sábado, 30 de noviembre de 2019

EL MITO Y EL CÓMIC: EN UN CIELO LEJANO


     Acabamos de leer, con décadas de retraso, uno de los cómics de H. Pratt. Este autor es mundialmente famoso por las aventuras de Corto Maltés, pero hizo varios álbumes antes (y después también) con otros personajes e historias, aunque en todas ellas podemos apreciar la continuidad de sus temas.
     El cómic en cuestión se titula En un cielo lejano, está ambientado en la Segunda Guerra Mundial, en la zona de Grecia y el África colonial donde se enfrentan alemanes e italianos, frente a las ropas aliadas. 



     El cómic empieza con estas dos primeras páginas, situadas en una isla griega, con dos personajes en un pequeño museo local, donde uno le relata al otro el mito de Dédalo y el laberinto de Creta al tiempo que observan una cerámica con una imagen alusiva. Una écfrasis, que se podría decir..


   En la primera viñeta, para crear interés y expectativa, se ve ampliada al ínfimo detalle una imagen que en ese nivel de no podemos saber aún cuál es. En la segunda viñeta ya apreciamos lo que parece ser una nariz, sin que podamos identificar si es la famosa nariz griega, solo apenas la punta, de perfil, y del labio superior, un fragmento.

   De todas formas y aunque no queramos, la simple vista ya ha enfocado automáticamente toda la página y ha identificado la parte del todo al que pertenece la imagen con una reproducción del arte griego antiguo.

     En la tercera y cuarta viñeta se lee lo que sería una voz en off, sendas pestañas se plantan delante de la imagen, haciendo todavía más difícil su identificación, pero aportando con el texto el relato que acompaña a la muda imagen.

Es el relato de Minos, Dédalo y el laberinto de Creta.

   ¿Por qué este mito entre los muchos existentes? Al principio no podemos saberlo, pero a poco lo entendemos. Quien habla es un piloto de las fuerzas aéreas británicas, y la mención del mito vino a cuento del personaje de Dédalo, el “primer ingeniero aeronáutico de la antigüedad”, dando al mito categoría de acontecimiento histórico más o menos.
   Pero, de momento, leemos los bocadillos que cuenta en síntesis la historia. Dédalo había llegado a Creta exiliado, y allí había construido el laberinto para ocultar a su vergonzosa descendencia, el Minotauro, hijo de una relación zoofílica de su mujer. En cierta manera, es una historia de amor aunque desnaturalizada, y que enlaza enseguida con la historia personal también amorosa de quienes hablan.

En la cuarta viñeta se enfoca un ojo de la cara, esos ojos antinatura de las figuras en perfil de la cerámica griega, pero con ojos que nos miran de frente.

La quinta viñeta coge el espacio de dos viñetas, y ofrece ya si en amplitud, el rostro entero de un personaje mítico, de perfil, nariz griega ahora sí, casco a lo Pericles, sobre la frente, bigote fino, barba espesa y líneas de pelo rizado.

     Aún no sabemos quién es el personaje. Se dice en el bocadillo alguna imprecisión, que Dédalo ayudó a Teseo a derrotar al antropófago Minotauro, cuando en realidad fue la propia hija del rey de Creta, Ariadna. 
Y segunda imprecisión pero verosímil, que “se atrajo …” y sigue en la sexta viñeta, en la segunda página, contando la historia.


   
Así pues, en LA PRIMERA VIÑETA DE LA SIGUIENTE PÁGINA ya nos muestra la imagen completa de aquel pequeño detalle que veíamos al principio. El ser que se nos muestra, típicamente propio de una cerámica griega, presenta el rostro de perfil, casco sobre la frente, perfil griego y una alas que le surgen alrededor del cuello y detrás del casco. En verdad que esta haciendo alusión al mito de Ícaro y Dédalo, pero de momento no identificamos qué imagen puede ser.

     La siguiente viñeta ya abre el zoom completamente y podemos ver a una pareja de jóvenes, uno de ellos militar, el que cuenta la historia, observando, en lo que podría ser un pequeño museo provincial, una muestra de vasos griegos, en uno de los cuales está la imagen que han estado comentando hasta el momento.

   La siguiente viñeta, en una especie de elipsis temporal-espacial, nos muestra a la pareja ya fuera del museo, en un jardín, pero donde se remata la historia del mito. Ícaro cayó al Egeo. 
   No se nos relata aquí, no debe importar ahora, el contenido moral del mito tradicional, no vueles tan alto no tan bajo, sino se constata el hecho. Continúa diciendo que esto ocurrió cerca de aquí, por lo que suponemos que estamos en alguna isla griega.
   Sigue contando el final del mito, Dédalo siguió volando hasta Sicilia.

   Concluye el oficial diciendo “una bonita historia”, pero la joven, serie y grave, como si no hubiera seguido el relato, con su mente puesta en otra cosa, le devuelve a la realidad. “Ha llegado tu hermano Pietro”, dice como contestación, como si con esa simple noticia trajera detrás de sí toda una tormenta de realidades.

   Las historias trágicas de Grecia siempre tenían lugar en el seno de la familia. Aquí se nos viene otra similar, pues la llegada del hermano supone la constatación del conflicto trágico intrafamiliar. La joven de la escena es la prometida del hermano que acaba de llegar, pero entre ella y el joven militar, hermano del novio, se ha abierto un intensa pasión amorosa que tienen que descubrir y afrontar.

       ¿Por qué varía la historia del mito el autor? Quizás para dar mayor veracidad, se supone que no son eruditos quienes hablan, aunque en este caso se trata de una historia bien conocida. tal vez solo quier destacar a Dédalo como ingeniero aeronáutico en el contexto de la historia, protagonizada por pilotos de las fuerzas armadas. 

       Y el personaje femenino que aparece es Pasífae, adúltera, en cierta medida parecida al personaje femenino que traiciona el compromiso, y no Ariadna, a la que no se la menciona.


LA IMAGEN DE LA CERÁMICA:

     Buscando la imagen original de la cerámica griega que se presenta en la viñeta, al final hemos creído dar con ella. Se la llama Vasija de Eufronios, por el pintor al que se atribuye (aquí la información,) y muestra un episodio famoso de la guerra de Troya, la retirada del cadaver del guerrero Sarpedón por Hipnos y Thánatos.)



   En concreto, el personaje que aparece en la viñeta del álbum es THÁNATOS. En la imagen de arriba se identifica a los personajes con sus nombres, el de Thánatos escrito de derecha a izquierda.
   Así pues, el personaje alado de la viñeta no es ni Teseo, ni Dédalo ni nadie relacionado con el mito, es Thánatos, una divinidad de la muerte, representada con alas porque se supone que este personaje e Hipnos también alado llevaban las almas, la psiché,  el último aliento de los fallecidos al mundo de ultratumba.

   Evidentemente, debe ser alguien un poco entendido para apreciar la identidad del personaje, o que tenga la paciencia de pararse y dedicarse a identificarlo.

his-res-sarpedon

   ¿Por qué elige a este personaje el autor del cómic? Quizás , como en las buenas tragedias, porque está adelantando que ésta es una historia de dolor y muerte, de muerte, digámoslo así, bella, de la "bella muerte" que siempre desde antiguo cantaron los poetas griegos. La historia siguiente del cómic nos irá desvelando si será así o no.

   Lo cierto es que desde el inicio ya se está señalando el conflicto y el dolor, y el personaje que nos muestra la viñeta es el de Thánatos. Aunque, a primera vista, lo pudiéramos asociar con el relato mítico que se nos cuenta y no darle esa identificación fúnebre, así y todo, el mito la tiene, y se relata como si fuera "una bonita historia", más parece un elemento gráfico más, dentro de una novela gráfica, que refuerce el lugar, Grecia, la historia de Dédalo, el primer aeronauta, y los protagonistas, pilotos de la aviación.

   Quizás, jugando con la historia, el autor nos esconde la presencia de Thánatos, aunque sea la bella muerte, en esta viñeta y que, parece decir, hay detrás de toda esta "bonita historia", que ha contado el personaje y que, nos advierte, del otro relato que nos va a contar a continuación, otra bonita historia y, al igual que la del mito, con trasfondo dramático.






jueves, 28 de noviembre de 2019

PIE (CONT.): «Tú sales para que te vea el pie». ENCUENTRO EN LA ESCALERA, DE FORTUNATA Y JACINTA

Aquí dejamos un fragmento de esta escena que se suele llamar primer encuentro o encuentro en la esclaera, entre Juanito y Fortunata, cuando se conocen por primera vez.

Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica y observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella.

–¿Vive aquí –le preguntó– el señor de Estupiñá?
–¿Don Plácido?… en lo más último de arriba –contestó la joven, dando algunos pasos hacia fuera.
Y Juanito pensó: «Tú sales para que te vea el pie. Buena bota»… Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón (2) encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no pudo menos de decir:
–¿Qué come usted, criatura?
–¿No lo ve usted? –replicó mostrándoselo–. Un huevo.
–¡Un huevo crudo!
Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca por segunda vez el huevo roto y se atizó otro sorbo.
–No sé cómo puede usted comer esas babas crudas –dijo Santa Cruz, no hallando mejor modo de trabar conversación.
–Mejor que guisadas. ¿Quiere usted? –replicó ella ofreciendo al Delfín lo que en el cascarón quedaba.
Por entre los dedos de la chica se escurrían aquellas babas gelatinosas y transparentes. Tuvo tentaciones Juanito de aceptar la oferta; pero no: le repugnaban los huevos crudos.
–No, gracias.
Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón, que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior. Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo:
–¡Fortunaaá!
Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yia voy con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le desgarraba el tímpano. El yia principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra. Y al soltar aquel sonido, digno canto de tal ave, la moza se arrojó con tanta presteza por las escaleras abajo, que parecía rodar por ellas.

Delfín: primogénito del rey de Francia; Galdós se refiere así al heredero de los Santa Cruz.
mitón: guante de punto que deja los dedos al descubierto.

«Tú sales para que te vea el pie. Buena bota» es la expresión de juanito una vez identifca a la buena moza 

domingo, 24 de noviembre de 2019

ASUNTOS INTERNOS, de Ian Rankin

Acabo de terminar esta novela de Ian Rankin hace unos pocos días. La verdad es que acostumbrado a leer las otras obras de la serie Rebus, y no quedándome, de momento, alguna , cogí este tomito cuyo protagonista es un personaje que ya venía apareciendo en las últimas novelas de Rebus, aunque no con muy buena pinta. No en vano trabaja en Asuntos Internos y ya se sabe la mala fama que tienen éstos entre la propia policía, y los lectores mismos.
Quizás Rebus intentó dar un giro a esta mal fama convertida en un clásico de la novela negra, describiéndonos a este policía, Malcom Fox, con tintes humanos y contradictorios, pero no llega la trama y la novela al ambiente tenso que logra este autor con el detective de la famosa saga. 
Incluso la presencia femenina de Siobhan, la previa musa de Rebus, tiene su singular papel en la vida de este adláter de Rebus. pero ni así la novela termina de coger el vuelo que habitualmente alcanza en las tramas de John Rebus y su némesis Gefferty.
Aún así, conseguimos leerla después de varias intentonas previas  que dejaban el libro a las primeras de cambio y sin haber leído nada más que alguna página suelta.
La acción sigue desenvolviéndose en Edimburgo, en el mundo de las comisarías y los crímenes que allí ocurren. Ya no estamos en la peculiar comisaria de Rebus, perfecto telón de fondo y coro donde las obras estaban perfectamente encuadradas. Aquí Fox  se ve enmarcado en un minúsculo ambiente, con un ayudante, y otros policías, pocos, pero no tiene la familiaridad que había en las otras.
Si es verdad que la trama avanza, se complica y va dando giros inesperados que hace que no pierdas el interés, atendiendo a la delincuencia cibernética y enredándose con aspectos internos de la policía misma.
De esta forma, es una novela que se va leyendo con cierto interés, aunque el mundo solitario, brusco, de los pubs, la música especial, y las némesis particulares de aquel otro comisario hayan quedado en aquella otra vida pasada.

JM de Prada, "El latín y los muertos"

Artículo de Juan Manuel de Prada en XL SEMANAL:



EL LATÍN Y LOS MUERTOS
Puesto que el saber ocupa lugar, la moderna pedagogía ha querido circunscribir su transmisión a aquellos aspectos o facetas que resulten más ‘accesibles’ y garanticen el ‘éxito profesional’. Inevitablemente, todas las disciplinas que explican nuestra genealogía cultural han sido relegadas a los desvanes de la incuria, en favor de disciplinas enfocadas a la consecución de ‘fines prácticos’. Pero desgajar la transmisión del saber del conocimiento de nuestra genealogía cultural nos condena a la intemperie más cruel, que es la de quienes no saben explicarse a sí mismos.
Las lenguas clásicas (que algunos, en el colmo del idiotismo, llaman «lenguas muertas») fueron las primeras damnificadas, por constituir un petulante desafío al utilitarismo y a la pedagogía de la facilidad, tal vez las dos mayores lacras de la educación moderna. No faltaron quienes trataron de defenderlas con argumentos débiles y, a la postre, contraproducentes, alegando que el griego y el latín subsisten en el vocabulario internacional de las ciencias o de los adagios jurídicos. Pero dedicar media docena de años al estudio del latín para luego poder hacer alardes eruditos y soltar en nuestra conversación cuatro latinajos (por lo demás incomprensibles para quien nos escucha) no parecía razón suficiente para defender las lenguas clásicas. Tampoco contribuyeron a la defensa de las lenguas clásicas, por cierto, quienes exaltaron las ventajas intelectuales de los «saberes desinteresados»; pues a una repugnante educación utilitarista no se debe oponer una educación elitista fundada en el mero lujo del saber.
Los pedagogos que erradicaron el latín de la educación sabían, en cambio, perfectamente por qué lo hacían. Y los guiaba el mismo propósito que, unos pocos años antes, guiaba a los innovadores religiosos que lo expulsaron de la liturgia. Unos y otros sabían que el latín modeló nuestro mundo (y, cuando escribo mundo, no me refiero tan sólo al mundo externo, sino también a nuestro mundo interior); y sabían que el mejor modo de aniquilar la pervivencia de ese mundo era desterrar el latín de la iglesia y de la escuela. Suele decirse, con frase un tanto mostrenca, que la cultura europea (y, por lo tanto, toda la mentalidad occidental) es una amalgama de elementos griegos, romanos y cristianos; pero lo cierto es que toda esa amalgama ha sido transmitida y conservada a lo largo de los siglos en latín. Todo lo que nos conforma por dentro, todo nuestro acervo moral e intelectual -nuestra herencia más verdadera e irrenunciable- ha sido formulado en latín. Los signos que componen nuestro alfabeto son latinos, la sintaxis y las relaciones gramaticales que empleamos al hablar son latinas, también las figuras retóricas a las que recurrimos para que nuestras palabras sean más expresivas. Y, en fin, todo nuestro universo espiritual fue formulado en latín, o al menos trasfundido al latín, para que no se perdiera en la noche de los siglos: los géneros literarios y las modalidades artísticas fueron formulados en latín; los conceptos de persona y de familia, de tradición y bien común fueron formulados en latín; las nociones de poder y autoridad, de amor y sabiduría fueron formulados en latín; los planetas y los metales, los vicios y las virtudes, los dogmas y los preceptos, los contratos y los testamentos fueron formulados en latín. Hasta nuestra alegría y nuestro llanto, nuestros piropos y nuestras invectivas fueron formulados en latín; y hoy lloramos y reímos, nos abrazamos y enfadamos porque el latín moldeó nuestras pasiones y sentimientos. El latín es el principio originario y la leche nutricia de todas las realidades divinas y humanas que integran nuestra vida; y, para desintegrar tales realidades, no hubo sino que expulsar el latín de nuestra vida. Es ley biológica infalible que el árbol al que se le cortan las raíces, como el niño lactante al que se aparta del seno materno, empieza por languidecer hasta morir por inanición. Sólo quien sabe de dónde viene puede saber hacia dónde va. Sólo quien está nutrido por el alimento que lo constituye es dueño del tiempo que habita; cuando ese alimento nos es arrebatado, nos convertimos en huérfanos a la intemperie, carne de cañón para las más diversas manipulaciones e ingenierías sociales, seres sin identidad y sin arraigo que navegan sin brújula a la deriva.
Por las venas y arterias de nuestra palabra y nuestro pensamiento discurría la sangre de la lengua latina. Alentaba toda nuestra vida, era propiamente nuestra alma; por lo que nada hay más grotesco que llamarla «lengua muerta». Quienes estamos completamente muertos somos nosotros, por dejar que nos las arrebatasen.
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