martes, 24 de septiembre de 2024

Una vívida Gaugamela en la novela de Ch. Cameron, El dios de la guerra. (1)

Una vívida Gaugamela en la novela de Ch. Cameron, El dios de la guerra. (1)

 

INTRODUCCIÓN

Con el título que da C. Cameron a su novela, El Dios de la guerra, podemos suponer la perspectiva más bien bélica con la que se va a retratar al personaje de Alejandro Magno y el énfasis que le va a dar a los aspectos militares sobre los otros. Además, nos lo va a presentar, como fue en realidad la compleja personalidad del rey, en los dos aspectos, el divino y excelso, pero también el sombrío y oscuro, que caracterizaron la compleja vida y personalidad del rey macedonio, ser que ha entrado de pleno en la vida legendaria.

 

Siguiendo el recurso de muchas novelas histórica, Yo, Claudio, sin ir más lejos, y, en el personaje que nos ocupa, sobre la materia de Alejandro Magno, el autor nos presenta a un narrador en primera persona, nada menos que su hetairos y Compañero de batalla, el general, y posterior diádoco διάδοχοs, amén de faraón de Egipto y fundador de la dinastía Ptolemaica, Ptolomeo (pero Tolomeo, así lo transcriben en la novela, sin la P- inicial). Ha pasado a la historia como Ptolomeo I Sóter, Πτολεμαίος Σωτήρ, «El Salvador»; entre 367 a. C.- 282 a. C.

En esto coincide con el Ptolomeo narrador de la novela de S. Pressfield y, desde luego, en la figura de Anthony Hopkins, en el excelente film de O. Stone.

La novela narra la vida y hazañas de Alejandro, sus campañas militares, fundaciones y su mirada visionaria, haciendo énfasis en sus éxitos militares, de ahí el título El dios de la guerra.

Sin demorarnos más, nos referiremos al relato de Gaugamela que encontramos en sus páginas. Tolomeo nos relata con verosimilitud, pues vivió en primera fila la vida y campañas del rey, los acontecimientos y el desarrollo de la batalla como un milites más, que debe luchar por su vida pues aparece inmerso en la refriega directa del encontronazo bélico. 

No hay ni recurre a emisarios y mensajeros, como en otras novelas, y como se sabe que existían, que pasaran información de lo que ocurría en otros lugares.

Reconoce, pues, dentro irremediablemente en el infierno caótico del combate, y lo hace a cada momento, refiere que no alcanza a ver lo que ocurre más allá del lugar donde se encuentra.

Para suplir esta limitación, Tolomeo recurre a diversos recursos para contarnos lo que ocurre en otros lugares, si fuera el águila de Zeus o un dron, actualmente, capaz de ver lo que estaba sucediendo en uno u otro lugar de la batalla. 

 

 

El águila sobrevuela las formaciones, en el film de O. Stone

 

Esto lo puede hacer porque, desde el comienzo de la novela, nos encontramos a un entrado en años Ptolomeo recordando y contando, en unas memorias  retrospectivas que dicta al tiempo de la novela, lo que ocurrió en sus años junto a Alejandro y, en concreto, en lo que ocurrió allí, en Gaugamela,y ya cuenta con el conocimiento global. 

Pero, al mismo tiempo, como decimos, nos relata el encuentro bélico en una primera persona de un Tolomeo guerrero y militar, inmerso plenamente en la batalla, de forma directa, al instante y vibrante.

En relación a Alejandro, su Compañero, amigo y líder, su admiración, no exenta de crítica, lo hace equiparar, por la fuerza y arrojo que emana, con un dios, con el dios de la guerra por antonomasia, el furibundo Ares. Tal es como se muestra el rey en batalla. De ahí el título de la novela, y el retrato belicista del rey. Hijo de Zeus no era, era una divinidad, Ares, piensa Tolomeo que en verdad así fue Alejandro, admirado.

Sin embargo, y como luego veremos, el protagonismo y el éxito de la batalla no recaerá precisamente en el rey. Otro militar, el hetairos y Compañero Nicanor, en esto semeja a El Libro de Alexandre, le robará el protagonismo al encabezar éste la carga definitiva contra Darío.

Pero hasta aquí llega su fugaz papel. A continuación, y como lo ha venido haciendo casi desde el principio, las acciones bélicas y heroicas las protagonizará el propio narrador de la novela, Tolomeo. Él mismo, ebrio por el combate y la lucha, sin darse cuenta avanza entre la soldadesca hasta toparse sorpresivamente junto al carro real del rey Darío.

Al tiempo que protagoniza la narración, nos cuenta las andanzas del rey macedonio en la batalla. Y, por último, es fiel testigo de la decisiva irrupción del rey y su caballería, en persecución de un rey Darío que ya había huido momentos antes de que se produjera el enfrentamiento real entre ambos.

Resalta, especialmente, la detallada y documentada descripción del despliegue hacia la derecha de Alejandro y su caballería, y la decisiva carga contra Darío. En esto entra con mucho en un relato mucho más desarrollado de lo que se suele narrar en las otras novelas. Hemos de suponer en este autor conocimientos profesionales militares para alcanzar ese grado de verosimilitud y realismo.

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