y se guarecen rápidamente en la
gruta-spelunca de Dido y Eneas, en una especie de pasadizo angosto y solitario,
con entrada de bóveda, desde el que se ve la calle lluviosa.
En ese momento se miran, hay un
instante en que se corta el aire, y Henry le da un beso apasionado.
Lady Mary, como es norma en el estilo
de la serie, queda gratamente impresionada, pero en seguida verbaliza con sutileza
lo que acaba de ocurrir. Es evidente, claro, que se siente atraída por el joven
y se siente halagada, pero no responde con la misma pasión.
Como vemos, encontramos aquí una
nueva variante del tema enamoramientos, tempestades y elipsis. Aquí es el
inicio, el posible inicio de la relación, pues es claro que el asunto se va a
demorar, no se sabe la respuesta de ella.
Por relacionarlo con el tema de “enamoramientos
y tempestades”, podemos encontrar de nuevo este asunto temático con la escena
entre Henry y Mary en este capítulo 6 de Downtown Abbey.
No hay elipsis los personajes,
sobre todo ella, siguen hablando intentando que la pasión se racionalice y se calmen
los sentimientos. Dejan para un siguiente encuentro el rumbo futuro que ha de
tomar su posible relación.
-
¡Cielos, señor Talbot! ¿Esto es parte de su plan para convencerme? - pregunta
retórica de ella después del apasionado beso. Talbot se sonríe ante la flemática
salida de Mary.
-
Mira, no tienes por qué venir -responde más tranquilo él-. Hay esposas de
pilotos que no van …
-
¿Esposas?, exclama ella, sonriente ante el lapsus que acaba de tener Talbot.
Él se ríe al darse cuenta.
-
¡Jaja! Sólo quería decir que, hagamos lo que hagamos, no es parte de un plan.
-
Pero -insiste ella halagada- ¿te gustaría que fuera a verte?
-
Sí -responde Talbot-. Pero para estar cerca de ti.
-
Henry - responde ella, ahora algo preocupada-, para serte sincera, esto va más
deprisa de lo que imaginaba.
-
Escucha… Sé que no soy lo que tú buscas… Pero eres la mujer de la que me estoy
enamorando… -le confiesa sin poderlo evitar Henry- ¡Cielos! Lo he estropeado,
¿verdad?
-
No -responde ella entre halagada y sutil-. Como argumento, resulta de lo más
convincente.
-
Gracias - responde algo resignado Henry.
Parece que el intenso momento ha
cedido a una pausa. Juntos se giran y miran de nuevo a la calle. Mary con
deseos de dejar el asunto por el momento, dice
-
¡No parece que vaya a dejar de llover!
-
¡No!
-
¿Echamos a correr?, propone divertida ella.
-
Bueno, tú mandas.
Ella se sonríe, le gusta lo que
le ha dicho, se cubre la cabeza con el tul y entre risas y carreras salen de
aquel túnel y se meten en la calle que aún sigue barrida por el agua.
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