domingo, 27 de mayo de 2018

Dante Torra y la doctora Casselli

No está solo es un novela reciente, del pasado año, ambientada en Italia, en la ciudad de Roma y los alrededores, protagonizada por dos investigadores sui generis, que narra los casos de secuestros y desapariciones de menores de edad que se han venido sucediendo en Roma desde unos años atrás, sin que haya habido ninguna solución. Precisamente, uno de estos secuestrados, el llamado niño del silo, pues allí los encerraba el maligno personaje, logra escapar y años después, ya adulto, se va a encargar de solucionar estas misteriosas desapariciones ocurridas años atrás.
La novela empieza con un asesinato y un secuestro. El personaje maligno deja como marca unos zapatos, el tema del pie, más propiamente, los zapatos, como marca y señal de identidad de secuestros y raptos de niños que está investigando la policía, en concreto una policía con estrés postraumático a causa de un atentado con bomba sufrido meses atrás, y de la que tiene muy vivas las secuelas; de otro, un personaje singular, nuevo personaje para incluir en la galería de protagonistas peculiares y estrambóticos de las novelas negras. Se le conoce al principio como el niño del silo, a causa de un secuestro que sufrió de niño y que se prolongó durante varios años hasta que pudo escapar en un momento de descuido de su omnipresente secuestrador. A este lo nombra como el Padre, nunca pudo verle la cara porque siempre que iba a dar con él, usaba un pasamontañas. Solo en una ocasión, a través de una grieta de su lugar de secuestro, un silo precisamente, de ahí su sobrenombre, una vez solo pudo atisbar algo de su rostro, pero apenas lo suficiente como para poderlo identificar.
Este peculiar protagonista que se ha sacado de la manga el autor, llamado Dante Torre, podríamos considerar ,como en los cuentos y los mitos, como que tiene un nacimiento, más bien un renacimiento social, extraordinario. Es algo que lo marca como señal, que además le proporciona unos poderes especiales que la gente normal no posee, pues durante esos años de secuestro y cautiverio, ha desarrollado otras habilidades cognitivas distintas de la gente normal, motivo por el cual se gana la vida colaborando con la policía en casos de difícil resolución, como en éste que se cuenta en la novela.
Aunque , de hecho, la trama es más enredada y lo que es a simple vista, luego oculta una verdad secreta. De este modo avanza la novela, con esta técnica de mostrarnos apariencias que al poco se van desvelando como engañosas y ocultadoras de una otra verdad aun más profunda, como es el caso de llegar hasta la figura del enigmático Padre, quien aparentado no estar, es el responsable último de todo cuanto va sucediendo a los protagonistas, por más inconexo que parezca.

El deus ex machina: a partir de cierto momento en la lectura de la novela, debe ser que ya empieza uno a darse cuenta de los sobresaltos a los que nos tiene sometidos el autor, esto es, cuando parece que se acerca a una solución, sale otro elemento, personaje, caso, situación, como en las muñecas rusas, que reinicia la atención y el enredo... pero así que llegando al final, y para clímax final, nos reserva el autor el último enigma que parece ya como el deus ex machina de las antiguas tragedias. Es decir, que empezamos la novela en un caso de asesinato y posible secuestro de un niño, para enlazar con acontecimientos más o menos pasados de la historia europea. 
Aún así, la novela sigue manteniendo el interés. El final, incluso, parece digno de un thriller americano, en un escenario propio de una película de Sam Peckimpah u otras por el estilo. 
Los personajes, el desquiciado y bencinadaminófilo Dante Torra  mantiene a lo largo de toda la novela ese vertiginoso equilibrio entre sus estados críticos de ansiedad y claustrofobia, y las exigencias de la realidad, y los combate con fármacos de todo tipo principalmente, dosis de voluntad y también de valor que le exige las diversas situaciones a que le enfrenta la novela. 
La policía Casselli, también portadora de un estrés postraumático que se activa a cada poco, cuya forma de superarlo es a base de castigarse alguna parte del cuerpo para recuperar la vinculación a la realidad, mantiene también su especial angustia a raya en lucha con la realidad presente. 
Entre ambos sostienen esta peculiar novela que los da a conocer en el mundo de las novelas negras como dos protagonistas singulares por los padecimientos, traumas y estados de ansiedad sufridos, unos superados a base de medicinas, otros más voluntariosos, pero que introduce en el mundo de la novela policíaca dos protagonistas desequilibrados, inestables psíquicamente, con traumas en su personalidad por acontecimientos pasados en sus vidas, pero que, así y todo, luchan por seguir adelante de un modo u otro, ayudados de aquello que les permite tener un poco de luz en su vertiginosa investigación, y un deseo en el fondo de obrar el bien ante una malignidad por la que ellos mismos han pasado y quieren evitar que a otros inocentes les suceda lo mismo. Mayo 2018.

domingo, 13 de mayo de 2018

Eimburgo, la Atenas del Norte. El inspector Rebus en las Highland.

Después de ser jubilado forzosamente del cuerpo de policía en La mirada del adiós, el inspector John Rebus, cual héroe épico, regresa sobre sus fueros cinco años después, al solicitar un reingreso en el cuerpo una vez que se ha ampliado la edad de jubilación. Con todas las circunstancias en contra, Rebus trabaja en una oficina marginal dedicado a expedientes que quedaron sin resolver, cuando una mañana, por azar, atiende a un familiar de uno de estos casos que quedaron sin respuesta años atrás.
Así comienza esta novela el inspector Rebus del año 2013, que supone un reingreso de la peculiar figura del policía a la labor investigadora. Junto a él, una a veces distante, otras más próxima, la ya inspectora Siobhan Clarke le va a servir e contrapunto personal, profesional y femenino en su nueva andaura.
Las Highland. La novela transcurre a lo largo de la carretera A9, la que enlaza Edimburgo con Inverness y las Highland, donde han ocurrido una serie de desapariciones sin resolver desde hace años. Como dice el autor, la novela es una especia de road movie, pues gran parte e ella tiene como fondo la carretera en los dos sentidos. Y más allá, hacia las Highland y la parte más al norte de Escocia, donde vive su hija Sammantha, y por la que hará una especie de rápido y solitario tour para verla.
Mencionamos las Highland y su paisaje seco, solitario, salpicado de ganado y corrientes de agua, porque años ha, en compañía de un amigo, hicimos la misma ruta. Y las descripciones y momentos que relata Rebus ampliaban las sensaciones vividas en aquel viaje, dando a la lectura una resonancia visual y vital.
Edimburgo, la Atenas el norte: ¿Por qué será que esta ciudad, como otras, tienen algo que no se sabe qué es hasta que lo leemos en algún sitio? En verdad que la dicha ciudad, si es verdad que su imagen tanto literaria como real, está envuelta entre las figuras de sus escritores, sus peripecias urbanas, la historia de Escocia y tantas otras cosas legendarias, guarda también esa retrato de ciudad venerable, académica, elegante y culta que remite a la Atenas clásica en cierto modo, tal y como señala en un momento en la novela uno e los personajes.
Y con esto enlazamos también a la ciudad de Salamanca, la Atenas de Castilla o de España, tal como aparece indicada también en una lectura anterior, El manuscrito de Piedra.

Pero volviendo a Sobre su tumba, la novela tiene una trama complicada con subtramas que a su vez, se relaciona entre ellas o no, y todo va convergiendo en la figura de Rebus y el cuerpo de policía, hacia donde de una manera u otra vienen a relacionarse. Como detective atípico que es, Rebus es un personaje que vive su profesión y vida al límite. Su relación directa con el mundo del hampa edimburguesa, para muchos sospechosa, pero que él acepta como parte de su vida y su trabajo, hace que siempre lo tengamos en vilo. No es un detective que rechaza de plano la delicuencia, y a veces tiene que recurrir a extraños pactos con ese otro mundo para conseguir lo que por vías ortodoxas quizás nunca se hubiera podido lograr.
En este sentio quedan retratatadas las nuevas generaciones de policías, más burocratizadas e informatizadas, si, pero faltas del músculo y el instinto policial de los detectives de la vieja escuela, como es el caso de Rebus. Es una figura, en este sentido, casi crepuscular en el nuevo ambiente policial, un dinosaurio, como se le llama en ocasiones, que, sin embargo, es redimido por su compañera Clarke y por algunos jóvenes detectives de la nueva hornada.

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