domingo, 11 de julio de 2010

Jabatos, fútbol y mundo antiguo.

Un artículo de Jon Juaristi en el ABC de hoy, 11 de julio de 2010, en el que enlaza el apelativo de jabato, tal como se están llamando ahora a los jugadores de la selección española, con su origen etimológico (al parecer, un arabismo), los tebeos del Jabato de los años setenta, el dios o diosecillo íbero local Indíbil, Endobeles o Endobélico y su vinculación con el jabalí también símbolo del inframundo, y otras tantas referencias más, hasta terminar enlazando con el cabezazo de Puyol el día de Alemania. Toda una interrelación de mundo antiguo y pasiones "ancestrales" traidas de nuevo al presente por el espectáculo futbolístico.
Volviendo al arabismo, Juaristi propone como nombre más apropiado para el Jabato, el héroe íbero del cómic, el de Endobélico, especie de dios jabalí local, puesto que la palabra "jabato" no la pudieron conocer los pueblos prerromanos de la época.

Jabatos

El Mundial hace aflorar imágenes ancestrales, a contrapelo de la erosión posmoderna de la identidad nacional

Día 11/07/2010
TRATÁNDOSE de San Fermín, eran previsibles metáforas taurinas, pero brillaron por su ausencia. Después del partido, fue José Antonio Camacho el primero en referirse a los de la Roja como «jabatos». Lo hizo a continuación Del Bosque, reiteradamente, e incluso algún jugador, no recuerdo si Alonso o Ramos, definió a Puyol con el mismo término. Mi hijo Íñigo, de ocho años, terminó por preguntarme qué significaba esa palabra.
Del Bosque, de 1950, y Camacho, cinco años más joven, crecieron seguramente, como yo, leyendo las aventuras del Jabato, aquel rebelde ibero contra Roma, que crearon, en 1958 y para los tebeos de Bruguera, el guionista de El Capitán Trueno, Víctor Mora, y el dibujante Francisco Darnís. Para mitigar la relación entre ambos héroes, Mora recurrió a un seudónimo —R.Martín—, pero resultaba demasiado obvio que el Jabato se inspiraba en su antecesor medieval, nacido para el arte secuencial en 1956, y ello a pesar de las diferencias de estilo entre Darnís y el dibujante del Capitán Trueno, Ambrós (es decir, Miguel Ambrosio Zaragoza).
El Jabato, por cierto, no habría podido llamarse así en la Hispania romana. Jabato es un derivado romance del arabismo jabalí («montés»), por analogía con voces como lobato (de lobo). No sabemos cuál era el equivalente ibérico de jabato, pero podría estar emparentado con el vasco urde («puerco» o «puerco montés»), del que proceden dos variantes como nombre de persona correspondiente a jabato: Ordoño y Urco, ambos formados sobre la raíz urde con sendos sufijos diminutivos. Urco desarrolló una forma femenina románica, Urraca. Lo malo es que dichos nombres no se documentan antes de la Edad Media.
El nombre ibérico del Jabato habría podido ser Endobeles o Indíbil, como el del cabecilla ilergete que luchó contra los romanos en el Pirineo oriental. Endobeles era también el nombre del dios más popular de la antigua Iberia, cuyo significado vendría a ser «el negrísimo», y al que se representaba como un jabalí o en figura humana acompañado de un jabalí. Adorado por gentes de toda la península, se le tenía por una divinidad infernal a la que los guerreros consagraban sus armas. En lápidas de la época romana aparece bajo la forma Endobelico, un diminutivo cariñoso que delata su reducción a diosecillo familiar. Sí: Endobelico habría podido ser el nombre totémico del Jabato, pequeño dios-jabalí.
En el folclore español, jabalíes y jabatos siguieron vinculados al trasmundo hasta tiempos muy recientes. Quizá la cercanía del latín porcus y de Orcus u Orco, la divinidad romana del infierno, propició la aparición de la figura del Huerco, el gran jabalí negro que el romancero identifica con la Muerte. La temible espada de los iberos, que los romanos denominaban falcata por encontrarle semejanza con la hoz, se parece, en realidad, a un gran colmillo de jabalí. Los guerreros ibéricos se consideraban jabatos de Endobeles, como el Camborio, de García Lorca, que clavaba sobre las botas enemigas mordiscos de jabalí. Bon colp de falç o de falcata. Es curioso que esta memoria ancestral nos rebose por las orejas al conjuro del gol de un catalán o de la dentellada de un andaluz sobre la bota de Podolski, hazaña también digna de recordación.

Ver el artículo en su edición original del ABC aquí.

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