pide que les lea más. Schliemann les lee y traduce a griego moderno a la vez, pero en otros momentos lleva tanta prisa que los deja sin la lectura.
El libro está salpicado de anécdotas amenas y divertidas, aunque la mayor parte de él se trata del relato de sus recorridos a pie o en mulo o caballo por la isla de Ulises. Como buen romántico, está casi siempre seguro que todo lo que va descubriendo tiene que ver con los personajes de Homero, cuando encuentra un enterramiento, ese tiene que ser el de alguno de sus personajes, tan atrapado está por la pasión de su lectura.
Siempre tiene a mano alguna cita de Homero que le ayuda a localizar tal o cual lugar, discute con la bibliografía publicada hasta entonces si el palacio de Ulises o la fuente de Eumeo podían estar en tal o cual lugar de la isla, de forma argumentad.
Anota casi siempre lo que paga aquí y allá por tal servicio de guía, por tal o cual urna funeraria que compra a los aldeanos. rsalta la admiración y el orgullo que todavía muestran los de¨´Itaca por su pasado glorioso, aquí se encuentra a una familia cuyos miembros llevan los nombres de Ulises, Penélope y Telémaco; en otro momento, otro de los vecinos le relata un resumen prolijo y detallado de toda la Odisea, reconociéndole que pertenece a una familia analfabeta que ha mantenido la tradición literaria de forma oral.
En algún momento se hace algo rutinario la descripción aqrqueológica de los lugares, la discusión sobre la ubicación de los sitios, el inventario de los restos de murallas, habitaciones, cisternas y enterramientos. Aunque en ningún momento vemos que asome ninguna decepción, sino todo lo contrario.
Y esto a pesar de que antes de emprender este viaje por Grecia (siguiendo a Pausanias, Tucídides y otros autores, no sólo a Homero), que antes de emprender este viaje por la humilde y atrasada Grecia, el arqueológo había estado de viaje casi dos años por todo el mundo. Esto todavía le da más valor al reconocimiento y admiración con que habla de estos pequeños y modestos restos que encuentra, después de haber visto tantas otras maravillas a lo largo del mundo.
Como curiosidad, su hora de trabajo comienza a las cuatro o cinco de la mañana, y casi siempre empieza con un baño en las aguas del Egeo, también, es cierto, por las altas temperaturas de la estación de verano en la que realiza el viaje. Se puede ver también su forma de trabajo poco científica, quizás como sería entonces el trabajo arqueológico. Pero el librito, en su conjunto, es ameno y un buen relato de viajes de un autor emocionado por el descubrimiento de lo que desde muchos años atrás siempre le apasionó, la Grecia de la edad heroica.

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