EN ESTOS DÍAS previo a este puente tan deslucido, esperemos que todo mejore, cayó en nuestras manos un librito clásico de Agatha Christie, La ratonera, que leímos en una edición destinada para el público y el ámbito didáctico.… probablemente tenga antecedentes.
ADVERTENCIA ANTES DE LEER: Si no la han leído, mejor no
sigan leyendo pues aquí desvelamos la resolución de la obra.
En esta obra teatral se introduce el motivo policíaco, el de que el culpable al final es el propio investigador o policía, que nos lleva claro al motivo del cazador cazado, que tienen uno de sus primeros representantes en el mito de Acteón y sus ciervos, y que, si queremos situar también al referente clásico en general de la novela policiaca, habría de mencionarse, claro, a la tragedia de Edipo. Y es que, además, entre los múltiples temas y motivos que toca, está también el del cazador cazado.
Esto también está, en cierto modo, recogido en la obra representativa del expresionismo alemán, El gabinete del doctor Caligari. El relato, incomprensible en su mayor parte, se resuelve al final al hacerse evidente que quien narra la historia, el supuesto protagonista, es un trastornado que vive en un manicomio…
También,
y mezclado con otros temas, como el de Medea, o Los
Otros, en versión cinematográfica, donde la acción vuelve a estar
narrada por la propia culpable, en este caso también trastornada por el suceso
que le afectó en su propia familia y psique.
En La
ratonera, las sospechas, como bien suele hacer la autora Christie, se
van repartiendo entre todos los miembros presentes en esa casa, esa casona
alejado del pueblo, aislado por la niebla en un día de nevada e incomunicado
del exterior por la desconexión, a posta o no, del medio telefónico…
Es
otro caso del tema o motivo del cuarto encerrado, aunque aquí se
refiera a la casa, que es otro motivo en sí mismo.
La
autora recurre también al mismo esquema de una de sus primeras y más conocidas,
de las que le dio reconocimiento al comienzo de su carrera como escritora, El
asesinato de Roger Ackroyd.
Aquí
va repartiendo las sospechas a lo largo de los tres actos entre todos los
personajes allí encerrados, creando un cierto ambiente claustrofóbico y de
tensión donde empiezan a salir tensiones, problemas, temores e indecisiones que
alteran casi por completo la aparente estable vida de sus protagonistas…
Hay
también un mosaico de personajes típicamente británicos y de sus conductas y
temperamentos consecuentes: un militar retirado que ha pasado parte de su vida
en la India, una señora jubilada, protestona y recalcitrante, un joven de
elegantes maneras pero inseguro e indefenso, … Como se ve, se juntan
profesiones y características personales y psicológicas bien variadas, y todas
ellas sujetas de ser posibles candidatos al crimen.
Pero,
como íbamos diciendo cuando lo del motivo del cazador cazado, el detective que
dirige y se hace cargo de la operación, aparecido misteriosamente por la
ventana de la casona, se hace cargo inmediatamente de la situación, se arroga
la dirección de la investigación en localidad que su cargo oficial le otorga, y
va dirigiendo los pasos y pesquisas de la trama a lo largo de la mayor parte de
la obra.
Resulta
que este personaje, cual aquel referente trágico, el Edipo autorrealizado,
eficiente y que se pone a cargo de la investigación de la peste en la ciudad de
Tebas, igual que este Edipo ensoberbecido, se descubre al fina como el
responsable y verdadero culpable de la historia.
No
ocurre un proceso gradual de desvelamiento de la personalidad del sujeto, como
sucede en la tragedia, sino tal vez por mor de las características del género
policiaco, hay que esperar al momento fina en el que se desvela el misterio se
hilan los sucesos y acontecimientos, y se revela la verdadera identidad de los
protagonistas.
Como
en Edipo, se produce también el desvelamiento del protagonista. En la tragedia,
es claro, el propio tirano lo desconocía, en La ratonera, el
criminal es consciente de su identidad oculta para poder realizar su venganza
En
ambos casos, un suceso ocurrido en el pasado, en la infancia de los personajes
cuando infantes y en el seno de su propia familia, deja marcados de por vida a
los sujetos. En Edipo, el abandono a causa de la maldición que arrastra su
familia; en La ratonera, el maltrato y crimen en el seno de una familia cruel
El
deseo de venganza y el odio y resentimiento trastornan al personaje, quien en
gran parte desconoce la totalidad de la o sucedido y aquello se le convierte en
un trauma del que solo cree salir, como en una buena tragedia, además, a base
de violencia y crimen.
La catarsis
final es claro que es más brusca, reveladora y universal en la
tragedia, en La ratonera todo el suceso queda
circunscrito al trastorno enfermizo del criminal, cuya resolución exige
comprensión y tratamiento médico antes de enfrentarse a la realidad de lo
acontecido.
En
fin, una novela como todas las de la autora, amena, tensa, con variedad de
recursos, giros en la trama, retratos personales, que sigue los motivos, entre
otros, de la habitación o casa cerrada, y especialmente, el del cazador
cazado, cuyos referentes clásicos están en Acteón y Edipo,
y que a lo largo de la novela policíaca, especialmente a partir de Poe y
otros, reutiliza estos motivos en clave ya de este género literario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario