sábado, 4 de noviembre de 2023

DIODORO SÍCULO: LA HISTORIA DRAMATIZADA DE GAUGAMELA.

DIODORO SÍCULO: BIBLIOTHECA HISTÓRICA, XVII, 57 ss: 
ALEJANDRO vs. DARÍO: LA HISTORIA DRAMATIZADA DE GAUGAMELA.

El escritor Diodoro Sículo es otra de las fuentes que cita los hechos y sucesos de Alejandro Magno, en su proyecto de escribir una historia del mundo. Su obra Bibliotheca Histórica se haya dividida en cuarenta (40) libros, divididos en tres secciones.

En el segundo bloque, los libros VII al XVII los dedica este autor a la historia de la antigüedad, desde la Guerra de Troya hasta la muerte de AM. Los libros siguientes, XVIII-XL, están referidos a las luchas de los diádocos tras la muerte del líder macedonio, y llegan hasta Roma y Julio César, donde parece concluir.

Las batallas de Issos y sobre todo Gaugamela las encontramos en el libro XVII, donde el autor desarrolla las campañas de los macedonios en Asia. Como ya se sabe, su labor como historiador es muy criticada por exageraciones, falta de rigor y dramatización en exceso de lo que se relata. Otros críticos, en cambio, subrayan el aporte documental notable del que se sirvió a la hora de elaborar sus escritos. 

LIBRO XVII, 55 ss.

 El historiador da como referencia local la cita de Arbelas, pues el nombre de Gaugamela, como en otras fuentes, no aparece. En los días previos al enfrentamiento, Darío sale de babilonia con un numerosísimo ejército, y se dirige hacia la zona de Nínive, donde sabe que hay zonas de grandes llanuras donde desplegar sus innumerables fuerzas.

Es entonces cuando cita la pequeña localidad de Arbelas, el otro nombre por el que se conoce a la gran batalla de Gaugamela. 

Acampó (Darío) cerca de una aldea llamada Arbela, y allí cada día ordenaba en orden de batalla sus fuerzas

καταστρατοπεδεύσας δ περ κώμην τν νομαζομένην ρβηλα τς δυνάμεις νταθα καθ μέραν ξέταττε κα τ συνεχε διατάξει κα μελέτ κατεσκεύασεν επειθες:  
Alí es donde acampa Darío, en espera de que el ejército de Alejandro acepte el envite y se produzca el enfrentamiento definitivo. 
Tras seguir el relato, Diodoro llega al momento en el que enfrenta a los dos ejércitos en el día de la batalla. Hace una revisión de la formación del contingente griego, como si de la enumeración de héroes de una obra épica se tratara, y en continuidad literaria con ese género. Así, después de escribir sobre las inquietudes lógicas en la noche previa al combate, describe a continuación el despliegue griego frente al innumerable ejército asiático. 

57. En el ala derecha puso el escuadrón real, cuyo mando tenía Clito, el apodado Negro, y después de éstos, a los demás amigos, …

57. π μν ον τ δεξιν κέρας ταξε τν βασιλικν ελην, ς εχε τν γεμονίαν Κλετος μέλας νομαζόμενος, χομένους δ ταύτης τος λλους φίλους, 

En cada una de las alas dispuso la formación en ángulo, para que no pudieran rodear los enemigos con la gran masa de sus soldados la pequeña línea de los macedonios.

φ κατέρου δ το κέρατος πικάμπιον ποίησε τν τάξιν, πως μ δύνωνται κυκλον ο πολέμιοι τ πλήθει τν στρατιωτν τν λιγότητα τν Μακεδόνων. 

LOS CARROS FALCADOS δρεπανοφόροi DE DARÍO.

 Ya anteriormente, cuando habla de los preparativos militares para la batalla que se avecina, Diodoro hace hincapié en la presencia de los carros falcados:

(Darío)dispuso también doscientos carros armados de guadañas, diseñados para sorpresa y miedo de los enemigos. De cada carro, junto a los caballos de los lados exteriores sobresalían unas guadañas clavadas al yugo que se extendían tres palmos, y tenían el borde de su filo hacia el frente y junto a las clavijas de los ejes otras dos en línea recta, con el corte hacia el frente como las anteriores, pero más largas y anchas; y en sus extremos estaban unidas unas hoces.

 Y ya en el previo al inicio de la contienda, vuelve a ellos a sabiendas de lo mortífero, dañino y dramático que son sus efectos. Alejandro les recuerda a sus tropas qué hacer ante el ataque terrorífico de los drepanoforoi.

 Maquinando el rey contra los ataques de los carros armados con guadañas, ordenó a los infantes de la falange que, cuando se acercasen las cuadrigas, juntasen los escudos y golpeasen los escudos con las lanzas, de manera que espantados por el ruido hicieran la marcha hacia atrás, pero que si se veían forzados, les abrieran pasillos por los que encontrarían un camino de salida sin peligro para los macedonios…

[6] πρς δ τς τν δρεπανηφόρων ρμάτων πιφορς μηχανώμενος βασιλες παρήγγειλε τος ν τ φάλαγγι πεζος, ταν πλησιάζ τ τέθριππα, συνασπίσαι κα τας σαρίσαις τς σπίδας τύπτειν, πως δι τν ψόφον πτυρόμενα τν ες τοπίσω ποιήσηται φοράν, τος δ βιαζομένοις διδόναι διαστήματα, δι ν ποιήσονται τν διέξοδον κίνδυνον τος Μακεδόσιν 

La espectacularidad de estas acciones no dejó muchas dudas para llevarlas al cine en cuanto los recursos y los medios lo hicieron posible. La película de Rossen, en menor medida y desaprovechada, y sobre todo, la de Stone, exhiben una exitosa puesta en acción de la lucha contra estos carros de guadañas frente a las falanges macedonias.

Concluye el siciolota la revisión del contingente macedonio refiriéndose con protagonismo al propio rey Alejandro, adelantando ya su papel singular y épico en el enfrentamiento, y su recurso estratégico, el de la falange oblicua, que todos, empezando por Arriano y Plutarco, ya le reconocieron. 

Él mismo, tomando el mando del ala derecha y haciendo la formación oblicua, decidió resolver por sí mismo todo el resultado del combate

ατς δ το δεξιο μέρους γούμενος κα λοξν τν τάξιν ποιούμενος δι αυτο τν λην κρίσιν το κινδύνου ποιεσθαι διεγνώκει. 

         Por su parte, y después de tan extensa descripción, de la formación y orden del ejército persa, el autor apenas dice más que Darío los organizó según los diversos pueblos que lo conformaba: 

58. Darío dispuso la formación de su ejército según los contingentes de los pueblos y formado él contra Alejandro avanzó contra los enemigos.

δ Δαρεος κατ τς τν θνν περιοχς τν κταξιν πεποιημένος κατά τε τν λέξανδρον τεταγμένος προγεν π τος πολεμίους. 

SE DESATAN LAS HOSTILIDADES. LA TRUCULENCIA DE LOS DREPANOFOROI:

A continuación, y sin más preámbulos, se inicia la contienda con griterío, turbamulta, sonidos confusos de trompetas y avances y encuentros de las fuerzas guerreras. 

Y tan pronto como se acercaban los ejércitos uno contra otro, los trompeteros de ambos bandos daban la señal de combate, y los hombres, con un enorme griterío, se atacaban entre sí.

ς δ πλησίαζον λλήλαις α δυνάμεις, ο μν σαλπικτα παρ μφοτέροις σήμαινον τ πολεμικόν, ο δ νδρες μετ πολλς βος λλήλοις πεφέροντο. 

Y pues Diodoro casi que no espera más a describir los inicios de la batalla, sino que ya da entrada para hablar y describir la terrorífica presencia de los carros falcados persas y, del mismo modo, la consecuente y advertida estrategia defensiva de los griegos.

Si Pseudo Calístenes tiene momentos de patetismo en la descripción de la acción cruenta de estos carros falcados, en el caso de Diodoro la descripción se amplía, expande y se vuelve lo que hoy diríamos gore. No deja lugar a esa expresión literaria de Ps. Calístenes, sino que se refocila y recrea en la el detalle cruento y matarife de la acción de las cuchillas sobre la infantería de los macedonios.

Es decir, donde Ps. Calístenes, con arte literario, disimulaba la sanguinolenta masacre de las guadañas, en este caso sobre los persas cuando el propio Darío huye atemorizado en su carro de la batalla. 

segaba muchos batallones de persas, como con su hoz cortan los campesinos las espigas de su campo … 

Diodoro no ahora escenas truculentas de cuerpos y miembros despedazados por los criminales cortes de los carros. 

Tal fue la velocidad y la fuerza de las guadañas forjadas para la destrucción que cortaban los brazos de muchos con los propios escudos, de no pocos cortaban los cuellos, y las cabezas caían en tierra con los ojos todavía abiertos y manteniéndose la expresión del rostro, y de algunos rajaban los costados con cortes importantes y producían muertes rápidas. 

τοιαύτη γρ ν ξύτης κα βία τν κεχαλκευμένων πρς πώλειαν πλων στε πολλν μν βραχίονας σν ατας τας σπίσιν ποκόπτεσθαι, οκ λίγων δ τραχήλους παρασύρεσθαι κα τς κεφαλς πίπτειν π τν γν βλεπόντων τι τν μμάτων κα τς το προσώπου διαθέσεως διαφυλαττομένης, νίων δ τς πλευρς πικαιρίοις τομας ναρήττεσθαι κα θανάτους ξες πιφέρεσθαι. 

         Tan truculenta y horrendas imágenes no las encontramos ni en las vívidas y cruentas descripciones de Homero.

Mientras leía este fragmento, me venía a la mente la imagen del mosaico de Issos, quizás de igual parecido, en la que un guerrero persa recién caído y en agonía contempla su propia muerte en un escudo cual espejo frente a sus ojos. 

    

Pero vamos a no desviarnos del asunto que hemos visto hasta ahora, el de la lanzada, o no, de Alejandro o alguien contra Darío en su carro, y la subsiguiente huida del mismo. 

LOS DIEZ MIL Y LOS PARIENTES REALES. 

         Una vez acabada esa recreación macabra, a saber, del gusto de lectores de esa guisa y de esa literatura dramatizada en exceso, que siempre ha llamado la atención por lo crudo y hasta macabro, Diodoro pasa a las siguientes fases de la batalla. Habla entonces, como solía ser usual en las batallas, de una fase previa de intercambio y lanzamiento de proyectiles de todo tipo con el ánimo de causar las mayores bajas previas al enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Es curioso el dato de que esta termina cuando, sencillamente, se acaban esas armas arrojadizas. 

Cuando los ejércitos se acercaron entre sí y mediante los arcos y hondas y además lanzamientos de jabalinas, se gastaron los proyectiles que se habían disparado, se enfrentaron en una lucha cuerpo a cuerpo.

Al principio, cuando los jinetes se lanzaron al combate y peleaban los macedonios en el ala derecha, Darío, que dirigía su ala izquierda, tenía como compañeros de lucha a jinetes parientes suyos, elegidos por su valor y lealtad, que eran diez mil formados en un solo escuadrón. Ellos, al tener al rey como espectador de su propia bravura, recibían con buen ánimo la lluvia de proyectiles que se lanzaban sobre ellos. 

Aquí Diodoro hace una fusión y entremezcla a ese batallón escogido desde los tiempos de las Guerras Médicas, y antes, los Inmortales, de los que se dice, en efecto que eran diez mil, con la parentela real y suya, escogida claro es por su valor, a los que une a esta tropa selecta.

El siguiente dato que da, el de la bravura de esta tropa al estar a la vista de su Gran rey, ya aparece referida en Plutarco y Curcio.

Cierto reflejo de ello se podría atisbar en el pariente alanceado, Oxatres, por Alejandro en el mosaico de Issos. 

         Diodoro sigue adelante con la descripción de la batalla, con una precisión de datos, movimientos y tropas que al menos da algo que pensar, ytal es la seguridad con que los da. No tienen referencias en estas fuentes conservadas hasta hoy, las de Arriano, Plutarco o Curcio. Diodoro no cita fuentes, además, pero se maneja con una seguridad, dudosa seguridad, en el relato que en verdad parece que refiere algo bien contrastado. 

LLEGANDO AL MOMENTO CUMBRE: LA CARGA DE LOS HETAIROI:  ΜΝ ΛΈΞΑΝΔΡΟΣΜΕΤ ΤΣ ΒΑΣΙΛΙΚΣ ΕΛΗΣ. 

         Diodoro afirma que el resultado ¡de la contienda hasta ese momento era favorable al ejército persa.

Es más, un grupo de ellos había asaltado el campamento macedonio donde se mantenían los bagajes y a los prisioneros. Entre ellos, a Sisigambis Σισύγγαμβρις, la madre de Darío que Alejandro había capturado tras Issos. En un claro motivo de exempla, la madre se niega a huir con aquellos junto a su hijo, por la confianza mostrada por el rey macedonio hacia ella. 

60. Al producirse la segunda ventaja de los persas, Alejandro, apresurándose a enderezar la derrota de los suyos con su propia intervención, se lanzaba contra el propio Darío con el escuadrón real y otros jinetes muy distinguidos.

δευτέρου δ προτερήματος τος Πέρσαις γενομένου μν λέξανδρος σπεύδων δι αυτο τν τταν διορθώσασθαι τν δίων μετ τς βασιλικς ελης κα τν λλων τν πιφανεστάτων ππέων π ατν λαυνε τν Δαρεον. 

         Aunque Diodoro refiere los movimientos de tropas, hacia derecha e izquierda, no es tan claro como para señalar el movimiento estratégico de Alejandro hacia el ala derecha, el posterior movimiento de la caballería persa en su persecución, el hueco dejado en la formación y con Darío desguarnecido, y ese momento en el que Alejandro gira y aprovecha para arremeter contra el carro real.

No entra en estas precisiones, pero lo que relata en esencia es lo que dicen las otras fuentes, es decir, Alejandro,

uno, se pone al frente σπεύδων δι αυτο τν τταν διορθώσασθαι τν δίων,

dos, carga con sus Compañeros, el mismo al frente, μετ τς βασιλικς ελης κα τν λλων τν πιφανεστάτων ππέων, y

tres, se dirige directo hacia el rey Darío π ατν λαυνε τν Δαρεον. 

El rey persa recibió el ataque de los enemigos y combatiendo en persona desde su carro lanzaba dardos a sus atacantes,  

δ τν Περσν βασιλες δεξάμενος τν πιφορν τν *πολεμίων ατς μν φ ρματος γωνιζόμενος κόντιζεν ες τος πιφερομένους,  

         Aquí Diodoro señala otras informaciones que no aparecen en los textos anteriores. Es más, van en contra de esa imagen icónica de un envalentonado y poseído macedonio, contra un acobardado rey persa. En otra referencia, en Plutarco cuando Issos, es cierto que también se dice que ambos líderes llegaron a las manos entre ellos, pero Arriano no contiene tal afirmación, bastante que dudosa probablemente, como el mismo Plutarco contrasta.

Coincide con Curcio, por otra parte, en presentar a un Darío aguerrido, que empuña con sus propias manos armas, las armas propias de un persa, el arco, y lucha cara a cara con el macedonio. 

Esto, claro, claro, hasta llegar al momento decisivo, la lanzada. 

… ΤΝ ΒΑΣΙΛΕΩΝ Π ΛΛΗΛΟΥΣ ΕΜΕΝΩΝ …

Diodoro prepara el momento como un director de cine. Escribe el momento álgido de la batalla y se recrea, al parecer, en un supuesto duelo singular Darío-Alejandro, como dice Plutarco en Issos, yendo armas en mano uno contra otro en el clímax de la batalla.

Ni siquiera el mosaico lo recoge, pues muestra a uno en ataque, al otro retirándose en el carro. 

… y cuando eran muchos los que peleaban a su lado y los reyes corrían uno contra otro,

… πολλν δ ατ συναγωνιζομένων κα τν βασιλέων π λλήλους εμένων … 

Dos genitivos absolutos de libro que anteceden a la lanzada del xystón o jabalina del macedonio.

Parece claro y característico de Diodoro el relato literario y casi novelesco con que describe los hechos. Más que asegurarse del rigor histórico de los datos que ofrece, el siciolota está más pendiente en recrear teatral y dramáticamente el escenario y os sucesos acaecidos, sacrificando es claro su veracidad histórica.

Esto puede decirse de esta escena en la que pinta este casi duelo singular entre los dos reyes, en una batalla de miles de guerreros, sacudioa por el polvo, donde las comunicaciones entre oartes de un mismo ejército eran difíciles.

El galope con e que nos presenta la escena decisiva de la batala se asemeja más bien al mosaico y a los films de Hollywood que a los relatos, suponemos más fidedignos y menos especulares, de Arriano o Plutarco.

El enfoque de los dos reyes trabando combate en buena lid parece una recreación dramática y novelesca de lo que pudo ocurrir, es decir, a carga de los hetairoi y Alejandro contra el carro y la guardia real de Darío.

Aunque, en verdad, nada puede asegurar uno.

Tenemos como referencia anterior la nota de Plutarco en la batalla de Issos. Allí dice que sí, que Alejandro y Darío llegaron a las manos, pero a continuación desmiente tal noticia.

En Diodoro no hay atisbo de dudad, y, en verdad, lo suyo es hacer un relato dramático y espectacular, recreando y centrando las escenas en los protagonismos de Alejandro y Darío, más que en los movimientos de escuadrones y guerreros, menos literarios pero quizás más verosímiles. 

LA LANZADA, ΜΝ ΛΈΞΑΝΔΡΟΣ ΚΟΝΤΊΣΑΣ Π ΤΝ ΔΑΡΕΟΝ. 

         Diodoro es el único, por tanto, de estos cuatro textos antiguos consultados, amén de los films donde, ahora sí, encuentran su refrendo novelesco y cinematográfico en una fuente antigua. Diodoro, a lo que vemos, y con esa certeza y seguridad pasmosa, afirma sin más que Alejandro, en este enfrentamiento, este que sí singular y homérico, como calificaría el historiador Lane, Diodoro afirma y constata la lanzada de Alejandro sobre el rey persa.

Es la referencia, además, de R. Lane Fox cuando, reproduciendo el hecho, se justifica con un “se dice” que, a la vista de este dato, se refiere a Diodoro, que sepamos, y no sabemos si alguno más. 

 Alejandro lanzó una jabalina contra Darío

μν λέξανδρος κοντίσας π τν Δαρεον . 

         Seguidamente de relatar el hecho, y en lo demás sigue a Curcio, (recordemos que el latino habla de una lanzada, de no se sabe quién), Diodoro indica que el xystón yerra, pero alcanza al auriga del rey. 

Alejandro lanzó una jabalina contra Darío y erró, pero, alcanzando al conductor del rey que estaba de pie a su lado, lo derribó.

μν λέξανδρος κοντίσας π τν Δαρεον τούτου μν μαρτεν, το δ παρεσττος νιόχου το βασιλέως κατατυχν κατέβαλεν. 

         Y otra vez volvemos a encontrar la secuencia del momento decisivo de la batalla. Que, en resumen, sería así: 

1.

Alejandro ve el hueco en el centro persa

2.

se pone a frente de sus hetairoi y carga directamente contra la posición del rey

2. bis.

Se produce, o no, el lanzamiento de una jabalina contra Darío

3

La jabalina yerra, o alcanza al auriga

4

Hay una confusión entre las tropas persas, algunos creen que el propio Darío ha caído

5

Darío, vivo, pero atemorizado, dudando o no de tal acción, hace gira el carro y abandona el campo de batalla

6

Al poco, y sin estar decidida del todo, a raíz de este hecho, los macedonios se hacen con la vistoria.

 

SE ACERCA EL FIN: LA FALSA MUERTE, CONFUSIÓN EN TORNO AL CARRO DE DARÍO. 

Como gritaron los que estaban cerca de Darío, los que se encontraban más lejos pensaron que había caído el propio rey; y cuando emprendieron éstos la fuga, los siguientes fueron detrás, y el contingente formado junto a Darío en seguida se rompió.

τν δ περ τν Δαρεον ναβοησάντων ο ποῤῥώτερον φεστηκότες πέλαβον ατν τν βασιλέα πεπτωκέναι: κα τούτων τς φυγς ρξαμένων ο συνεχες συνείποντο κα τ συνεστς <αε> τ Δαρεί σύνταγμα κατ λίγον παρεῤῥήγνυτο. 

         En estos hechos que sigue relatando Diodoro, parece seguir lo que cuenta Curcio, hasta donde alcanzamos. Ya vimos que el latino rehabilita la figura del rey persa, y en absoluto lo responsabiliza de la huida subsiguiente y acobardada, tras el golpe de mano de Alejandro y los hetairoi, con o sin lanzada.

No es, por tanto, Darío quien huye, tal como nos muestra en instantánea el mosaico y los films (el de Stone el único muestra una brevísima intercambio de palabras entre el persa y su ayudante, sin saber qué se dicen), sino el rumor de su falsa muerte que se expande y unos contingentes cercanos a él los que emprenden la fuga. 

Y al quedar desnudo de combatientes también el otro costado, él mismo, asustado, se dio a la fuga. Al huir éstos así y subir a lo alto el remolino de polvo de los jinetes, y seguirlos de cerca los jinetes de Alejandro, por la gran cantidad y lo apretado del polvo no era posible ver hacia dónde huía Darío, y se producía el gemido de los hombres que caían, el ruido de los jinetes y también el continuo restallar de los látigos.

δι κα τς τέρας πλευρς παραγυμνωθείσης τν συναγωνιζομένων κα ατς καταπλαγες πρς φυγν ρμησεν. [4] τούτων δ οτως φευγόντων κα το κονιορτο τν ππέων πρς ψος αρομένου κα τν περ τν λέξανδρον κ ποδς πομένων δι τ πλθος κα τν πυκνότητα το κονιορτο συνιδεν μν οκ ν τν Δαρεον ποι ποιεται τν φυγήν, στεναγμς δ τν πιπτόντων νδρν κα κτύπος τν ππέων, τι δ τν μαστίγων συνεχς ψόφος γίνετο. 

Curioso cómo, a pesar de las críticas a Diodoro como historiador, sea el sicioliota el que repite más a menudo las turbulencias del polvo en la batalla, como el mismo Lane, más riguroso, también reproduce.

         Y otra nota, no relata aquí el siciliano el gesto de Darío con las riendas y haciendo girar el carro, escena icónica en los otros relatos. Aquí sencillamente describe que

él mismo, asustado, se dio a la fuga

ατς καταπλαγες πρς φυγν ρμησεν 

Lo que sigue a continuación también se repite en las otras fuentes, y los films, sobre todo el de Stone, lo recoge muy bien. Es Lane el que desmiente que estos hechos fueran así.

Es decir, una vez que huye Darío, Alejandro y sus jinetes lo persiguen. Pero la batalla seguía en la llanura, y de hecho los hombres de Parmenión estaban en un punto límite, por lo que mandan aviso a Alejandro para que venga a por ellos. Por este motivo se detienen la persecución, y Darío, escogiendo un camino de montaña, huye sin ser capturado. Un tiempo después acabará funestamente, muerto por sus propios hombres. Como decimos, para Lane esto no ocurrió así, y es achacar al general macedonio la culpa de no haber capturado al rey persa. 

         El relato concluye cuando Diodoro repite la ubicación de la batalla. 

La batalla que se produjo cerca de Arbela tuvo este resultado.

μν ον περ ρβηλα γενομένη παράταξις τοιοτον σχε τ πέρας. 

CONCLUSIÓN: LA DRAMATIZACIÓN DEL HECHO HISTÓRICO. EL MOSAICO DE ISSOS vs. A LOS FILMS DE HOLLYWOOD. 

CONCLUYENDO, si hasta ahora habíamos estado detrás de la fuente o fuentes, si es que la hubiera, el texto al que referirse para el momento decisivo que reflejan los films, la lanzada de Alejandro contra Darío en el momento cumbre de la batalla, es evidente que es este texto de Diodoro.

La veracidad de tal hecho es dudosa. De hecho, Arriano, el historiador más fiable considerado, y Plutarco, no llegan ni mucho menos a afirmar tal cosa. Para ellos, y, claro, sin saber sus fuentes, pero conociendo que escriben varios siglos después de los hechos, para estos dos historiadores, lo decisivo, y menos comprometido, claro, es la carga de los Compañeros, Alejandro al frente, sobre el centro desguarnecido donde se hallaba Darío en su carro real.

Hasta aquí podríamos decir que sería la versión más conservadora, menos comprometida y con mayores probabilidades de que hubiera sucedido.

Curcio va un paso más allá. Un texto tiene algunos elementos literarios, aunque no por ellos menos verosímiles, como el de la falsa muerte del Gran Rey, se extiende algo más que los otros dos, rehabilita a Darío, y ya habla de una lanzada.

         Sin embargo, es una lanzada anónima, fruto del fragor y confusión del combate, para nada dice de Alejandro. A continuación, elemento añadido o recurso literario o histórico, da el dato de la muerte del auriga, la confusión por la falsa muerte de Darío y el inicio de la fuga de algunos destacamentos persas.

Por último, y parece que en in crescendo de seguridad, la última fuente, Diodoro, como en el mosaico, los films o la historia novelada de Manfredi, Diodoro directamente hace empuñar y sin asomo de duda a Alejandro su xystón. Pinta un enfrentamiento singular y dramatizado entre los dos, donde el macedonio le arroja de pleno la lanza a Darío, con el que ya andaba enzarzado en un duelo singular.

Singular y tópico de sus identidades, pues Alejandro se maneja con la lanza, Darío con el arco, griegos contra persas identificados por sus armas. 

Es claro que si se quiere buscar un soporte documental a las representaciones artísticas, tenemos en primer lugar el mosaico, donde e autor anónimo ya puso toda la carga, en el alanceamiento del guerrero persa por parte de Alejandro, su protagonismo, frente a un aterrorizado Darío.

Y luego, más claramente, en los films y en la novela de Manfredi, donde la imagen icónica del alanceamiento del mosaico ha sido sustituida paro el lanzamiento del xystón del macedonio a lomos de su cabalgadura, más espectacularidad todavía. 

EL MOSAICO DE ISSOS vs.  A LOS FILMS DE HOLLYWOOD.

Esta es quizás la más llamativa conclusión, y que fue fuente de confusión de una mirada superficial del mosaico. Es decir, de la carga anónima de la caballería, en las fuentes digamos fiables, se pasa a la singularización de Alejandro, portaestandarte y líder de la carga, y alanceador, lanza en mano, contra el persa. Esta es la imagen del mosaico de Issos

Pero esta imagen icónica que ha perdurado en las retinas del público durante dos milenios, ha venido a ser compartida con la nueva imagen que presenta los films, los dos films del arte cinematográfico del siglo XX y XXI.

Que es la lanzada a distancia de un brioso Alejandro, a lomos de un rabioso Bucéfalo, contra un acobardado Darío, en el momento decisivo de la batalla, batalla que, dependiendo de esta lanzada, giraría el orden económico y mundial durante siglos, hasta la entronización del nuevo poder de occidente en el orden mundial, el de Roma.

Los emperadores romanos lucharon infructuosamente por conseguir, desde César y Pompeyo, hasta Domiciano, Trajano o Juliano, lucharán por alcanzar aquello que, Alejandro, después de aquella carga, y aquella supuesta lanzada, ya inmortalizada en el mosaico, aquello que logró conseguir por una vez en la historia, que estos dos mundos, Oriente y Occidente, vivieron unos siglos en cierta estabilidad y en un nuevo orden económico, esta vez mundial e intercultural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario