El llamado Libro de Alexandre es un poema medieval escrito en romance, uno de los tesoros de la literatura hispana, realizado en las primeras décadas del s. XIII, y de autor anónimo, aunque a lo largo del tiempo ha tenido diferentes atribuciones, como Gonzalo de Berceo.
Se incluye en la obras del llamado MESTER DE CLERECÍA, la literatura culta de estos siglos, y utiliza el verso propio de este mester, la quaderna vía.
Segunda estrofa del roman, donde exhibe el orgullo de su labor creadora, a diferencia del mester de juglaría, culta y erudita..
Mester traigo fermoso, non es de joglaría
mester es sin pecado, ca es de clerezía
fablar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.
Por la calidad del texto, la abundancia de noticias y el conocimiento de fuentes de documentación, siempre se ha considerado una de las obras más valiosas escritas sobre el líder macedonio en estos siglos, y de un contenido rico en erudición.
La historia y figura de Alejandro está narrada en un tono novelesco y espectacular, con abundancia de episodios y peripecias fabulosas. La obra se inscribe en un género especial de esta época, el Romance de Alejandro, una serie de textos escritos contando la vida y hazañas del rey macedonio, de mucho reconocimiento y fama en estos siglos.
Como fuentes de la obra cuenta con las obras de clerecía de la literatura francesa contemporánea, como Gautier de Chatillon, autor de Alexandreis, reconocido poeta de la corte inglesa del s. XII, aunque, muchas de las noticias en ellas puedan remontarse, en último término, a las escasas fuentes documentales de la Antigüedad, como Curcio, en el que se inspira el poeta francés.
Tal como parece, la ambientación, los personajes y su conductas, las guerreras en estos caso, de tono heroico y caballeresco, parecen más propias de la época medieval que de guardar más verosimilitud con las del mundo antiguo.
Manuscrito Bodley 264 Romance of Alexander,
1338-1344, Bodleian Library.
LA BATALLA DE ARBELAS O GAUGAMELA EN EL POEMA.
La verdad es que uno presta más atención y detalle de la esperada cuando empieza a leer el pasaje del poema de la batalla de Gaugamela.
En el poema, a la batalla se la denomina, como fue habitual durante siglos, batalla de Arbela.
El tono épico de esta batalla ya había tenido otro antecedente en la parte primera del libro cuando el autor da su versión de la Ilioupersis, el saqueo final de Troya. Ahora volverá de nuevo a retomar el estilo de la epopeya al narrar la batalla.
Esta batalla, por tanto, ocupa un merecido, detallado y extenso relato dentro del conjunto del poema. Ya había acudido a este género épico capítulos atrás, cuando narra el saqueo y el trágico final de Troya.
En verdad, puede considerarse uno de los momentos principales del poema. De hecho, es un episodio propio de la novela de caballerías, la que se desarrollará durante estos siglos con gran éxito hasta llegar a El Quijote.
Forma una unidad perfecta y completa dentro de la obra general.
Nos encontramos, así, en el relato de Gaugamela con otro pasaje extenso, de corte épico, insertado en el curso de la biografía de Alejandro
Es un episodio narrado con cierta extensión. Sus versos van desde la cuaderna 1338 a la 1454, ciento dieciséis cuadernas (116) en total, cuatrocientos sesenta y cuatro versos (464). Un adecuado espacio, por tanto, el que le dedica en correspondencia con tan digno hecho de armas
Los sucesos de la batalla se van recreando, y dan cuenta de lo ordenado y clarificado del relato bélico. Es evidente que siguen los tópicos usuales y tradicionales en el relato de estas batallas de género.
DOM INFANTE ALEXANDRE EN UNA BATALLA CABALLERESCA ENTRE GRIEGOS Y PERSAS.
Está narrada toda la batalla al estilo de los romances heroicos medievales. Esto es, Alejandro es un formidable guerrero, guerrero además de porte y conducta anacrónicamente caballeresca, que se encuentran cara a cara en algún momento con Darío.
Sobre este fondo de elegancia y cortesanía, Alejandro y los hetairoI tienen que luchar, en duelos singulares con enemigos fabulosos, como gigantes, con guerreros venidos de todas las partes del mundo, o desembarazarse de golpe de innumerables enemigos que se les encaran.
Los guerreros persas, ya decimos proceden de diversas partes de Oriente, Egipto, la India, u otros.
Manuscrito Bodley 264 Romance of Alexander,
1338-1344, Bodleian Library.
Además, muchos de ellos presentan características negativas, como la soberbia de Geón, y otros son sencillamente seres desproporcionados e inhumanos, tal que gigantes.
En otros lances actúan, por contra, también de forma heroica y caballeresca también, como cuando defienden a algún compañero caído, tienen que defender con su vida al rey, y alguno muere valientemente por ello.
En verdad, los enemigos persas sirven de contrapunto a los heroicos combatientes helenos.
Todos ellos luchan con gallardía y valor, unos y otros mueren valientemente. La narración está plagada de duelos singulares, todos narrados en este elevado tono épico.
Además de Alejandro, como decimos, aparecen otra serie de guerreros secundarios, los hetairoi de la Caballería. Clito o Nicanor, ocupan en varias acciones un inédito primer foco, y dejan desaparecido a su rey. El caso principal es el de Nicanor, quien sustituye y ataca, como si fuera Alejandro, al propio Darío.
Estos Compañeros entablan luchas particulares contra los enemigos, y exhiben homéricas aristeias, de protagonismo guerrero. Eso sí, todo en un tono hiperbólico, pues son capaces de luchar y arrasar con cientos de enemigos que les vienen a la vez y de golpe.
La batalla, en verdad, está narrada desde el punto de vista heroico de los griegos. Los persas actúan en respuesta a aquellos, pero no son los protagonistas activos en los lances, sino en respuesta a la bravura helena.
En algunos casos, ya decimos, presentan frente a sus oponentes helenos rasgos fabulosos, algunos son gigantes, venidos de distintas partes del Oriente, la India incluso, o exhiben rasgos morales negativos, como la soberbia.
Sin embargo, destaca sobre todos los persas, por su contención y nobleza, el propio rey Darío, quién lo iba a decir, convertido en el otro gran protagonista del Libro.
DARÍO REHABILITADO DE NUEVO, EN LA ÉPICA CABALLERESCA.
Frente a Alejandro, Darío se va a alzar como el gran personaje derrotado y de cariz trágico. La semblanza que se hace de éste en la parte final de la batalla, cuando llega la tarde a la batalla y se desvela cómo se han desarrollado los acontecimientos, la inminente derrota que le sobreviene, exaltan su figura.
Su deseo de morir antes que abandonar la batalla, su resistencia a huir y, luego, ya en la fuga, su afán por socorrer a heridos y maltrechos, reorganizar sus tropas, le otorgan una altura y una dignidad que, como hemos dicho, no tiene nada que ver con la descripción tradicional del rey atemorizado que nos legó la antigüedad.
Llama la atención también que, como ya hiciera como justo y clásico precedente Quinto Curcio, Darío se muestra como un caudillo ejemplar, que resiste en la batalla y sobresale en su derrota.
Algo que contradice totalmente, ya decimos, la imagen que del gran rey se había heredado mayoritariamente ya desde la misma antigüedad, había quedado plasmada en el mosaico de Issos de forma icónica, y llegado a nuestros días reflejada en los films de Rossen y Stone, y en viñetas y cómics de la cultura popular actual.
Es cierto que ni Arriano ni Plutarco entran en decir nada de la cobardía o no del persa, pero si lo muestran en franca huida ante el valeroso Alejandro. Curcio, en cambio, lo defiende y rehabilita de forma clara.
Pero el mosaico de Issos, ya desde la antigüedad, dejó plasmada y reflejada la instantánea en la que quedó inmortalizada la imagen de los dos líderes hasta nuestros días. Por un lado, el griego envalentonado y victorioso, por otro el persa viva de imagen del temor y la derrota.
El relato de la batalla en el poema, RESUMIENDO, tiene su extensión particular, y la recreación es propiamente literaria y artificial. Ahora bien, recoge y reproduce con verosimilitud, en varios momentos, datos de la tradición textual. Es el caso de la estrategia de Alejandro,que, aunque la relata solamente en un par de versos, y la mezcla con el episodio decisivo, responde a la descripción que ya viene de Arriano y Plutarco, y los continuadores.
La narración, a pesar del estilo cargadamente retórico, lleno de lugares comunes y acciones y hechos previsibles, la narración es vibrante, intenso y capta la atención.
Incluso se podría decir que tiene, para algunos, mayor atractivo que muchas de las recreaciones posteriores, incluso las actuales, que retratan aquel episodio bélico, histórico y novelesco al mismo tiempo. Incluso con las cinéfilas de Rossen y Stone. Tiene ganado, se podría decir, un valioso, digno y merecido lugar en el conjunto de la leyenda alejandrina.
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