Un día de furia, Falling down, 1993, es un film excelente de Joel Schummacher, de hace ya unos cuantos años. Se podría haber subtitular también como la Odisea de un Ulises del siglo XX, neurótico y desquiciado, con orden de alejamiento, además, que no puede regresar donde su Penélope.
Es más, esta Penélope, lo rechaza, le impide que regrese, le suplica que no vuelva a casa, en verdad le tiene miedo, pues lo suyo ya ha terminado y de muy mala forma.
Pero Ulises-Douglas, Bill Foster, un personaje trastornado, enfermo mental, pero que podríamos decir que su enfermedad es de origen social, reflejo de la neurótica sociedad nortemaericana en la que vive. Éste nuevo y distorsionado Ulises, pues, este antihéroe, en pleno atasco de una de las autopistas, desquiciado, abandona su vehículo y decide de un arrebato, hastiado, regresar a casa, a su casa, andando, atravesando los tramos de ciudad que lo separan de su perdido hogar.
Bueno, de lo que había sido su hogar. En realidad, el matrimonio entre Ulises-Douglas y Penélope- Barbara Hershey, por el trastorno de él, se rompió, viven ya separado, y ella se ha quedado con su pequeña hija. Pero en la mente trastornada de Douglas, ella sigue siendo su esposa, quiere ver a su hija, es el cumpleaños, y quiere regresar a casa, al hogar, al que fue el suyo en una época, y del que, en ese trance mental que está padeciendo, no ha salido todavía.
Aunque aquí no hay viajes al exterior maravillosos y aventuras, el viaje es al centro mismo de una megaurbe urbanita, inhumana, descomunal, como la anónima y salvaje Los Ángeles que se nos muestra en la película. Éste es el verdader viaje del héroe desquiciado, un antiviaje, se podría decir.
Pues no hay conocimiento unido al viaje, como es lo que suelo ocurrir y van de seguidos. El viaje está distorsionado por la mente del protagonista, y por la alocada sociedad urbana por la que atraviesa. Si acaso es a los espectadores a los que nos muestra un a verdad, un conocimiento, un tratrato crítico y revelador del mundo en el que nos encontramos. Pero el personaje central, por su trastorno obsesivo, no llega, o quizás si, al final, no llega a reconocer y a reconocerse a sí mismo despues de ese trance viático.
Recuerdo, ahora que escribmos esto, al relato, y también film de los años sesenta, El nadador.
Siguiendo con el recurso narrativo del viaje, de una road movie, en verdad en lugar de ser una road movie clásica, en automóvil, Douglas hace, como los antiguos, todo el trayecto a pie, cruzando calles, barrios marginales y peligrosos, avenidas en obras, tráfico infernal, ... todo en medio de ruidos deshumanizados. El protagonista hace todo el camino, el viaje, a pie.
Este policía, de gran humanidad, perspicacia y paciencia, le ocurre algo parecido a Douglas, pero de otra manera. Él también quiere regresar a casa, con su esposa, con su Penélope. Pero, como si fuera la otra cara de ese mundo desquiciado, su esposa está trastornada desde hace tiempo.