martes, 21 de mayo de 2024

UNA VEZ EN LAS LLANURAS DE GAUGAMELA

 EN LAS LLANURAS DE GAUGAMELA.

Darío reunió las fuerzas que decidirían su futuro en una planicie al este del Tigris, a poca distancia del villorrio de Gaugamela. Todos hemos oído hablar de las huestes que Jerjes trajo para humillar a Grecia en tiempos de Pericles: su ejército, sostiene Heródoto, sumaba cinco millones de hombres. Pero la cifra que usamos para ennoblecernos a ojos de nuestros hijos no tiene por qué engañarnos ahora. Jerjes no trajo más de cuatrocientos mil soldados a Grecia, y a la


La trascendental y decisiva batalla de gaugamela la narra Nicastros en el mismo capítulo en el que está relatando el avance hacia el interior de Asia y, por lo tanto, no le dedica ningún espacio destacado y especial  en atención a su importancia, como un capítulo en particular para la sola batalla.


Hay una elipsis clara, de hecho, y, sin solución de continuidad, pasa enseguida del episodio de Estatira y sus funerales, a las llanuras de Gaugamela y a Darío con su ejército en preparación del combate.


 

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Hay en la novela una intención de realismo y afán de veracidad, por parte del propio narrador. Esto se ve a la hora de evaluar las fuerzas que se van a enfrentar. Aunque parece algo anacrónico para nosotros, el narrador, como un historiador actual que analizara críticamente las fuerzas que se daban, cuantifica las fuerzas del ejército persa, pero lejos de exageraciones interesadas y con mente analítica. Alude para ello, como ejemplo de esas distorsiones, al testimonio de Herodoto en la Guerras Médicas, el relato de las batallas y lo exagerado que se han considerado siempre sus cifras.

Parece, pues, más crítico de lo que se supondría para entonces, pues es evidente que la propaganda engrandecía el número de los enemigos, para lógicamente realzar más la victoria.


El enemigo, procedente de todos los rincones del Imperio persa, dispuesto alrededor del Gran Rey, no sumaba más de doscientos mil efectivos.


Sin embargo, fueran millones o miles, la impresión sobrecogedora era la misma para los macedonios allí presentes.


Al mirar el terreno que Darío había alisado para la confrontación, veíamos una hueste multicolor que se erguía como una cordillera y se extendía hasta el horizonte.


El autor da el dato de que Darío había preparado el terreno, alisado, para que sus carros falcados pudieran manejarse a su antojo y sin tropiezos. Aunque esto no lo precisa en el texto, deja en el aire el por qué de ese alisamiento del terreno.


LOS PERSAS EN FORMACIÓN.

Sigue a continuación un catálogo de combatientes persas, que muestra la múltiple y hasta exótica procedencia diversa de todos los lugares del gran imperio, especializados cada grupo en armas y recursos guerreros. Hay lanceros, guerreros con arcos, portadores de hachas, … La enumeración es llamativa y colorista, y se recrea en ella, y una cantidad de pueblos que aparecen citados en una colección multiétnica y exhibicionicsta casi.


… lanceros medos con sus túnicas… hacheros escitas con sus cascos puntiagudos, y jinetes bactrianos, partos y masagetas … arqueros persas … con sus gorras… con crest,... sirios, albanos, capadocios, … sarangos con sus botas de caña alta, … paricanos, corasmianos y cisios con turbantes, y aracosios, cadusianos, arios, …, sogdianos, colquidios, sitacenos y etíopes y árabes vestidos con pieles de leopardo. 

caballería, arqueros, lanceros


Luego, como no podía faltar nombra a los Inmortales, de guardia junto al rey. Añade el dato etimológico de cómo los llamaban en griego, 


Algunos enemigos (como el batallón de Inmortales llamado «Portador de Manzanas», que defendía a Darío) …


Inmortales 


De la formación persa, se indica, como ya era su posición de referencia, el lugar central de todo su vasto y extenso ejército.


LA FORMACIÓN MACEDONIA.

La formación de batalla de los macedonios es la ya establecida y documentada por los textos y las novelas históricas. Esto es, Alejandro a la derecha con sus Compañeros, Parmenión con las falanges a la izquierda. Además, añade el dato estratégico, siempre presente en estas batallas de la antigüedad, del temor a la posible maniobra envolvente por parte del ejército persa, superior en número cuatro veces al macedonio, por las alas y extremos de Alejandro.


En cambio, Alejandro cumplió la promesa hecha a Egocéfalo y se limitó a presentar batalla, con una doble falange de Compañeros en el centro, Parmenión y la caballería tesalia a la izquierda, y los hipaspistas y los Compañeros a caballo junto a él, a la derecha. Estiró hacia atrás las restantes líneas de caballería, para impedir que lo envolvieran.


Alejandro estaba al frente de sus tropas de forma preparada y dispuesta, ningún temor aparentaba e irradiaba confianza. Así ocurre también en las fuentes, en que esa mañana hubo que ir a por él a su tienda, pues no estaba dispuesto a primera hora, y confesó haberse quedado dormido en un día como aquel.


Alejandro … estaba jovial hasta el delirio, como si al fin se cumpliera su deseo y pudiera evitar para siempre el puñal del magnicida. También noté que no corría el riesgo de estropear la armadura de Aquiles usándola en esta probable derrota.


Como Macón está relatando esto en sus recuerdos, dentro del juicio que sufrió en Atenas, alude a la intervención de su oponente Esquines también a propósito de Gaugamela, deformada por parte de éste y que él rebatió en su momento. Esta versión, por otra parte, digamos que es el relato sesgado y aceptado casi sin revisar de lo que ocurrió en la batalla.


Recordaréis que no pude guardar silencio ante las mentiras de Esquines cuando os habló de Gaugamela.


Al citar esto, sigue este autor en su empeño de mostrar otra versión paralela o distinta de la tradicionalmente aceptada por el bando heleno, vemos que es un elemento que se repite.


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