Indagando en una de sus varias
personalidades, pues Bourne descubre que tiene varios pasaportes con otras
tantas identidades falsas, se entera de que una de ellas, alguien que también
hacía uso de ella, ha muerto. Es decir, ya ha sufrido una muerte. Bourne es un
muerto.
Ya arriba, después de
inspeccionar el lujoso piso, llega la primera tanda de combate, tal como
gladiadores en el circo, este herciano, de las ondas televisivas.
La pelea es dura y brutal, es un asesino,
super entrenado como él mismo, el que ha entrado disparando con una
ametralladora a todas partes atravesando un ventanal con mucho estropicio.
-
Tu quédate ahí, le dice Bourne cuando Marie, asustada,
ha visto el duro inicio de la pelea. Como Héctor aparta a Andrómaca, calla,
mujer, de las cosas de la guerra nos ocupamos los hombres, tu ocúpate del telar
y las cosas de la casa…
La lucha es a lo Steven Segal, toque de pescuezo por aquí,
patadita a los higadillos por allá, contractura del músculo piramidal acullá,
todo con una asepsia y unos movimientos metódicos.
La lucha termina, después de
dejarnos al público alterados.
Bourne acaba con el asaltante, y
la duda se cierne sobre los dos. ¿Quién puede ser él, Bourne, para que haya
ocurrido este intento de asesinato? La película avanza un poco más, con dudas e
incertidumbres. Marie no sabe si continuar con Bourne o seguir su propio
camino.
En un determinado momento, los
dos están en el mini hacia el cual se van apostando unos coches de la policía
francesa que los acaban de localizar.
Bourne le dice a Marie que se
vaya y lo deje, que él es peligroso. Marie, en su asiento, no sabe qué hacer.
Por última vez, ante la inminencia de la policía, Bourne le repite la opción.
-
La última oportunidad.
Por toda respuesta, ella se gira
para amarrarse el cinturón y asiente sin decir palabra.
En realidad, es una historia de
amor.
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