jueves, 23 de noviembre de 2023

CÉSAR-ESPARTACO vs. ALEJANDRO-DARÍO (MALDITA ROMA, 3).

Pero la magia de la novela histórica hace que el desesperado Espartaco, desistiendo ya de alcanzar a Craso, se fije en algún oficial. Y la suerte hace que su vista se encuentre con la del personaje protagonista de la novela. Es un encuentro ficticio, claro, que ubica a César y a Espartaco en el marco de una batalla, como en un duelo singular.

Pero era el camino más directo para llegar junto a Craso, y por aquella maraña de hombres luchando se introdujo César cuando, de pronto, sintió que lo miraban.

Se volvió y vio que el líder de aquel grupo de esclavos, rodeado por todas las cohortes del mundo, se había fijado en él y, sin saber o entender bien cómo, tuvo claro que se dirigía hacia él... contra él.


La mirada del rebelde tracio, furibunda y airada, la describe el autor en palabras, y es como la de Alejandro en el mosaico de Pompeya.

la mirada furibunda de Alejandro en el mosaico.


César abrió bien los ojos.

Puedo ver la mirada de Espartaco clavándose en él como si se hubiera convertido en un objetivo, en un anhelo, en un ansia que alcanzar para el líder de los esclavos.

César no se movió. Engulló el miedo. Buscó por el suelo, cogió un escudo de un legionario abatido, lo tomó con el brazo izquierdo para protegerse del ataque y estiró el brazo derecho con su gladio en punta…


Así pues, tenemos en duelo singular, un enfrentamiento cara a cara, pero imposible, de estos dos líderes. Como decimos, el enfrentamiento singular tiene una representación iconográfica a medida que leemos, pues nos representamos en un primer plano, así lo relata Posteguillo, los rostros tensos de los dos contendientes.


César y Espartaco, como antaño y en paralelo a Alejandro frenta a Darío III.

Pero el enfrentamiento a punto de suceder no llega a consumarse en la ficción literaria, pues una maraña de legionarios acribillan al líder esclavo.


Tal como relatan las fuentes antiguas, el jefe de los esclavos, efectivamente, es rodeado por soldados romanos y recibe heridas por todos lados.

En la novela, el cuerpo herido del líder es retirado por los esclavos del campo de batalla en esos momentos críticos, y llevado al campamento.

En las fuentes antiguas hay varias versiones, pero la mayoría coincide que el líder de los esclavos murió allí, en la misma batalla.


Lo curioso y que acrecienta su leyenda, y Kubrick juega en su film con esta circunstancia, lo llamativo es que al parecer nunca se pudo identificar al personaje ni encontrar efectivamente su cadáver, entre la multitud de muertes y las heridas recibidas.


Craso busca entre la multitud de esclavos a Espartaco.

En la película se juega con esto también. Craso se esfuerza, necesita tener físicamente el cuerpo, vivo o muerto, del esclavo. Pero no lo consigue. Y esto da a la escena memorable de “¡Yo soy Espartaco!”.

¡Yo soy Espartaco!

Posteguillo, por su parte, da otra versión de los hechos, distinta de las fuentes antiguas.

Pero de pronto, a apenas diez pasos de César, cuando ya lo tenía casi a su alcance, Espartaco se vio solo, envuelto en una nube densa de legionarios que intentaban matarlo. Aun así siguió avanzando, contra todo pronóstico, derribando a varios soldados más, antes de sentir, era inevitable, el primer gladio clavado en su espalda.

—¡Aaggghh! —aulló el líder tracio, pero no se rindió y siguió luchando ...



Concluyendo, estando en esta época con el episodio de Gaugamela y Alejandro Magno, nos llamó la atención su aparición, aunque sea anecdótica y, en otro momento, seguro que inadvertida para uno mismo, la aparición de este episodio, el de Gaugamela, convertido ya en un tema literario, en la novela, última en estas fechas de noviembre de 23, de S. Posteguillo Maldita Roma.

Su aparición, como hemos visto, tiene dos momentos. La primera se sitúa en los capítulos que Posteguillo dedica a César en su viaje a Rodas, incluido su secuestro. En Éfeso desvela ante Labieno su admiración por Alejandro, pues más allá de que fuera un gran estratega o político, es un modelo de mandatorio atento a la diversidad cultural de un mundo, digamos que globalizado, que le toca gobernar.

En su entrevista con el rétor Apolonio, el propio maestro recurre a Gaugamela como símil para descubrir la mejor cualidad de un discurso, en una equiparación entre retórica y actividad bélica. Esto es, lo inesperado, la sorpresa, tal cual Alejandro se planta ante Darío en aquella batalla, es el elemento fundamental de un buen discurso..

La segunda referencia sucede pasados unos años y unos capítulos. Se encuentra en el relato de la revuelta de Espartaco, que tienen varios años en vilo a la república romana. Cuando llega la batalla final, en el sur de Italia, junto al río Silaro, nos encontramos a un Espartaco, líder no solo guerrero, recordando insólitamente la batalla de Alejandro.

Viendo el líder esclavo su situación ya desesperada y esperando el fin, de repente vislumbra el paludamentum de Craso en medio de la refriega y a poca distancia de él. Como la carga de la caballería griega, Espartaco, desafortunadamente sin caballería, a pie y con un grupo de esclavos, se dirige en línea recta contra el líder romano, como el macedonio hiciera contra Darío en aquel entonces.

Dos referencias mínimas, pues, pero bien y adecuadamente introducidas en la biografía novelada de César de S. Posteguillo.

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