martes, 28 de noviembre de 2023

CÉSAR Y ESPARTACO EN MALDITA ROMA

 La recién publicada última novela de S. Posteguillo, Maldita Roma, segundo volumen de su trilogía sobre César, continuación por tanto de Roma soy yo, mantiene y perfecciona los rasgos de estilo, construcción y técnicas literarias de sus previas y exitosas narraciones anteriores. 

El texto empieza prometedoramente, ubicando las acciones en varios lugares distintos, en un intento de mantener la atención del lector, que siempre es efectivo. or un lado, vemos el desarrollo de las campañas de Roma contra el general popular Sertorio en Hispania. En paralelo, César y su inseparable compañero Labieno, han emprendido un peligroso viaje por mar, hacia Grecia, en el transcurso del cual serán secuestrados por los piratas de Famacusia. Luego, como eje sobre el que se asientan estos dos escenarios, tenemos a Roma, centro y origen de todo lo que está pasando en los otros lugares.


Una cosa que siempre llama la atención y que el autor se empeña en utilizar en sus relatos, son aquellos sucesos o episodios que dan nuevas noticias sobre la imagen y lo que se conoce en la cultura popular sobre la historia de Roma.

Que recordemos ahora, tenemos el hecho novedoso del encuentro de César y Espartaco en la novela. La ubicación de César en la guerra contra Espartaco, en la batalla decisiva del río Silaro en que derrotan a los esclavos. Posteguillo literatura un posible encuentro singular entre los dos personajes, que no se llega a dar, en la intentona a la desesperada del esclavo de acabar con Creso. 

Como luego explica en el apartado final, que siempre incluye en sus novelas, donde cita las fuentes en las se ha basado para escribir aquello que puede causar incredulidad, parece que en los últimos tiempos algunos autores han podido dar como muy posible este hecho. Claro, es un César en plena carrera de formación ejerciendo como tribuno militar, en absoluto el César que ya conocemos como militar y político consolidado.

Llama la atención porque es conocida la versión de Espartaco de Kubrick, que el propio Posteguillo señala, donde César, sí, aparece como dubitativo ante qué facción, si la popular, representada por Graco, o la autoritaria u optimate, de Creso, por la que finalmente opta, a pesar de su ascendencia popular.

El optimate y autoritario Creso-Olivier, un joven y aún dubitativo César-Gavin y el senador popular Graco-Laughton, dirimiendo sus posibilidades en las termas


viernes, 24 de noviembre de 2023

A ALEJANDRO LE DISPUTAN SU PRIMACÍA περὶ προεδρίας: DIÁLOGOS DE LUCIANO DE SAMOSATA.

 A ALEJANDRO LE DISPUTAN SU PRIMACÍA περὶ προεδρίας.

Repasando algunos otros textos donde hay alguna referencia al rey macedonio y sus batallas, recordamos uno de los humorísticos diálogos de Luciano de Samosata. Brillante polígrafo heleno de la época de la Segunda Sofística, s. II d.C., tiene una obra extensa marcada por su visión paródica y moralista de los hechos humanos.

De entre ellas, tiene una, titulada Diálogo de los muertos, Νεκρικοί Διάλογοι, donde pone en situación a personajes conocidos del mundo clásico, ubicados en el Hades y dialogando de cosas tan humanas como efímeras, en las que retrata de forma paródica la condición humana.


   

Escipión, Aníbal y Alejandro: ¿quién fue el mejor general?


Alejandro es protagonista en tres de estos diálogos, pero en uno de ellos es en el que se habla de su virtud guerrera. Se encuentra Alejandro en el Hades, y disputa con el cartaginés Aníbal y con el romano Escipión, y alegremente ajenos a su condición difunta, la primacía de ser el mejor guerrero de la antigüedad.

Se corresponde con el diálogo veinticinco, 25, de título ALEJANDRO Y ANÍBAL Y MINOS Y ESCIPIÓN, ΑΛΕΞΑΝΔΡΟΥ, ΑΝΝΙΒΟΥ, ΜΙΝΩΟΣ ΚΑΙ ΣΚΙΠΙΩΝΟΣ.


EL DIÁLOGO EMPIEZA directamente, con Alejandro y Aníbal discutiendo, como niños, quién de los dos ha sido mejor general. Alejandro desde el principio, y en tono despectivo, tienen claro que es él, y ni siquiera se presta a debatir con Aníbal. Sin embargo, accede a ello cuando interviene Minos, hay que recordar que están en el Hades, Minos como juez de la polémica.


ALEJANDRO. — Yo debo quedar en este juicio por delante de ti, libio, pues soy superior a ti. 

ANÍBAL. De eso nada, el primero debo quedar yo. 

ALEJANDRO. — Entonces que dictamine Minos. 


Ἀλέξανδρος:  ἐμὲ δεῖ προκεκρίσθαι σου, ὦ Λίβυ· ἀμείνων γάρ εἰμι.

Ἀννίβας: οὐ μὲν οὖν, ἀλλ᾽ ἐμέ.

Ἀλέξανδρος: οὐκοῦν ὁ Μίνως δικασάτω.


MINOS. — ¿Quiénes sois? 

ALEJANDRO. — Ése, Aníbal el cartaginés, y yo,  Alejandro el hijo de Filipo. 

MINOS. — Sí, por Zeus, ambos sois ilustres, pero... ¿cuál es el motivo de vuestra discusión? 

ALEJANDRO. — La primera plaza, pues ése sostiene que ha sido mejor general que yo, y yo, como sabe todo el mundo, afirmo que en lo que a la guerra se refiere he sido muy superior no sólo a él sino prácticamente a todos mis antecesores. 


Μίνως: τίνες δὲ ἐστέ;

Ἀλέξανδρος: οὗτος μὲν Ἀννίβας ὁ Καρχηδόνιος, ἐγὼ δὲ Ἀλέξανδρος ὁ Φιλίππου.

Μίνως: νὴ Δία ἔνδοξοί γε ἀμφότεροι. ἀλλὰ περὶ τίνος ὑμῖν ἡ ἔρις;

Ἀλέξανδρος περὶ προεδρίας· φησὶ γὰρ οὗτος ἀμείνων γεγενῆσθαι στρατηγὸς ἐμοῦ, ἐγὼ δέ, ὥσπερ ἅπαντες ἴσασιν, οὐχὶ τούτου μόνον, ἀλλὰ πάντων σχεδὸν τῶν πρὸ ἐμοῦ φημὶ διενεγκεῖν τὰ πολέμια.


MINOS. — Bien, que hable cada uno por turno; habla tú primero, libio. 

Μίνως: οὐκοῦν ἐν μέρει ἑκάτερος εἰπάτω, σὺ δὲ πρῶτος ὁ Λίβυς λέγε.


Por lo tanto, primero expone sus logros Aníbal, y a continuación lo hace Alejandro. En el relato de Aníbal, después de enumerar todos sus logros, aprovecha para desprestigiar al macedonio, echándole en cara que la fortuna siempre lo ha acompañado.


(ANÍBAL) … Alejandro en cambio, que recibió el imperio de manos de su padre, se limitó a aumentarlo y lo extendió en grado sumo aprovechando el golpe de la fortuna. Pero luego que venció y derrotó a aquel maldito Darío en Iso y en Arbela, renegando de la formación de su patria, iba exigiendo que se postraran de rodillas ante él y cambió su forma de vida por la de los medos y asesinaba en los banquetes a los amigos y los apresaba para matarlos.

[3] (Ἀννίβας) Ἀλέξανδρος δὲ πατρῴαν ἀρχὴν παραλαβὼν ηὔξησε καὶ παρὰ πολὺ ἐξέτεινε χρησάμενος τῇ τῆς τύχης ὁρμῇ. ἐπεὶ δ᾽ οὖν ἐνίκησέ τε καὶ τὸν ὄλεθρον ἐκεῖνον Δαρεῖον ἐν Ἰσσῷ τε καὶ Ἀρβήλοις ἐκράτησεν, ἀποστὰς τῶν πατρῴων προσκυνεῖσθαι ἠξίου καὶ ἐς δίαιταν τὴν Μηδικὴν μετεδιῄτησεν ἑαυτὸν καὶ ἐμιαιφόνει ἐν τοῖς συμποσίοις τοὺς φίλους καὶ συνελάμβανεν ἐπὶ θανάτῳ.


Como vemos, Aníbal critica a Alejandro aquellos episodios que son voz y lugar común en la biografía de Alejandro desde la antigüedad, como el ejercicio de la proskynesis o arrodillamiento ante él, o el episodio de Clito en el banquete.

Cuando le toca al macedonio, hace un repaso de sus hazañas bélicas, desde que sucede en el trono a su padre Filipo, la lucha contra las poleis griegas, hasta la campaña gloriosa de Asia. Allí enumera las batallas y hechos bélicos ya conocidos. Habla de las batallas de Gránico, Issos y Arbelas. Como vemos, no utiliza el nombre de Gaugamela. Pero el debate se queda aquí, en sus cualidades de general victorioso, sin entrar en el detalle de sus tácticas y estrategia. 

Es claro que la virtud heroica personal y particular desplegada en el combate no hace acto de presencia, y si buscamos algún dato en concreto de la batalla de Gaugamela, no lo vamos a encontrar, ni es la ocasión. El relato de sus hazañas es una panorámica general de sus campañas victoriosas y las batallas más célebres en Asia.

 

… con unos pocos hombres realicé una incursión en Asia, conseguí una victoria a orillas del Gránico en una gran batalla y luego de tomar Lidia y Jonia y Frigia y, por decirlo en una palabra sometiendo todo cuanto me salía al paso, llegué a las orillas del Iso donde aguardaba Darío con un ejército innumerable. 

… ὀλίγους ἄγων ἐσέβαλον ἐς τὴν Ἀσίαν, καὶ ἐπί τε Γρανικῷ ἐκράτησα μεγάλῃ μάχῃ καὶ τὴν Λυδίαν λαβὼν καὶ Ἰωνίαν καὶ Φρυγίαν καὶ ὅλως τὰ ἐν ποσὶν ἀεὶ χειρούμενος ἦλθον ἐπὶ Ἰσσόν, ἔνθα Δαρεῖος ὑπέμεινε μυριάδας πολλὰς. 


5 Lo que sucedió a partir de entonces vosotros lo sabéis, cuántos muertos os envié aquí abajo en un solo día. Por lo menos el barquero afirma que no dio abasto con la barca, sino que la mayoría de ellos a golpe de clavo se fabricaron unas balsas para realizar la travesía. 


[5] καὶ τὸ ἀπὸ τούτου, ὦ Μίνως, ὑμεῖς ἴστε ὅσους ὑμῖν νεκροὺς ἐπὶ μιᾶς ἡμέρας κατέπεμψα· φησὶ γοῦν ὁ πορθμεὺς μὴ διαρκέσαι αὐτοῖς τότε τὸ σκάφος. ἀλλα σχεδίας πηξαμένους τοὺς πολλοὺς αὐτῶν διαπλεῦσαι.


Y esas gestas las llevaba yo a cabo afrontando los peligros en primera línea y exponiéndome, como es lógico, a que me hirieran. Y por no mencionar las campañas en Tiro ni en Arbela, te diré que llegué hasta la India y fijé el océano como límite del imperio; capturé a sus elefantes y sometí a Poro. 


 καὶ ταῦτα διέπραττον αὐτὸς προκινδυνεύων καὶ τιτρωσκεσθαι ἀξιῶν· καὶ ἵνα σοὶ μὴ τὰ ἐν Τύρῳ μηδὲ τὰ ἐν Ἀρβήλοις διηγήσωμαι, ἀλλὰ καὶ μέχρι Ἰνδῶν ἦλθον καὶ τὸν Ὠκεανὸν ὅρον ἐποιησάμην τῆς ἀρχῆς καὶ τοὺς ἐλέφαντας αὐτῶν εἷλον καὶ Πῶρον ἐχειρωσάμην, καὶ Σκύθας δὲ οὐκ εὐκαταφρονήτους ἄνδρας ὑπερβὰς τὸν Τάναϊν ἐνίκησα μεγάλῃ ἱππομαχίᾳ,


Pero cita Luciano y pone de relieve, en esto está atento a esos datos, ya sabidos,  aquellas cualidades que le hicieron reconocido en el mundo antiguo, a diferencia del cartaginés. Esto es, el hecho de acometer las batallas marchando él mismo al frente, en primera fila, y a consecuencias de ello, resultar herido en ocasiones.

Estos hechos y argumentos que Alejandro aporta para defender su primacía han pasado a formar parte de la biografía del personaje, los recogen Arriano y todas las fuentes antiguas, y ha quedado como un hecho aceptado de su forma de ser y combatir.


Pero nada más nos cuenta, y menos del hecho decisivo sucedido en Gaugamela, su estrategia de ataque oblicuo, la carga de la Caballería y la hipotética lanzada. Salvo, como decimos, el hecho de que Alejandro iba al frente.

Por su parte, de las varias heridas que tuvo en las diferentes batallas, que argumenta a continuación, una de ellas fue en el muslo y ocurrió en Issos, también es citada.

En verdad que Gaugamela no le merece más que la sola cita y mención Y por no mencionar las campañas en Tiro ni en Arbela

Son las otras batallas, Gránico, Issos e Hidaspes, las nombradas un poquito más, en breve, como testigos principales de su gran y reputada fama como líder guerrero. 

… conseguí una victoria a orillas del Gránico en una gran batalla …

… llegué a las orillas del Iso donde aguardaba Darío con un ejército innumerable …

… llegué hasta la India … ; capturé a sus elefantes y sometí a Poro …


batalla de Hidaspes


Pero lo que importa en el diálogo es el tono paródico e irónico, que es la característica de estos diálogos de los muertos. El hecho mismo de que aún en el Hades, todavía estén disputando estos tres personajes por una ambición tan humana como insignificante ya, el hecho de ser el mejor, ya da el pie a todo lo que se desarrolla en el encuentro. 

El tono humorístico y de parodia en Alejandro se ve cuando dice, alabando sus batallas, 

…. Por lo menos el barquero afirma que no dio abasto con la barca, sino que la mayoría de ellos a golpe de clavo se fabricaron unas balsas para realizar la travesía.

φησὶ γοῦν ὁ πορθμεὺς μὴ διαρκέσαι αὐτοῖς (νεκροὺς) τότε τὸ σκάφος. ἀλλα σχεδίας πηξαμένους τοὺς πολλοὺς αὐτῶν διαπλεῦσαι.


Como vemos, es una versión paródica esta de Luciano acerca de estos hechos guerreros y de las victorias, para Alejandro épicas, que le conceden la fama y primacía. El detalle de los muertos νεκροὺς, hay que suponer muchos de ellos persas, ignorantes ellos de ser incluidos en el Hades heleno, claveteando sus propias balsas por el gran número de caídos, ocupa el lugar del persa Darío tirando de las riendas y poniéndose en fuga sobre su carro. 

No hay lugar aquí, es claro, para la versiones más épicas y literarias como la de Curcio, Dioniso, o la de Ps. Calístenes.


Se resalta de Alejandro, por otra parte, el hecho insólito de que persiguió y ajustició a los que traicionaron y mataron al rey Darío, al que le dio funerales honrosos.

Finalmente, Minos otorgará al rey macedonio la primacía como general entre los tres que se la disputaban, Escipión el romano a continuación, pues venció al cartaginés en Zama, y por último, aunque no inferior,  Aníbal.

Μίνως: … ὥστε πρῶτος μὲν κεκρίσθω Ἀλέξανδρος, μετ᾽ αὐτὸν δὲ σύ, εἶτα, εἰ δοκεῖ, τρίτος Ἀννίβας οὐδὲ οὗτος εὐκαταφρόνητος ὤν.


Minos, Éaco y radamantis, jueces del Hades.

jueves, 23 de noviembre de 2023

CÉSAR-ESPARTACO vs. ALEJANDRO-DARÍO (MALDITA ROMA, 3).

Pero la magia de la novela histórica hace que el desesperado Espartaco, desistiendo ya de alcanzar a Craso, se fije en algún oficial. Y la suerte hace que su vista se encuentre con la del personaje protagonista de la novela. Es un encuentro ficticio, claro, que ubica a César y a Espartaco en el marco de una batalla, como en un duelo singular.

Pero era el camino más directo para llegar junto a Craso, y por aquella maraña de hombres luchando se introdujo César cuando, de pronto, sintió que lo miraban.

Se volvió y vio que el líder de aquel grupo de esclavos, rodeado por todas las cohortes del mundo, se había fijado en él y, sin saber o entender bien cómo, tuvo claro que se dirigía hacia él... contra él.


La mirada del rebelde tracio, furibunda y airada, la describe el autor en palabras, y es como la de Alejandro en el mosaico de Pompeya.

la mirada furibunda de Alejandro en el mosaico.


César abrió bien los ojos.

Puedo ver la mirada de Espartaco clavándose en él como si se hubiera convertido en un objetivo, en un anhelo, en un ansia que alcanzar para el líder de los esclavos.

César no se movió. Engulló el miedo. Buscó por el suelo, cogió un escudo de un legionario abatido, lo tomó con el brazo izquierdo para protegerse del ataque y estiró el brazo derecho con su gladio en punta…


Así pues, tenemos en duelo singular, un enfrentamiento cara a cara, pero imposible, de estos dos líderes. Como decimos, el enfrentamiento singular tiene una representación iconográfica a medida que leemos, pues nos representamos en un primer plano, así lo relata Posteguillo, los rostros tensos de los dos contendientes.


César y Espartaco, como antaño y en paralelo a Alejandro frenta a Darío III.

Pero el enfrentamiento a punto de suceder no llega a consumarse en la ficción literaria, pues una maraña de legionarios acribillan al líder esclavo.


Tal como relatan las fuentes antiguas, el jefe de los esclavos, efectivamente, es rodeado por soldados romanos y recibe heridas por todos lados.

En la novela, el cuerpo herido del líder es retirado por los esclavos del campo de batalla en esos momentos críticos, y llevado al campamento.

En las fuentes antiguas hay varias versiones, pero la mayoría coincide que el líder de los esclavos murió allí, en la misma batalla.


Lo curioso y que acrecienta su leyenda, y Kubrick juega en su film con esta circunstancia, lo llamativo es que al parecer nunca se pudo identificar al personaje ni encontrar efectivamente su cadáver, entre la multitud de muertes y las heridas recibidas.


Craso busca entre la multitud de esclavos a Espartaco.

En la película se juega con esto también. Craso se esfuerza, necesita tener físicamente el cuerpo, vivo o muerto, del esclavo. Pero no lo consigue. Y esto da a la escena memorable de “¡Yo soy Espartaco!”.

¡Yo soy Espartaco!

Posteguillo, por su parte, da otra versión de los hechos, distinta de las fuentes antiguas.

Pero de pronto, a apenas diez pasos de César, cuando ya lo tenía casi a su alcance, Espartaco se vio solo, envuelto en una nube densa de legionarios que intentaban matarlo. Aun así siguió avanzando, contra todo pronóstico, derribando a varios soldados más, antes de sentir, era inevitable, el primer gladio clavado en su espalda.

—¡Aaggghh! —aulló el líder tracio, pero no se rindió y siguió luchando ...



Concluyendo, estando en esta época con el episodio de Gaugamela y Alejandro Magno, nos llamó la atención su aparición, aunque sea anecdótica y, en otro momento, seguro que inadvertida para uno mismo, la aparición de este episodio, el de Gaugamela, convertido ya en un tema literario, en la novela, última en estas fechas de noviembre de 23, de S. Posteguillo Maldita Roma.

Su aparición, como hemos visto, tiene dos momentos. La primera se sitúa en los capítulos que Posteguillo dedica a César en su viaje a Rodas, incluido su secuestro. En Éfeso desvela ante Labieno su admiración por Alejandro, pues más allá de que fuera un gran estratega o político, es un modelo de mandatorio atento a la diversidad cultural de un mundo, digamos que globalizado, que le toca gobernar.

En su entrevista con el rétor Apolonio, el propio maestro recurre a Gaugamela como símil para descubrir la mejor cualidad de un discurso, en una equiparación entre retórica y actividad bélica. Esto es, lo inesperado, la sorpresa, tal cual Alejandro se planta ante Darío en aquella batalla, es el elemento fundamental de un buen discurso..

La segunda referencia sucede pasados unos años y unos capítulos. Se encuentra en el relato de la revuelta de Espartaco, que tienen varios años en vilo a la república romana. Cuando llega la batalla final, en el sur de Italia, junto al río Silaro, nos encontramos a un Espartaco, líder no solo guerrero, recordando insólitamente la batalla de Alejandro.

Viendo el líder esclavo su situación ya desesperada y esperando el fin, de repente vislumbra el paludamentum de Craso en medio de la refriega y a poca distancia de él. Como la carga de la caballería griega, Espartaco, desafortunadamente sin caballería, a pie y con un grupo de esclavos, se dirige en línea recta contra el líder romano, como el macedonio hiciera contra Darío en aquel entonces.

Dos referencias mínimas, pues, pero bien y adecuadamente introducidas en la biografía novelada de César de S. Posteguillo.

GAUGAMELA EN LA BATALLA DEL RÍO SILARO.

GAUGAMELA EN LA BATALLA DEL RÍO SILARO.

Ahora que uno está de aquí para allá con el asunto de la batalla de Gaugamela y el papel de Alejandro, recogiendo referencias del cine, la literatura histórica o los cómics, no es de extrañar que la veamos en todas partes.

S. Posteguillo es de los autores que ha destacado en sus novelas por dedicar detallados y descriptivos relatos de los episodios bélicos que se desarrollan en las vidas de sus personajes.

En Maldita Roma dedica varias y excelentes páginas a las campañas bélicas de Pompeyo contra Sertorio en la guerra civil en Hispania. Y lo mismo hace con los varios y afortunados enfrentamientos de Espartaco contra todas las legiones romanas que le envían, y a las que derrotó inapelablemente.

Salvo en la última y, claro, decisiva.



Es en el curso de esta última y decisiva batalla, la del río Silaro, cuando sale otra vez el asunto de Gaugamela. Sale a la luz porque se la menciona, es el propio Espartaco, esclavo que lee, Posteguillo lo presenta como algo más que un líder guerrero, en latín y griego a Polibio nada menos, quien la recuerda en esos momentos con pesar, al no suceder las cosas como en aquella. 



Y también porque la táctica final, la que hace Espartaco a la desesperada y casi suicida, la de arremeter directamente contra el lugar que ocupa su oponente romano Craso, con su grupo de esclavos desesperados, recuerda a la de Alejandro cuando ataca el centro del ejército persa, cabalgando directamente contra Darío allá en Gaugamela.

Ésta es una táctica que no recogerá Kubrick en su film sobre el esclavo libertador. Espartaco acaba luchando como uno más en el fragor de la batalla, sin ningún plan o estrategia contra Craso.


Los precedentes de la batalla son los siguientes. Roma ha decidido finalmente reunir a los tres ejércitos de los que dispone para acabar con Espartaco. Por eso ha hecho venir a Pompeyo de Hispania que llega por el norte con sus legiones; a Lúculo, que proveniente de Asia, desembarca en Brindisi; y por último, al ejército de Craso, que en Italia lleva persiguiendo al esclavo con denuedo.

Van a confluir los tres en la batalla.

Espartaco es consciente de que el fin está decidido y que esta será la derrota total de su ejército. Así se lo confiesa a su amante Idaila, pero lo oculta a su cuerpo de mando.

La batalla comienza con una escaramuza, que se convierte en el desencadenante de la batalla completa.

Como ya tenía sabido, la marcha del combate va cada vez minando las fuerzas del ejército de esclavos. Encontrándose en la situación final, Espartaco opta por lo único que puede hacer, aun sabiendo que todo está perdido.


Como si fuera Alejandro en Gaugamela, ordena a uno de sus lugartenientes, el celta Casto, que lleve la caballería, hasta ahora en retaguardia, hacia el lado izquierdo del frente. Luego, que avance con ella hacia la derecha para tratar de rebasar a las legiones romanas y envolverlas. 

En esto es similar, casi similar, a la cabalgada de los hetairoi en las llanuras de Persia. Por otro lado, hay que decir que deben de ser tácticas utilizadas y conocidas en las batallas de la antigüedad.


…Tras constatar que las filas romanas no se quebraban, Espartaco hizo llamar a un jinete:

—Dile a Casto que vaya hasta el extremo izquierdo de nuestro frente, para desbordar a los romanos por ese flanco —ordenó al mensajero, y éste partió raudo hacia la retaguardia del ejército de esclavos, donde el celta aguardaba con la caballería.

… 

Caballería del ejército de esclavos.

Casto dirigió a todos los jinetes hacia el extremo izquierdo de su propio ejército para rodear el ala derecha del enemigo…

La caballería del ejército de esclavos galopaba hacia el flanco derecho del enemigo. Era el todo o nada. La libertad o la esclavitud.


LA VERSIÓN DE GAUGAMELA EN FLAVIO ARRIANO. En el texto de Arriano, la fuente más fiable sobre Alejandro, la estrategia se desarrolla de forma similar:

Alejandro movió a su ejército hacia la derecha, y los persas marcharon a su vez en paralelo con él, flanqueando con mucho a los macedonios con su ala izquierda…

Pero cuando advirtió que los persas habían dejado un hueco en las primeras líneas de su ejército, ... Alejandro giró para ir a este espacio con la caballería de los Compañeros y aquella parte de la falange que iba con ellos, en formación de cuña. Los llevó, con veloz galope y dando estruendosos gritos de guerra, en línea recta hacia Darío mismo.


Pero Espartaco va advirtiendo que la derrota cada vez se va haciendo más patente. Incluso piensa en haber huido cuando pudo, pero ya es irremediable. En ese estado de desánimo se encuentra cuando, como mismamente Alejandro cuando divisaba a Darío, Espartaco vislumbra la capa, el paludamentum, de Craso.


—¡Maldita sea!... ¿Lo veis? —les preguntó señalando hacia un punto donde se podía divisar el paludamentum púrpura que identificaba al procónsul de Roma al mando del ejército contra el que luchaban—. ¡Ése es Craso! ¡Vamos a por él! ¡Por todos los dioses, seguidme! ¡Vamos a por el procónsul de Roma!

Y, encendidos, enardecidos por un objetivo que los motivaba en medio del desastre, un centenar de hombres lo siguieron.

Espartaco apretaba los dientes mientras se aproximaba de nuevo a la primera línea de combate. Quizá debería haber hecho como Alejandro en Gaugamela y haberse lanzado él con la caballería contra el líder enemigo, pero ahora su caballería estaba combatiendo en el otro extremo de la batalla. 


No deja de llamar la atención que le sobrevengan a Espartaco estos pensamientos sobre Alejandro y su batalla en la flujo consciente interior.

Así y todo, decíamos que la estrategia de Alejandro va a ser un fiasco, como el propio Espartaco es consciente. No tiene a los hetairoi como aquél. Si quiere ir a por Craso, tendrá que hacerlo como infantería. Y siempre, como el macedonio, yendo él al frente.


Sólo le restaba atacar él, a pie, al mismísimo Craso y confiar en que aquella última locura intimidara lo suficiente al líder romano como para que retrocediera, y que quizá de ese modo el ánimo de los legionarios de primera línea se tambaleara…


Aquel ataque a la desesperada, última opción, el intento de ir contra el jefe romano, no logra aquella última posibilidad a la se aferraba. Espartaco, aunque a la vista de Craso, no puede alcanzarlo. Él y su grupo quedan aislados y rodeados por los legionarios.


Posición de Espartaco. 

Estaban rodeados por todas partes. En su avance hacia Craso, su grupo de guerreros había terminado desconectado del grueso de su ejército...

Y Craso aún quedaba lejos... entre ellos se interponían decenas y decenas de legionarios.

…Y además el procónsul, en lugar de temer el encuentro, se había mantenido en su posición, de modo que al no retroceder él, las filas romanas del centro de la llanura no flaqueaban... Era el principio del fin.

Si no podían llegar a Craso, iría a por los oficiales de mayor rango que hubiera cerca…

Craso, además, y siguiendo con el paralelismo, no se impresiona ante la acometida de los esclavos y, a diferencia de Darío, no retrocede, seguro de sus fuerzas y del fracaso del tal ataque.