Pándaro, más prudente, le dice que es mejor que lleve las riendas Eneas, al que conocen sus caballos, y añade también que es mejor en caso de que los ahuyenta, comentario poco glorioso en verdad por su parte, el tal guerrero Diomedes. Y barrunta, además, como luego sucede, que es otra de las características de la épica homérica, la de las muertes previstas y anunciadas, la posibilidad de una desenlace funesto para ello.
Y así, Eneas de auriga y Pándaro el de Licaón como guerrero, queda establecido.
Αἰνεία σὺ μὲν αὐτὸς ἔχ' ἡνία καὶ τεὼ ἵππω: 230
μᾶλλον ὑφ' ἡνιόχῳ εἰωθότι καμπύλον ἅρμα
οἴσετον, εἴ περ ἂν αὖτε φεβώμεθα Τυδέος υἱόν:
μὴ τὼ μὲν δείσαντε ματήσετον, οὐδ' ἐθέλητον
ἐκφερέμεν πολέμοιο τεὸν φθόγγον ποθέοντε,
νῶϊ δ' ἐπαί̈ξας μεγαθύμου Τυδέος υἱὸς 235
αὐτώ τε κτείνῃ καὶ ἐλάσσῃ μώνυχας ἵππους.
—Toma, Eneas, las riendas y guía también los corceles, 230
pues del carro mejor tirarán si la voz que conocen
los ordena, si llega a ponernos en fuga el Tidida,
no sea que por temor se desboquen y entonces no quieran,
porque echaran de menos tu voz, de la liza sacarnos
y el Tidida magnánimo acuda a luchar con nosotros
y nos mate y se lleve a los potros de cascos macizos.
reconstrucción de un carro de combate micénico, con dos guerreros.
Como se ve, el auriga no tiene por qué ser, ni mucho menos, un guerrero menor, un simple conductor o un soldado anónimo. Sin ir más lejos, el auriga en este caso es Eneas, uno de los principales héroes troyanos.
Ni su destino, por tanto, ha de ser el funesto, en comparación con el del guerrero al que acompaña.
En este caso, como veremos a continuación, es el mismo guerrero el que cae por la jabalina de su oponente, y el auriga, Eneas en este caso, resulta sin heridas.
Por parte de los troyanos, ocurre algo parecido a lo anterior con los aqueos, lo primero es identificar a los adversarios en liza, lo que da ocasión a l poeta a ensalzar los méritos de ellos. Subidos los dos guerreros en el carro, Esténelo le avisa al bravo Diomedes quiénes son los oponentes, identificando sus linajes:
Τυδεί̈δη ∆ιόμηδες ἐμῷ κεχαρισμένε θυμῷ,
ἄνδρ' ὁρόω κρατερὼ ἐπὶ σοὶ μεμαῶτε μάχεσθαι
ἶν' ἀπέλεθρον ἔχοντας: ὃ μὲν τόξων ἐὺ̈ εἰδὼς 245
Πάνδαρος, υἱὸς δ' αὖτε Λυκάονος εὔχεται εἶναι:
Αἰνείας δ' υἱὸς μὲν ἀμύμονος Ἀγχίσαο
εὔχεται ἐκγεγάμεν, μήτηρ δέ οἵ ἐστ' Ἀφροδίτη.
—¡Oh, Diomedes Tidida, de mi corazón tan amado!
Veo que dos robustos varones de fuerzas muy grandes
a ti acuden: es Pándaro uno, un arquero muy hábil,
y se jacta de ser hijo de Licaón, y a su lado
viene Eneas, que jáctase de que el magnánimo Anquises
lo engendró, y de tener como madre a la diosa Afrodita.
Esténelo, algo atemorizado, le pide al Tidida que se retiren, a lo que el guerrero orgulloso se niega. Es más, bajará el mismo del carro para enfrentarse a ellos pie a tierra, y que Esténelo aguarde al fina del combate sujetando los caballos..
ὀκνείω δ' ἵππων ἐπιβαινέμεν, ἀλλὰ καὶ αὔτως 255
ἀντίον εἶμ' αὐτῶν: τρεῖν μ' οὐκ ἐᾷ Παλλὰς Ἀθήνη.
Y desdeño luchar desde el carro; yo iré a hacerles frente 255
así mismo, pues Palas Atena el temor me prohíbe.
Además, en este mundo de la Ilíada donde se mezclan dioses y hombres, por un lado, y los caballos, por su parte, son un bien preciado, Diomedes le encarga una tal misión a su conmilitón, algo mercantilista en tal situación heroica. O precisamente por ello. Si vence en el combate, lo primero que ha de hacer es apoderarse de los caballos de Eneas.
¿Por qué? Aquí Homero aprovecha para ampliar el relato con los datos del mito olímpico. Pues esos caballos del carro troyano son de la misma raza que los de Zeus, entregados por el longividente dios a Tros, héroe epónimo de Troya y padre de, entre otros, el copero Ganímedes. Son en pago, precisamente, por su conocido rapto.
τῆς γάρ τοι γενεῆς ἧς Τρωί̈ περ εὐρύοπα Ζεὺς 265
δῶχ' υἷος ποινὴν Γανυμήδεος, οὕνεκ' ἄριστοι
ἵππων ὅσσοι ἔασιν ὑπ' ἠῶ τ' ἠέλιόν τε,
De su raza son los que dio a Tros Zeus el longividente
por rescate de su Ganimedes, y son los mejores
de los que se han criado en la tierra, del alba a poniente.
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