En una de la larga serie de novelas ambientadas en su Edimburgo natal y protagonizadas por el inefable inspector John Rebus (apellido del cual habrá que averiguar de dónde procede, relacionado con el sustantivo latino res, rei o con la expresión rebus como acertijo o juego de palabras ...), titulada Aguas turbulentas, el autor retoma una antigua y famosa tradición de su ciudad, la de los ladrones de cadáveres para exhibirlos en la clases de anatomía que se produjeron en el el siglo XIX.
En esto si parece que tiene vinculación y continuidad con R.L Stevenson, con el Stevenson, claro, del Edimburgo misterioso y sombrío, el de El Dr. Jekyll y Mr. Hyde o el de su cuento Los ladrones de cadáveres, donde toca precisamente en esta historia local.
Se sabe de la base real de la historia, que fue la actividad de ciertos individuos a la hora de proporcionar cadáveres, de forma sospechosa y enigmática, para las clases de anatomía de la Universidad. Sobre esta fondo histórico literario ya tradicional, y otros más, va construyendo Ian Rankin su novela. Aquí y allá, a lo largo de una investigación sobre la desaparición de una estudiante universitaria, se van abriendo diferentes pistas y vías por las que los detectives tienen que abrirse paso en busca de la verdad.
Varias de ellas están conectadas con el tema de la muerte en general. Así, aparecen unos misteriosos ataúdes en miniatura que deben estar relacionados, también, con desapariciones y crímenes ocurridos años atrás, y que ahora vuelven a resurgir en relación con la desaparición de la joven estudiante. En ello también participará el Museo Nacional de Escocia, a través de la sección de creencias sobre la muerte, una de cuyos historiadores titulares, Jean, adquirirá cierto protagonismo en la obra.
Otra de las líneas de trabajo de la policía relacionará las desapariciones con la leyenda histórica de los ladrones de cadáveres de la ciudad de Edimburgo. Como decíamos, esta ha sido tema de diferentes obras y recreaciones literarias, de las que conocemos el cuento de Stevenson Los ladrones de cadáveres. Más documentado que el relato de Stevenson, en la novela se dan más datos de la realidad histórica que hubo tras aquello sucesos del siglo XIX.
Una novela con muchas vueltas y revueltas, donde no faltan los habituales lugares comunes de Rebus y Edimburgo: la música escogida, los pubs, el Oxford, el alcohol en forma de cervezas y chupitos, las relaciones internas entre los miembros del cuerpo de policía, las relaciones personales, etc. Eso sí, a diferencia de las recetas que salpican a cada poco las novelas de Pepe Carvalho o los salmonetes del inspector Montalbano, la escuálida dieta del detective escocés se reduce, en el mejor de los casos, a unos panecillos con algo de tocino, un sandwich y poco más. Incluso en alguna escena de esta novela en que por fin van a un restaurante, asiático por más señas, apenas comen nada de lo que se les pone, ensimismados como están en sus pensamientos. Ante esta famélica comida, si que predomina y en extenso, los largos ratos pasados en los pubs, los chupitos de whisky y las pintas de cervezas en el popular mundo de estos típicos bares escoceses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario